Por qué los grupos de pop y rock de los ochenta están tocando más que nunca
La irrupción de la música ‘indie’ a mediados de los noventa los barrió del mapa. Ahora, justo cuando los solistas latinos acaparan las listas, bandas como La Guardia, La Frontera o Los Rebeldes vuelven a ser muy demandadas
Muchos carteles de conciertos que este verano adornan las paredes de cualquier ciudad o pueblo de España pueden llamar a engaño: ¿estamos en 2024… o en 1989? Los nombres de La Frontera, La Guardia, Los Rebeldes, Cómplices, Rafa Sánchez (exvocalista de La Unión), Seguridad Social, Tam Tam Go!, Tennessee y muchos otros grupos que empezaron en la década de los ochenta o principios de los noventa son ubicuos. Ojo: no hablamos de Los Secretos u Hombres G, cuyo tirón en directo nunca menguó (aunque el cuarteto de David Summers, recordemos, cesó su actividad entre 1993 y 2002). No; se trata de las bandas que en el escalafón de la popularidad siempre estuvieron un peldaño por debajo, muchas de las cuales atravesaron una ingrata travesía por el desierto y que ahora, desde hace unos años, tienen sus agendas de conciertos más repletas que nunca.
Literalmente: en 2022 los granadinos de La Guardia ofrecieron 150 conciertos por todo el país (uno cada 2,4 días), pulverizando así su propio récord de 121 bolos establecido en 1989. Este año esperan igualar la cifra alcanzada hace 25 años, cuando estaban en la cresta de la ola. No ha sido siempre así. Como otras formaciones de su generación, La Guardia llegó a retirarse; ocurrió en 1997. Su líder, Manuel España, montó otro grupo, Chamaco, con el que grabó dos álbumes. Pero por aclamación popular (y no es una frase hecha), La Guardia regresó a mediados de la década siguiente para ofrecer un creciente número de conciertos que ha culminado con la llamativa plusmarca.
Manuel España, de 58 años, reconoce que si en su momento dieron un paso atrás fue porque sintieron que su música había dejado de interesar. “La gente estaba centrada en el indie, el nuevo flamenco, los ritmos tropicales, el acid house… Y parecía que los que éramos veteranos y hacíamos rock más clásico estábamos mal vistos. Había un poco de edadismo, y eso que éramos superjóvenes. Pero nos sentíamos discriminados por la radio, la prensa… Aunque veníamos de vender millones de discos, si el público y los medios no están por la labor, lo mejor es parar”. Cuando en los conciertos con Chamaco la audiencia le pedía que tocase los clásicos de La Guardia, el cantante y compositor pensó que era hora de volver.
Este renovado auge de bandas provectas sorprende (o no) porque coincide con unos días en que se supone que los artistas de música urbana latina y los solistas de pop copan, en detrimento de los grupos, los primeros puestos de las listas y la atención del público más joven. Cabría colegir de ello que el tiempo de las bandas de guitarras, bajo y batería ha pasado; más aún para las que empezaron hace cuatro décadas. Sin embargo, sucede lo contrario. La media docena de éxitos que cada una lleva en su mochila —bagaje nada corto, si lo comparamos con el impacto fugaz de estrellas actuales— basta para que su presencia se reclame de forma insistente en carpas municipales, salas de aforo medio, festivales especializados y eventos privados. La audiencia quiere escuchar Cuando brille el sol, El límite y Mediterráneo, y se lo pasa en grande cantando y bailando esas y otras canciones que se publicaron en los ochenta.
Con la excepción de OBK, que en su actual formato de solista (el cantante Jordi Sánchez) no tiene una semana de descanso, los demás son grupos de pop-rock atemporal. “En las últimas décadas, han pasado cantidad de modas y estilos —dice Manuel España—, pero grupos como nosotros, que nunca estuvimos a la moda, seguimos ahí. La Guardia sigue tocando con amplificadores de válvulas, monitores… Creo que la gente valora mucho eso: que no somos un producto, sino que seguimos nuestro camino”.
