La Mostra de Venecia descubre las anécdotas más delirantes de las estrellas
Antonio Banderas, Penélope Cruz y Óscar Martínez se ríen de su profesión y de sí mismos en ‘Competencia oficial’, la nueva comedia de los directores argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat
Ególatras, maniáticos, tipos raros. Uno de los actores llega siempre tarde al plató. Y vive obsesionado con sus premios y su presunto glamur: es decir, consigo mismo. El otro se niega a desperdiciar su arte en un simple ensayo. Y, en lugar de la música que disfruta el común de los mortales, encuentra sublime un disco lleno de gritos de un tal artista “canadiense que vive en Düsseldorf”. La directora también tiene sus extrañezas: tumbada en el suelo, pronuncia insultos a través del tubo de una aspiradora cuyo extremo va directo a su propio oído. Con gente así, no hay un día normal en el rodaje. Aunque quizás, en realidad, nunca los haya. Ni en el cine, ni en la vida. De todo ello habla Competencia oficial, la nueva comedia del dúo argentino Mariano Cohn y Gastón Duprat, estrenada en la competición del festival de Venecia. Para reírse de su propio mundillo y de los divos, el filme cuenta con tres estrellas: Antonio Banderas, Penélope Cruz y Óscar Martínez.
“Mariano y Gastón son magníficos lectores de la sociedad. Saben detectar la estupidez y ridiculizarla. Son conscientes de que muchas de las batallas ahí fuera las están ganando los idiotas”, aseguró Banderas. Lo cierto es que con su sátira implacable los cineastas argentinos ya habían machacado en anteriores filmes a los escritores (El ciudadano ilustre), el arte (Mi obra maestra) y hasta una institución nacional de la gastronomía de su país (Todo sobre el asado). Pero ahora, en el centro de la diana ponen a su trabajo. Y se agradece, en un festival tan intenso, una invitación a tomarse menos en serio. Más aún si llega con risas inteligentes. Aunque no han divertido a todos: una parte de la crítica se ha mostrado escéptica. En todo caso, la respuesta está en una frase de la propia película: “El verdadero riesgo artístico está en conmover a la gente común”.
“Queríamos mostrar cómo los actores construyen la emoción en su trabajo, algo que, normalmente, como espectadores, no vemos”, afirmó Duprat. Todo el caos y el delirio que se ocultan entre bastidores aquí suceden ante los focos. “Es un guion colaborativo”, agregó el director. Porque en el bagaje de los intérpretes había decenas de anécdotas jugosas. Algunas las aportaron para el filme aunque, según Banderas, “la mala leche” ya estaba en el texto original. Otros episodios los compartieron en la rueda de prensa.
El malagueño habló de un compañero de profesión que producía, antes de cada toma, un sonido tremendamente molesto: “La primera vez pensé que era una vaca”. Cruz citó la historia de una amiga: ante un rodaje, el director la animó a ir al despacho de un psicólogo concreto, al menos un mes, para preparar el personaje. Pero cuando efectivamente acudió, resultó que era el propio cineasta —”no ocurrió nada malo”, aclaró por si acaso—. Y Óscar Martínez recordó a un colega que, en un espectáculo que él dirigía, ensayaba la obra entera con un lápiz en la boca. Eso sí, en su camerino. Y aquí el argentino hizo hincapié en el matiz: “En la medida en la que no afecten a los demás, cada uno tiene sus rituales”. Y ninguno de los tres, por supuesto, se siente identificado con su personaje. “Sería terrible”, se reía Martínez.
“En el fondo es también un homenaje a nuestro oficio. Nunca es una falta de respeto”, defendió Cruz. La película también permite reflexionar sobre asuntos que se asocian habitualmente a los actores, pero no solo a ellos. “Vivimos tiempos en los que la risa se ha convertido en algo casi subversivo. Muchas veces se apoya en la ironía, y eso puede tocar lo que llamamos políticamente correcto. Pero fuimos muy claros: nos lanzamos a ridiculizar los caminos de acceso que se usan para llegar al arte, llenos de egos, envidia, competición, inseguridades. Lo que miramos con lupa, en el fondo, es un trocito del ser humano”, agregó Banderas. Una sátira sobre futbolistas, políticos, periodistas y muchas profesiones más tendría numerosos puntos en común con Competencia oficial, según su reparto.
Vivimos tiempos en los que la risa se ha convertido en algo casi subversivoAntonio Banderas
Hay, eso sí, un elemento específico de los cómicos. “Nuestro trabajo impone un grado de exposición, y eso es ineludible. Lamentablemente el intérprete depende de la aceptación inmediata. Un compositor puede pensar: ‘No me entienden, pero un día me considerarán como Bach’. Nosotros, no”, sostuvo Martínez. Aunque, en el caso de los tres intérpretes del filme, el aplauso es una constante desde hace años. Competencia oficial es otra demostración de su talento. “Una clase magistral de actuación”, apuntó Cohn.
Frente a risas, focos, excesos y narcisismo, el otro filme en competición del día prefiere esconderse. Porque Il buco, nuevo proyecto del peculiar cineasta Michelangelo Frammartino, se mete, literalmente, en una cueva: la película pretende homenajear a los espeleólogos que, en 1961, descendieron hasta el final del calabrés Abismo del Bifurto, a 681 metros bajo tierra. El cineasta ha fichado a profesionales del sector, en lugar de actores, y los acompaña hasta el corazón de la gruta. Las imágenes resultan impactantes, aunque el largo en absoluto busca el espectáculo. La cámara contempla, no hay diálogos ni música, y el público está obligado a imaginar el subtexto: ¿la diferencia entre norte y sur de Italia, el poderío de la naturaleza, la fragilidad del hombre? Frammartino promete un viaje hasta el fondo. Algunos estarán dispuestos a excavar con él. Para otros, sin embargo, será como chocar contra la piedra.
Malos tratos en el Soho
Fuera de competición, el festival presentó Última noche en el Soho, el nuevo thriller de Edgar Wright, que llegará a España en noviembre. La película junta una evidente aspiración comercial con la ambición de contar algo más sofisticado: la salud mental, la sororidad y el acoso y derribo que muchos hombres reservan a cualquier mujer que quiera emerger. O tal vez, sencillamente, a cualquier mujer. La obra demuestra poderío visual, pero se ve lastrada por la repetición de ideas y sustos.
Babelia
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