Ernesto Arias: “Los autores del Siglo de Oro escribirían hoy historias metafóricas sobre el Brexit”
El actor y director teatral dirige junto a Darío Facal el festival Clásicos en Alcalá
Ernesto Arias (Oviedo, 1968) es uno de los actores más sólidos del teatro español y últimamente también volcado en la dirección. Acaba de ser nombrado codirector del festival Clásicos en Alcalá (junto a Darío Facal), que se celebra hasta el 7 de julio, y se prepara para interpretar a Pericles este verano en Mérida.
¿Qué o quién le hizo querer dedicarse al teatro?
Cuando era niño asistí de casualidad a una función de teatro en la Casa de la Cultura de Lugones (Asturias) hecha por un grupo de jóvenes del pueblo algo mayores que yo. Trasmitían tanto disfrute y gozo en lo que hacían —actuando, cantando, bailando…— que me fascinó sobremanera, y enseguida quise hacer teatro. Me apunté a ese grupo que dirigía Jesús Pérez-Llana, persona muy influyente en mis primeros pasos teatrales, que seguramente sean los más importantes. Lo de querer dedicarme a ello “profesionalmente” fue algo que llegó más adelante. Cuando tuve que pensar a qué me quería dedicar para elegir qué estudiar, tenía muy claro que tenía que ser algo que realmente me gustara. Y bueno, lo que más me gustaba era hacer teatro. Eso —y el apoyo incondicional de mi familia— hizo que tomara la decisión de intentar ganarme la vida dentro del universo del teatro.
¿Qué libro tiene en su mesilla de noche?
Tengo siempre varios; obras que tengo que leer, valorar o trabajar sobre ellas. Ahora tengo entre manos, por ejemplo, La Celestina de Fernando de Rojas, La tragedia española de Thomas Kyd, La aprendiz de bruja de Alejo Carpentier, Memoria de la melancolía de María Teresa León, etc.
¿Cuál es la última función que le ha gustado?
Lo cierto es que, generalmente, no me gusta escoger ni privilegiar una sobre las demás. Las funciones me suelen gustar —o no— por diferentes motivos, y destacar sólo una no se ajustaría a la realidad de las impresiones que realmente me han causado. En cualquier caso, por ejemplo, me han parecido muy interesantes propuestas como Espejo de víctima, dirigida por Eduardo Vasco; El último rinoceronte blanco, dirigida por Carlota Ferrer; Metálica, dirigida por Íñigo Guardamino; Un roble, dirigida por Carlos Tuñón, y un larguísimo etc.
¿Se ha salido alguna vez de una función a medias?
Alguna vez lo he hecho cuando era joven y estaba estudiando teatro. La arrogancia propia de esa época me hacía comportarme de ese modo absurdo. Ahora nunca lo hago.
¿Cuál es su personaje clásico preferido?
Mi preferido siempre es el que tengo entre manos. Ahora: Pericles, de la obra de Shakespeare Pericles, príncipe de Tiro, que estrenamos este año en el Festival de Mérida.
¿Usted es más de Lope o de Calderón?
Lope, en cuanto a lo escénico: sus textos llevan implícitos una gran sabiduría del juego, del ritmo, de la musicalidad escénica. Calderón, en cuanto a la relación de forma y contenido: la profundidad de los temas que plantea está perfectamente ajustada en una elevada forma de lo verbal, tanto desde el lenguaje como desde las estructuras formales del verso.
¿De qué escribirían hoy los autores del Siglo de Oro?
De cuestiones referidas al alma humana, a nuestra naturaleza, pero enmarcadas en la actualidad, y probablemente a través de las “situaciones metafóricas”. Por ejemplo, podrían hablar de la “identidad nacional” y plantearían una historia llena de amores imposibles, deseos prohibidos, ambiciones inconfesables, y situada en un lugar real o ficticio, posiblemente en tiempos pasados, y que nos remitiría de forma indudable al Reino Unido y el Brexit.
Dirige ahora el festival Clásicos en Alcalá. ¿Cómo hacer que estas obras tan antiguas lleguen a los jóvenes?
Ese es el gran reto, y la fórmula perfecta nadie la tiene. Por eso se ven muy diferentes propuestas. Y yo diría que ese desafío no es sólo en cuanto a los jóvenes, sino también referido a todos los espectadores. La sociedad no deja de evolucionar y desarrollarse, y en muchos aspectos se aleja cada vez más del carácter, propiedades y características propias de los textos clásicos. Por ejemplo, la Palabra, la Poesía y el Verso —que son los elementos nucleares y medulares de esos textos— van perdiendo importancia en la comunicación y las relaciones, donde la imagen y lo audiovisual adquiere un valor más significativo. Y es que el público, fundamentalmente joven, posee una formación cognitiva muy diferente al público de hace años, y por tanto ha evolucionado su facultad receptora. Por ello los que nos dedicamos a esto debemos estar en constante búsqueda y exploración sobre cómo abordar los clásicos para que, sin desentenderse de la esencia que les da sentido, sigan resultando cautivadores y atractivos para el público de hoy.
¿Qué canción escogería como autorretrato?
La verdad, no se me ocurre ninguna. Pero tendría que ser alegre, bailable; tipo Saltan chispas, de Rozalén.
Si no se dedicara al teatro, ¿qué le gustaría ser?
Músico. Pero ya es demasiado tarde.
Recomiéndenos alguna adaptación al cine de una obra clásica
Me parecen muy interesantes las adaptaciones que hacen los ingleses con Shakespeare (las de Laurence Olivier, Kenneth Branagh, Orsen Welles, etc.) y envidio un poco que en España, salvo contadas excepciones, no se haga lo mismo con nuestros clásicos.
¿Qué está socialmente sobrevalorado?
La melancolía.
¿Qué encargo no aceptaría jamás?
Entiendo que me preguntas a algo referido a lo teatral; pues, por ejemplo, no aceptaría nunca el encargo de diseñar el vestuario en una producción. Afortunadamente nunca me lo van a proponer, así no me veré en la tesitura de tener que rechazarlo.
¿A quién le daría el Premio Nacional de Teatro?
No tengo muy claro los criterios por los que se da ese premio; si es por la labor de toda una trayectoria, o por algo que haya destacado en el año. Si se da por algo que haya destacado en el año, en lo que llevamos del 2019 lo cierto es que no se me ocurre nada lo suficientemente significativo que destaque sobre el resto. Si es por una trayectoria, hace tiempo que creo que se lo merece la compañía Nao d'Amores, porque desarrollan una labor increíble con textos del teatro medieval y renacentista. Algo difícil y complicado, que sólo hacen ellos; pero además sus espectáculos son de enorme calidad, llenos de poesía, ternura y un encanto especial poco habitual en nuestros escenarios. Una labor que merecería gran reconocimiento.
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