Saludable camaradería
Estas bandas longevas han dejado atrás viejas rivalidades y, a fuerza de compartir cartel, se llevan ahora de maravilla. Es frecuente que en conciertos de unos u otros aparezcan coetáneos a modo de invitados. El 25 de noviembre de 2023, La Guardia celebró sus 40 años en la música con un concierto en La Sala del WiZink Center de Madrid, con presencia sobre las tablas de David Summers, Javier Andreu (La Frontera), Carlos Segarra (Los Rebeldes) y Efecto Mariposa. El pasado 18 de mayo, Javier Andreu, Carlos Goñi y Ariel Rot tocaron en el concierto de Jaime Urrutia en Madrid; un mes después, el 13 de junio, Urrutia devolvió el favor a Andreu compareciendo, junto con Coque Malla, en el concierto del cantante de La Frontera en la capital. Esa saludable camaradería constituye un aliciente añadido para el público. “Intentamos divertir a la gente”, dice Javier Andreu, de 61 años. “¿Cómo? Colaborando entre nosotros. Pertenecemos a generación magnífica, y la gente no es tonta. Por eso se ha producido el bum”.
Tal vez el mejor ejemplo de ese compadreo sea el festival Rock & Roll Star, que en julio de 2013 (hace ya 11 años) se inventó el empresario granadino David Camacho, director de Diagonal Producciones, y que continúa vigente. A lo largo de hora y media, Manuel España, Javier Andreu y Javier Ojeda cantan los temas más populares de La Guardia, La Frontera y Danza Invisible respaldados por una banda base (La Guardia). “El público de estas bandas es similar”, explica dice Camacho, de 52 años. “Te puede gustar más una u otra, pero ninguna te va a molestar. Los grandes éxitos lo son siempre. Por eso decidimos centrarnos en seis o siete singles de cada grupo, y ofrecerlo todo concentrado, con las voces originales y una banda sólida. Eso crea una competencia sana y, a la vez, se demuestra que la unión hace la fuerza. La audiencia recibe tres por el precio de uno. Lo que hacemos es unificar verdades”.
Repertorio similar ofrecen los grupos de tributo que de un tiempo a esta parte sacan un dinero explotando un digestivo menú de grandes éxitos de los ochenta y noventa, alternando en un mismo concierto temas de Hombres G, Los Secretos o Revólver. Contrariamente a lo que cabría esperar, la proliferación de esas formaciones no solo no ha perjudicado a las homenajeadas, sino que el probado interés por las canciones de antaño deja sitio para unas y otras. “Nos resulta chocante que haya bandas tributo a grupos en activo” apunta España, “porque la gente quiere ver a la original”.
Más pirotécnicos son festivales como el que se celebró el 26 de abril en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid (Locos por la Música) y que reunió a Seguridad Social, Modestia Aparte, OBK, Rafa Sánchez, Cómplices, Amistades Peligrosas, Los Rebeldes, La Guardia y Javier Andreu, entre otros (no se llenó, pero se vendieron cerca de 25.000 localidades.) O el náutico Locos por el Mediterráneo, que en su edición de 2024 (del 6 al 13 de octubre) anuncia actuaciones, a bordo del crucero Costa Smeralda, de Rafa Sánchez, Jaime Urrutia, Amistades Peligrosas, Tennessee, La Trampa, Javier Ojeda, Javier Andreu y varios más.
De las fiestas remember del dance al revival del pop
Esta corriente nostálgica tuvo destacado precedente en la escena de la música electrónica. Allá por 2002, DJ Nano creó el espectáculo Oro viejo, de marcado aire remember: a día de hoy sigue rescatando bajo ese epígrafe canciones bailables de décadas anteriores. Precisamente de la música dance partió la experiencia del festival Love the 90s, organizado por la promotora Sharemusic!, que en su edición del 22 de junio de 2024 en Madrid acogió en un espacio para el pop y el rock a los omnipresentes Cómplices, Carlos Segarra, OBK, Amistades Peligrosas, Rafa Sánchez, Modestia Aparte y también a Nacha Pop, Alejo Stivel y otros. “En los ochenta”, explica su consejero delegado, Felipe Menéndez, “la gente era muy de nicho: o te gustaba el pop, o el rock, el punk o la música de baile. Con la llegada de las redes sociales eso cambia. Por eso decidimos añadir al escenario de música electrónica otro de pop”.
