Jane Birkin: “Todo aquello del ‘Je t’aime’ me parece muy lejos”
La cantante, de 75 años, presenta con una serie de conciertos su último trabajo ‘Oh!, pardon, tu dormais…', el primero en 12 años con material nuevo.
Pocos nombres van tan asociados a un legendario encanto como el de Jane Birkin. Desde la deslumbradora jovencita que irrumpió con un glamour innovador y rompedor en los años sesenta y formó una de las parejas más icónicas de todos los tiempos con su amante y mentor Serge Gainsbourg, hasta la mujer madura que sigue reinventándose en discos y conciertos, Birkin, la Birkin (Londres, 75 años), modelo, actriz de cine y teatro y cantante, no ha dejado de cautivar a lo largo de más de m...
Pocos nombres van tan asociados a un legendario encanto como el de Jane Birkin. Desde la deslumbradora jovencita que irrumpió con un glamour innovador y rompedor en los años sesenta y formó una de las parejas más icónicas de todos los tiempos con su amante y mentor Serge Gainsbourg, hasta la mujer madura que sigue reinventándose en discos y conciertos, Birkin, la Birkin (Londres, 75 años), modelo, actriz de cine y teatro y cantante, no ha dejado de cautivar a lo largo de más de medio siglo. La chica que enamoró y escandalizó rompiendo normas y tabúes y exhibiendo un cuerpo y una personalidad tan diferentes a lo acostumbrado es hoy una abuela de cinco nietos, que ha afrontado una leucemia y ha sufrido un ictus (el septiembre pasado) pero que sigue volviendo a los escenarios con su mito intacto, y hasta acrecentado. Hoy domingo tenía previsto inaugurar en Madrid (Patio Central del Conde Duque) la programación musical de la 38ª edición del festival Veranos de la Villa, tal y como se reflejaba en la primera versión de esta noticia, pero “la indisposición de uno de sus músicos”, según una nota del Ayuntamiento de Madrid, lo impide. No obstante, se mantiene, de momento, la fecha del 19 de julio para presentarse en el festival Grec de Barcelona (anfiteatro de Montjuïc) con un concierto centrado en su último disco, de diciembre de 2020, Oh!, pardon, tu dormais…, el primero en 12 años con material nuevo, tras Enfants d’hiver. Jane Mallory Birkin (con ese segundo nombre no es raro que haya llegado tan alto) atiende a EL PAÍS por teléfono y es difícil no tragar saliva al escuchar la voz que dejó anonadado al mundo cantando y gimiendo junto a Gainsbourg el Je t’aime… moi non plus, el temazo que resultaba tan embarazoso en las pistas de baile.
La última vez que la vimos en el Grec, en 2003, fue con aquel espectáculo de canciones de Gainsbourg interpretadas con aires arabizantes y cíngaros; había un momento en que salía con un traje rojo maravilloso. “Arabesque, ¿te acuerdas?, el show era una producción de mi amiga de toda la vida Gabrielle Crawford (née Lewis, casada antaño con el actor Michael Crawford), con la que hicimos también un libro fotográfico Attachments, con prólogo de mi amigo Olivier Rolin. Este concierto es distinto, el disco es más pop-rock, está basado en textos míos, de una obra de teatro que escribí y representé hace muchos años sobre una mujer que no puede dormir y despierta al hombre a su lado en la cama para hablar con él. Mi amigo el cantautor y productor Etienne Daho me convenció para convertir los textos en canciones, que luego han tomado direcciones distintas al material original, hacia temas más urgentes y personales y hemos hecho el trayecto juntos, incorporando también a Jean-Louis Pierot”.
Hay algo de banda sonora de su vida, un poso que parece muy íntimo y personal, con algunas canciones perturbadoras como Cigarettes, con referencias al suicidio en 2013 de Kate, su hija con el famoso compositor John Barry (al que conoció con 17 años y se casó poco después), o Les jeux interdits, con esas niñas que juegan en un cementerio (“une nécropole dérisoire”) y entierran animalillos muertos y muñecas, incluido un monito de trapo que recuerda a su célebre peluche Munkey que llevaba a todas partes y enterró con Gainsbourg. Ausencias, tristezas, rupturas sentimentales, el tiempo que pasa, también la búsqueda de un bálsamo para las heridas. Jane Birkin se entristece al otro lado de la línea y habla, susurrante, de la muerte de su padre, “mi querido papá”, David Birkin, al que perdió, recuerda, el 8 de marzo de 1991, pocos días después de la muerte del otro hombre más importante de su vida, Serge Gainsbourg, el 2 de marzo. David Birkin fue “un héroe de guerra”, oficial de la 15 ª Motor Gunboat Flotilla (MGB) que con base en Dartmouth se dedicaba a peligrosas operaciones clandestinas en la costa de la Francia ocupada por los nazis. “Mi padre, comando de la marina, era el navegante del grupo y orientaba la lancha en noches sin luna para desembarcar agentes especiales, rescatar a aviadores aliados y llevar suministros a la Resistencia. Era muy valiente y ayudó a mucha gente”. Inesperadamente, Jane Birkin está hablando no de Carnaby Street, la Riviera o el Paris chic, sino de sus conexiones familiares con la Segunda Guerra Mundial. ¿Conoció su padre a Patrick Leigh Fermor, el escritor, aventurero y héroe militar?, debían ser una peña los de operaciones especiales. “No lo sé, era muy reservado en todas esas experiencias”. La madre de Birkin, por cierto, era Judy Campbell, actriz fetiche de Noel Coward.
