José María Micó: “Traducir enseña humildad y abnegación”
Catedrático de literatura en la Universidad Pompeu Fabra, experto en Góngora y traductor de Dante, reúne todos sus poemas en 'Primeras voluntades'
Catedrático de literatura en la Universidad Pompeu Fabra, experto en Góngora y traductor de Dante, José María Micó (Barcelona, 1961) reúne todos sus poemas en Primeras voluntades (Acantilado).
¿Qué le hizo querer ser poeta?
Leer en mi adolescencia a Neruda, a Borges y a Ausías March; en realidad, lo primero que hice no fue leerlos, sino escucharlos, y en concreto el Neruda de Inti-Illimani, el Borges de Astor Piazzolla y el March de Raimon. Eran textos que se salían notoriamente de lo común, y después me interesé por sus autores y por la poesía y quise escribir como ellos, como todos ellos, cosa que nunca conseguiré.
¿Qué poema ajeno le habría gustado escribir?
Lo fatal, de Rubén Darío.
¿Qué aprende un poeta traduciendo?
Humildad y abnegación, virtudes olvidadas.
¿Y dando clases?
A seguir ilusionado con la buena literatura del pasado, que mejora con cada relectura.
¿Y componiendo canciones?
Que las palabras, aunque estén en prosa, solo son memorables si llevan dentro su propia música, y que la misión más noble en la vida es la que enunció Rubén Darío: “La primera ley, creador: crear”.
Añada un tercer drama moderno a estos dos: Los poemas ya no riman. Los tomates ya no saben a tomate. “El frasco del desengaño ya no tiene más pastillas” (del tango De la canilla).
¿En qué piensa cuando se habla de su traducción de la Comedia como “el Dante de Micó”?
Dediqué mi versión “A todos los traductores de Dante, condenados al mismo paraíso” porque en este tipo de labores siempre hay una rara mezcla de insatisfacción y de felicidad. Nunca he leído nada mejor que la Comedia, de manera que lo menos que podía hacer era dedicarle unos cuantos años de mi vida, y ahí está el resultado para quien no pueda leerla en italiano. No he mejorado a Dante; es él quien me ha mejorado a mí, y lo demás pertenece al ámbito de la intimidad, porque una obra traducida se parece mucho a la pena de la que hablan los versos de Gabriel Bocángel: “que todos la juzgaban por ajena, / pero bien sabe el alma que era mía”.
¿Qué poema de Góngora recomendaría a un rapero?
Cualquiera de sus letrillas y Mal haya el que en señores idolatra.
De no ser escritor le habría gustado ser...
Ciclista: mi ídolo de infancia era el escalador José Manuel Fuente, y uno de mis recuerdos más remotos es la victoria de Eddie Merckx en el Mont Ventoux, ascensión que cobró otro sentido cuando muchos años después leí a Petrarca. Como eso ya no podrá ser, una alternativa de madurez es guitarrista flamenco, a la que me estoy acercando con humildad y abnegación.
¿Cuál ha sido el último libro que le ha gustado?
L’ultimo Ariosto, de Ida Campeggiani.
¿Cuál es la película que más veces ha visto?
No las he contado y dudo entre El verdugo de Berlanga, Ojos negros de Nikita Mijalkov, Amarcord de Fellini (a la que he dedicado un poema) y L’oro di Napoli de Vittorio De Sica, pero tal vez sea esta última porque el episodio protagonizado por Totò (“Il guappo”), lo he visto infinidad de veces y tengo la intención de seguir viéndolo de cuando en cuando hasta que me muera.
Si tuviese que usar una canción o una pieza musical como autorretrato, ¿cuál sería?
He compuesto una canción autobiográfica (Milonga del juglar, en el disco Memoria del aire), pero me gusta mucho más Tan joven y tan viejo, de Joaquín Sabina.
¿Qué suceso histórico admira más?
Uno que no comprendo: el big bang, que quizá no vale como suceso histórico. Digamos la Revolución francesa, que también está por completar.
¿Cómo terminaría hoy el retablillo de la transición española?
Como el cuento de nunca acabar, o con el mismo final abierto de mi poema: “que sea por muchos años, / que es democracia novicia / y no ha tenido donjuán”.
¿Qué está socialmente sobrevalorado?
Ser catedrático de universidad. (Espero que se capte la ironía, en este tiempo de likes hipócritas y de pedorros televisivos, que en realidad es como cualquier otro tiempo, con parecidas razones para el bochorno.)
¿A quién le daría el próximo premio Cervantes?
A Francisco Brines. Y otra vez a Borges, pero sin compartir.
¿Su última voluntad?
La he dejado escrita: “Lo que fui ya no es, y aquí os declaro / mi póstumo deseo: que esta muerte / a todos os parezca prematura".
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