La exposición del futuro: Sorolla, en versión original, inmersivo y en realidad virtual
La muestra en el Palacio Real de Madrid celebra el centenario del pintor de la luz con 24 piezas casi desconocidas
Una vez se atraviesa el patio de armas del Palacio Real, la sensación de solemnidad cambia al entrar en la exposición Sorolla a través de la luz. Hay algo de tradicional en las salas que muestran la obra original del conocido como pintor de la luz, pero el acelerador hacia el futuro se aprieta rápido al entrar en un espacio inmersivo y en otro de realidad virtual. La muestra se vende como una experiencia tres en uno. Tal vez sea algo así como el (pen)último salto con triple tirabuzón en la manera de consumir arte, porque es la primera vez en España que piezas originales se exponen con cuadros recreados con tecnología.
A esta muestra, que celebra el centenario de la muerte del pintor (falleció el 10 de agosto de 1923) se le queda pequeña la etiqueta de inmersiva. Las dos salas que podrían responder a esta técnica porque reproducen del suelo al techo cuadros de Sorolla en tamaño gigante, combinados con artículos de periódicos, dibujos y escritos personales del artista, amenizados con música envolvente, lo hacen en multipantallas led. Y ese parece ser el detalle que lo cambia todo. Este tipo de luz, explican los organizadores, “permite ver mejor las pinceladas de Sorolla”, y no se suele usar en las cajas de luz de otras exposiciones.
En estas dos salas se suceden cientos de imágenes en movimiento. Las comisarias Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del pintor y experta en su obra, y Consuelo Luca de Tena, exdirectora del Museo Sorolla, recordaron en la presentación de la exposición —que se podrá ver hasta el 30 de junio— que al pintor le hubiera encantado esta manera de dar vida a su obra porque, entre otras razones, “era un amante del cine”.
Después de pasar unos 20 minutos envueltos en las obras de Sorolla, hay una suerte de vuelta a la realidad al llegar a los tres espacios, señoriales, donde cuelgan 24 piezas, muchas de ellas nunca expuestas porque proceden de colecciones particulares. Comienza un recorrido temático, como el que podría hacerse en cualquier museo. Las revoluciones bajan. En este tramo manda la contemplación en tres ambientes: retratos de familia, retratos reales y jardines, y una selección que se titula El mar.
A partir de este momento, no hay un contador, el principio y el fin lo marca cada visitante. El rato que quiera pasar cada uno ante Clotilde y Elena en las rocas. Jávea y tratar de imaginar a Sorolla apurando los minutos para captar esos colores naranjas sobre las rocas. O recrear la conversación del niño y la niña de Idilio. De las más de 4.000 obras de Sorolla, una cuarta parte tienen como protagonista al mar; y las tres restantes discurren en las playas o el puerto de Valencia.
O incluso asombrarse ante los retratos Alfonso XIII con uniforme de húsar y La reina Victoria Eugenia de Battenberg con manto de armiño, pintados sobre un fondo de jardines, poco habitual en este tipo de estampas. Desde principios de los años noventa del siglo XIX, Sorolla comenzó a destacar como retratista; en su legado hay unas 700 piezas de este tipo. “Los más bellos son los de su familia, que destacan por su originalidad, su naturalidad y el afecto que irradian”, dijo Pons-Sorolla.
Cuando ya parece que han bajado las pulsaciones, pero antes de caer en el letargo, la exposición, como en una partida que parece ganada, muestra el as en la manga. Un recorrido en realidad virtual de siete minutos. Los nervios se sienten en la fila mientras se espera a que te coloquen las gafas. En ese momento, el visitante se convierte en un avatar, no solo en espectador. Un personaje que tiene que seguir las flechas hasta llegar a una pasarela por la playa de la Malvarrosa de Valencia, donde se adentra en la pintura Paseo a la orilla del mar, y otra vez ve a su esposa, Clotilde, y María, una de sus hijas.
En toda la exposición se puede ver al resto de personas que están en la sala para no chocar. El protagonista es el visitante y mejor evitar un manotazo al de al lado cuando al cruzar otra puerta virtual, ya en el estudio de la casa-museo de Sorolla, se pueden tocar algunos de los objetos de su lugar de trabajo. Al quitarse las gafas, el final, como siempre, es la tienda donde un grupo de mujeres, en vez de comprar un recuerdo, comentan el que se llevan: “Yo iba a levantar la mano para que me sacaran. Mi cerebro no lo entendía bien”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.