En todo caso, ella, Jane, vivió otras aventuras vitales muy distintas en los años sesenta. La little English girl con encantador diastema y sin sujetador cayó en el emblemático 1968, durante el rodaje de Slogan, en brazos del cínico y maduro (40 años) Gainsbourg, los dos heridos: él por el abandono de Brigitte Bardot, ella por su divorcio de John Barry. Ella ya había salido en Blow- Up de Antonioni y pronto se sumaría a la triangular piscina de Jacques Deray, con Delon, Schneider y Maurice Ronet en la escalerilla. “Me parece todo muy lejos, mi vida de aquella época. Con Gabrielle comentamos que de todo parece que haga cien años, mi boda con John Barry, la suya con Michael Crawford, todo queda lejísimos. Los sesenta y setenta eran unos años extraordinarios, pero han quedado muy atrás”.
¿Cómo se siente al pensar en aquella chica refulgente que fue? Una influencer avant la lettre que puso de moda en la jet hasta aquel bohemio cesto de paja portugués, el cestinho por el que no la dejaban entrar en Maxim’s. “Ah, me siento muy vieja”, ríe quedamente Jane Birkin. Uno se siente obligado a decirle que no, que para nada, Jane, que quien tuvo retuvo y más en su caso. Recibe el cumplido sin mucho entusiasmo pero con simpatía. “Ahora tendrías que verme, estoy muy hinchada por la cortisona que tomo por mi enfermedad”. Impulsivamente le digo que sin duda peor está Françoise Hardy (con un cáncer terminal de laringe ha pedido la eutanasia), y se hace un silencio apesadumbrado poblado de pretéritas chicas yeyés, expresión inventada por Edgard Morin, en vaqueros y la melodía de Comment te dire adieu. “Hemos cantado juntas en mi álbum de duetos, es una parte muy importante de la cultura francesa, y era tan, tan guapa…”. Cuando Jane Birkin empezaba la Hardy, dos años mayor, ya era famosa, por Tous les garçons et les filles. Pero no parecía feliz. “Tuvo esa larga relación complicada con Jacques Dutronc, formaron una pareja muy icónica, nunca han dejado de ser amigos”.
Y ella, Jane Birkien ¿piensa en Serge Gainsbourg, del que se separó tras 12 años? “Siempre”, responde sin dudar un momento. “Es el mayor escritor francés de su época. Un autor de la altura de Apollinaire y Baudelaire. Con muchos parecidos con Boris Vian. Todos los que han venido después han estado influidos por él. Era un hombre extraordinario. Y muy divertido. Tuve mucha suerte con él, me lo enseñó todo”. Y él con ella, me atrevo a decir, que mira que era feo, con esas orejas y los dedos siempre amarillos de nicotina de sus Gitanes, y su lado Hyde, Gainsbarre. “¡No, era guapo y muy sexy! Me encantaban su torpeza, su timidez, su vulnerabilidad, su humor y su inteligencia”. A Gainsbourg, el chico judío de origen ruso cuyo padre pianista tocaba en bares y cabarets, le chiflaba que ella fuera una chica bien, incluso con raíces aristocráticas, y que le diera una familia, incluido un suegro que luchó contra los nazis. Juntos tuvieron a Charlotte Gainsbourg. A Serge, por lo visto, le gustaba que Jane no tuviera casi pecho, decía que le recordaba la Eva de Lucas Cranach, y que viva la cultura.
El Je t’aime no lo canta en conciertos, ¿lo canta en la ducha? “¿Cómo dices?”. En la intimidad quiero decir. Jane Birkin vacila entre divertida y sorprendida. “Lo del Je t’aime me parece muy lejos también. Fue una canción que provocó muchas reacciones, el Papa y la BBC la prohibieron, nunca pensamos que fuera a convertirse en un himno de libertad”. Birkin la cantó por celos. Gainsbourg la compuso para Brigitte Bardot y la grabaron juntos en 1967 en dos sesiones (la segunda con las luces apagadas), pero el marido entonces de ella, el millonario y play boy Gunter Sachs, no quiso ni oír que la difundieran y quedó aparcada, hasta que la volvieron a grabar Serge y otra B, Birkin. Jane, por cierto, vivió un episodio especial al compartir cama cinematográficamente hablando con BB que la seducía en Don Juan ou Si Don Juan était une femme..., de Roger Vadim. Birkin siempre recuerda que miraba el cuerpo de Bardot a su lado, desnudas las dos, tratando de hallarle algún defecto… y nada.
Su propio cuerpo, su androginia à la garçonne explotada a fondo, y tan a fondo, por Gainsbourg en el filme Je t’aime con Joe Dallesandro como camionero sin lubricante, y el coqueteo de Serge (que llegó a cantar muy sugerentemente Mon legionnaire) con la identidad sexual y el travestismo, ¿adelantaron el actual fenómeno queer y la difuminación de las fronteras de género? “Era todo muy intuitivo, pero de todo hace tanto tiempo…”. Jane Birkin se despide con una cierta urgencia, pero emplazando para seguir con la charla después del concierto en Barcelona. Y ya no es que uno trague saliva, sino que le tiemblan las piernas.