Un puente de 100 años entre España y América
Un ensayo recoge textos de 18 expertos sobre las relaciones entre las dos orillas, en la cultura y la ciencia, a lo largo del siglo XX
A un lado, España; al otro, América, entre ambas un océano y 100 años de altibajos en su relación, como en cualquier pareja. La antigua metrópoli y sus independizadas colonias “vivieron de espaldas durante buena parte del siglo XIX”, a pesar de lo que les unía, empezando por el idioma, sostienen los responsables del ensayo Diálogos atlánticos (Galaxia Gutenberg), Juan Pablo Fusi y Antonio López Vega. A comienzos del siglo XX “fueron varias personalidades, instituciones y publicaciones las que propiciaron el reencuentro”, dice por teléfono López Vega. En ese acercamiento hubo, a la vez, “un descubrimiento del mundo estadounidense”, que había despertado como gran potencia tras su papel en la I Guerra Mundial.
Hasta 1917 España no empezó a tener embajadas en sus excolonias, repúblicas que no había reconocido hasta 1904, se señala en el libro. Como lamentó el filósofo José Ortega y Gasset en 1915, “España es el único país europeo que no tiene una política en América”. De la nueva etapa, que él y otros intelectuales ayudaron a germinar, y de su desarrollo a lo largo del siglo XX, sobre todo en la cultura y la ciencia, se ocupan los 22 artículos de este libro de 696 páginas, escritos en un lenguaje cercano por 18 autores. En los textos se hace hincapié en los vínculos con México, Argentina y EE UU. “Se demuestra que en este caso, el mar fue un elemento de unión, no de separación”, añade López Vega.
Esta publicación es, por lo tanto, un continuo ir y venir, un camino de ida y vuelta por el que transitan Ortega, Ramón Menéndez Pidal o Augusto Pi y Sunyer, entre otros muchos de la intelectualidad del país. Fue precisamente la Edad de Plata de la cultura española, la que desarrolló su potencial entre dos desastres, el de 1898 y el de 1936, “la que lidera ese cambio”. Todo ello en un contexto de crisis económicas, dictaduras, guerras… que en el caso del conflicto fratricida en España motivó “que América abriera generosamente los brazos a los transterrados”, según el término que difundió el filósofo asturiano José Gaos, uno de los que tuvo que dejar su patria. A pesar de las miserias de ese siglo, el legado del intercambio “fue vasto, de gran riqueza” para el mundo en español, subrayan los directores de la edición.
El estudio se abre con el análisis de Fusi, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid, sobre el “complejo reencuentro cultural” España-América. Fusi destaca en esa génesis el papel de Unamuno, que escribió cerca de 400 artículos en la prensa americana, mientras Rubén Darío viajaba varias veces a España para dejar su huella en numerosos poetas. En los diarios argentinos La Nación y La Prensa colaboraron Ramiro de Maeztu, Azorín… Y les acompañará la presencia triunfal de Vicente Blasco Ibáñez en Argentina o de Federico García Lorca en Cuba. En el otro lado, el poeta y pensador mexicano Alfonso Reyes, que residió entre 1914 y 1924 en Madrid, es el autor de brillantes estudios sobre literatura española.
Fusi señala que, tras la Guerra Civil, “con sus 20.000 exiliados en México”, muchos de ellos intelectuales y profesionales cualificados, hubo un enfriamiento que no empezó a disiparse hasta los cincuenta. Entre los que se marcharon a América, un capítulo llama la atención sobre la influencia de los psicólogos españoles en el desarrollo de su ciencia en los países en que se instalaron, entre ellos Argentina.
Con el comienzo del boom literario, del que se ocupa en un capítulo Fernando R. Lafuente, llegan de nuevo los abrazos, “no sin sobresaltos ni malentendidos”, apunta. Con Barcelona y sus editoriales convertidas en el hogar de autores como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Será el comienzo de que, con los años, “la literatura latinoamericana se convierta en fundamental en el sector del libro en España”, en palabras de Fusi.
Fascinación por el arte hispano
Antonio López Vega, director de Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, y José Antonio Montero Jiménez, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, escriben sobre la relación de España y EE UU, que en solo unos años viró. Del rechazo al enemigo tras la pantomima guerra de Cuba, a la fascinación por la cultura y arte hispanos, que impulsó a numerosos mecenas a adquirir obras. Entre ellos, Archer M. Huntington, creador en Nueva York de la Hispanic Society, en la que albergó su gran colección de piezas y objetos, e impulsor de viajes de intelectuales españoles a EE UU y de estadounidenses a España.
Ese deslumbramiento también sucedió al revés. Como escribió Ramón Pérez de Ayala sobre EE UU: “Aquí vienen todas las razas […] y todas las ideas y sentimientos […] a derretirse y envolverse”. No obstante, tuvo su parte de “visión estereotipada que se rompe a partir de la segunda mitad del XX gracias a filólogos como Américo Castro y Federico de Onís”, agrega el profesor López Vega.
Unamuno escribió cerca de 400 artículos en la prensa americana, mientras, Rubén Darío viajaba varias veces a España para dejar su huella en numerosos poetas
En esta línea, otro capítulo aborda los viajes e impresiones del filósofo Julián Marías a suelo estadounidense, no solo como espacio que ayudó a madurar sus ideas. Marías estaba convencido de que el futuro de Occidente pasaba por fijarse en lo que ocurría en EE UU. Sin olvidar, más anecdótico, su pasión por las películas del Oeste, Marías fue un ejemplo de lo que sostiene el libro, que en América se hermanaron la España del exilio y la España del exilio interior, situación que padecía el ensayista vallisoletano.
De la relación con México, López Vega apunta la coincidencia entre la eclosión de la Generación del 14 en España, encabezada por Ortega, y la del 15 en el país norteamericano, “una élite ilustrada que sentía el deber moral de jugar un papel cívico para sus conciudadanos”. Algunos de estos salieron de México por la situación política y recalaron en Madrid, como Alfonso Reyes y Martín Luis Guzmán. Los vínculos entre ambos grupos tuvieron también sus sinsabores. No obstante, volvieron a reunirse bajo el nacimiento de Revista de Occidente, en 1923, el gran proyecto de Ortega. Tras la Guerra Civil fueron el propio Reyes y, sobre todo, Daniel Cosío y Villegas, historiador y economista, fundamentales en la acogida a los exiliados. Cosío, siguiendo el modelo de Revista, fundó en 1924 la histórica editorial Fondo de Cultura Económica, “manantial para el pensamiento español”, según López Vega.
El omnipresente Ortega sostuvo una compleja conexión con las élites intelectuales argentinas. El pensador español viajó hasta allí en tres ocasiones. José Lasaga Medina, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), describe así las fases de ese proceso: “Intenso intercambio lleno de entusiasmos recíprocos, dolorosos malentendidos y finalmente rupturas”. Casi todo a cuenta del papel que debía desempeñar el intelectual ante lo que ocurre a su alrededor; en este caso, el franquismo.
Babelia
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