La tercera vía de la historia de al-Ándalus
Un nuevo estudio de la España musulmana supera las visiones del choque de civilizaciones entre el islam y la cristiandad o el paraíso de las tres culturas
Pocos periodos históricos suscitan tanta fascinación como el de al-Ándalus. Su carácter singular en el entorno medieval europeo atrae como un potente imán a investigadores españoles y extranjeros. Precisamente, ese carácter singular es el que ha generado ríos de tinta y polémica interpretativa. Y, muy probablemente, distanciarse del debate ideológico que se ha dado en España ha facilitado las cosas a los especialistas extranjeros, que han aportado mayor objetividad cuando se trata de mostrar ese periodo de manera global. Así, la historiografía de las últimas décadas ha adoptado nuevos enfoques que han transformado el conocimiento del Medievo hispano y los investigadores prestan ahora más atención a los procesos sociales que se vivieron en al-Ándalus y los cambios culturales que conllevaron.
La última, y muy sugestiva, propuesta la ofrece el historiador canadiense Brian A. Catlos, que ha publicado Reinos de fe. Una nueva historia de la España musulmana (Pasado y presente). Catlos, profesor en la Universidad de Colorado y en la de Santa Cruz de California, ha realizado un intenso trabajo de investigación sobre la sociedad del mundo mediterráneo medieval que le ha reportado numerosos premios. Reinos de fe trata los 900 años de presencia musulmana en la península Ibérica —la expulsión de los moriscos sucede en 1609— a través de los relatos que se han conservado de la vida de mujeres, funcionarios, teólogos, científicos, esclavos, artistas, renegados… y las alianzas y amistades interétnicas que tejieron; los intereses comunes que les movieron para colaborar o entrar en conflicto al margen de las diferencias religiosas. Califas, emires y pueblo llano; cristianos, musulmanes y judíos. Con este hilo conductor, Catlos ha escrito una obra de estilo ágil apoyada en la amplísima investigación que durante los últimos años ha visto la luz en España, en Europa y en el norte de África.
En el prólogo del libro, Eduardo Manzano ya avisa a navegantes: “Es muy probable que las páginas de este libro frustren las expectativas de aquel lector que busque reforzar con su lectura los manidos tópicos sobre la existencia de una idílica convivencia entre culturas o sobre la presencia ya en la Edad Media del choque de civilizaciones que anuncian los agoreros de hogaño”. Catlos, en declaraciones realizadas a EL PAÍS por correo electrónico, recuerda que si la idea de que los conflictos en la Edad Media tenían una motivación religiosa está muy arraigada es porque muchas fuentes históricas se refieren a dichos conflictos en esos términos. “Las instituciones religiosas y las monarquías, encargadas de controlar y salvaguardar las crónicas y documentos de la época (la base de lo que usamos para entender la historia) prefirieron presentar el conflicto religioso como causa o justificación de sus guerras”, refiere el autor. Los 900 años de coexistencia de cristianos y musulmanes en la Península podrían verse, a distancia, como un proceso en el que los cristianos conquistan el territorio a los musulmanes, pero sería “un error pensar en esta historia como un conflicto entre la cristiandad y el islam”.
La Edad Media en la Península se caracterizó por los conflictos entre poderes cristianos y musulmanes y también por la alianza entre ellos. “Realmente, las disputas más enconadas se dieron entre gobernantes de la misma religión. Por eso es normal que, en muchos casos, musulmanes y cristianos fuesen aliados naturales”, señala el autor canadiense. “La guerra se daba por motivos económicos y políticos principalmente. Por oportunismo, avaricia, y por la ambición de los gobernantes, las élites religiosas y militares y la gente común de ganar riqueza y poder”.
En un periodo histórico tan largo la paz fue más habitual que la violencia y si algo diferenció a la Península del resto de su entorno fue, según Catlos, “la percepción de las elites de las comunidades dominantes de que se beneficiaban o necesitaban de la presencia de las comunidades minoritarias —judíos y cristianos en al-Ándalus; musulmanes y judíos en los reinos cristianos— dentro de sus sociedades mientras estas minorías ocupasen nichos socioeconómicos vistos como complementarios por el grupo dominante”. Pactaron un estatus legal inferior (dimmíes) pero obtenían “seguridad, prosperidad y autonomía, y mantuvieron el tamaño y riqueza suficientes para defender sus intereses sin ser vistos como una amenaza”. Catlos define este patrón de comportamiento como conveniencia. Un término que va más allá de la manida convivencia, “un concepto bastante vacío que, si acaso, describe una situación pero no da ninguna idea de cómo o por qué esta ocurrió”, añade el autor. “Cuando los intereses comunales ya no fueron vistos de esta manera llegó la marginalización, la represión, la expulsión o la conversión forzada”, concluye.
La lacra del 'presentismo' y la manipulación de la historia
La visión de que España se forjó en la lucha contra el islam durante la Reconquista ya no goza de ningún predicamento en los ambientes académicos, pero eso no impide que sea agitada por políticos u opinadores interesados en justificar su ideario nacionalpopulista o xenófobo apelando a un pasado que no existió. Es un tipo de presentismo, la proyección en el pasado de una determinada idea de la España actual, que contribuye al desconocimiento de la historia.
En contra de este uso espurio del pasado, Brian A. Catlos trae a la memoria a algunos de los personajes protagonistas de la Reconquista. Habla de un espacio donde se desenvuelven “personajes como el Cid [que luchó por la dinastía Ibn Hud en la Zaragoza taifa]; Sancho VII de Navarra [que fue aliado de los almohades antes de vencerlos en las Navas de Tolosa], o Rodrigo Jiménez de Rada [el arzobispo propagandista de la cruzada de las Navas de Tolosa que mandó traducir el Corán] , muy ambiguos o complejos cuando extraemos las capas de barniz mitológico que oscurecen su naturaleza real”.
Reiterando el cuidado que hay que tener al tratar las crónicas y documentos de la época —construidas con un fin ideológico y para transmitir la supremacía de algún rey o dinastía— que nos han llegado, “a menudo”, continúa Catlos, “les digo a mis alumnos que imaginen cómo los historiadores futuros verían el siglo XX si el único documento histórico que pudiesen manejar fuesen las retransmisiones de la cadena televisiva Fox News”.
"Me parece absurda la posición de los presentistas. España es un concepto y fenómeno moderno y la España de la Edad Media era muy diferente. No hay otra España eterna o esencial que la que nos imaginemos", apunta el investigador.
Babelia
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