En sus conciertos tanto en solitario como con La Frontera, Javier Andreu va al grano. Admite que en el pasado, cuando su grupo sacaba un disco nuevo, la audiencia recibía al principio con frialdad las canciones que aún no se sabía. “Lo que hago ahora directamente es tocar las más conocidas”, dice. Aun así, Andreu no ha dejado de componer, y en 2023 publicó un disco en solitario titulado El hombre que salía demasiado. Casi simultáneamente se estrenó una película documental sobre su vida, titulada El peor héroe del far west, dirigida por Juan Moya y con intervenciones de Javier Ojeda, Coque Malla, Carlos Segarra y Jorge Martínez (Ilegales), entre otros.
Andreu considera que lo que en su día les barrió del mapa fue aquella primera hornada de música indie de mediados de los noventa, integrada por grupos que cantaban en inglés. Y relaciona el discutible ocaso de ese movimiento con el resurgir del pop-rock de toda la vida. “Llegó un punto en que la gente se cansó de escuchar canciones en inglés, lo que no tiene sentido en este país. Los grupos indies no saben hacer canciones en castellano. Es que es muy difícil. Pero para escuchar a una banda indie, me pongo a los Sex Pistols o a The Who. Nosotros y otros grupos hacemos unas letras en castellano de puta madre, y les damos mil vueltas”, espeta.
Sin embargo, no es, a su juicio, la única razón: “La industria no deja que salgan grupos nuevos, puesto que no se venden discos, de manera que las multinacionales se dedican a captar solistas para vivir de ellos quitándoles una parte del caché de cada bolo. El rock ha desaparecido totalmente: nadie ayuda a los grupos emergentes, ni de pop, ni de rock, ni de heavy. Como no existe relevo, la gente se acuerda de nosotros y de nuestras canciones y quiere ir a vernos en directo”.
Resulta inevitable apelar a un porqué generacional. El público que creció con estas bandas, y que, por tanto, ronda ahora los 60, en una etapa de estabilidad laboral, con la casa pagada y sus hijos veinteañeros fuera del nido, ha recuperado el hábito de salir, y lo hace asistiendo a conciertos como en su juventud. “Hubo un momento en que la música indie desplaza a todo lo que había”, explica David Camacho. “Y aunque es bueno que la música se refresque, con el tiempo el público ha vuelto a los grupos que fueron banda sonora de su vida. Para casi todos, la época de los 15 a los 25 años es la edad dorada. La gente nos dice que esas canciones les traen incluso aromas, sensaciones. Con muchas de ellas ha habido pedidas de mano, noticias de que iban a ser padres por primera vez… Les llevan a sitios donde han sido felices”.
El argumento bastaría por sí solo para entender este fenómeno, si no fuera porque los jóvenes también acuden a sus conciertos. Algunos se presentan en los camerinos con vinilos comprados en tiendas de coleccionismo. “Hay bandas nuevas interesantes”, razona España, “aunque lo que hacemos nosotros no hay mucha gente joven que lo esté haciendo. Y el público valora mucho que lo que pasa encima de un escenario sea de verdad: que haya unos tipos tocando, que no haya música pregrabada, que nos podamos equivocar en cualquier momento o nos pongamos a improvisar… Es un plus que no ven en otro tipo de espectáculos”. Como señala Javier Andreu: “Hay niños de ocho o nueve años sentaditos en el suelo; detrás, los padres y las madres, los abuelos… Tenemos ya tres generaciones en los conciertos. Es una maravilla. Estamos en uno de nuestros mejores momentos”.
Babelia
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