Del K-pop al baile tradicional: la ola cultural coreana se expande al teatro y la danza
Un macrofestival en Busán convoca a más de un centenar de delegados internacionales para dar a conocer al mundo la punjanza de las artes escénicas y musicales del país
Algo faltaba en la ola coreana de soft culture que baña Occidente desde hace unos años. Sobre ella cabalga el género musical del K-pop, con bandas superestelares como BTS o Blackpink; éxitos cinematográficos como Parásitos, ganadora de cuatro premios Oscar; series como El juego del calamar, que arrasan en las plataformas. La onda llega incluso al cuidado personal, gracias a la doble limpieza de cutis y otros plato saludables como el kimchi. Pero poco se ha sabido de las artes escénicas y musicales actuales de Corea, al menos de manera tan abierta, en esta exportación de cultura autóctona que se devora con satisfacción. Era cuestión de tiempo y la K-wave (ola coreana) o Hallyu, como la llama la prensa china, ha emprendido su expansión internacional en este campo con un festival en Busán, segunda ciudad más importante de Corea, después de Seúl, está repleto de invitados internacionales de todos los continentes.
El Busan Performing Arts Market nació en 2023, pero está viviendo en esta segunda edición, que arrancó el pasado 4 de octubre y se extiende hasta este martes, su momento de explosión. Unos cuantos números para entenderlo todo mejor: más de cien actuaciones, casi doscientos artistas y ciento veinte delegados internacionales (directores de espacios escénicos, de festivales, de compañías y asociaciones, algo de prensa…), de casi todos los países y continentes. Y cuatro espacios escénicos en los que dar rienda a todo esto, pero que en realidad son más, porque cada edificio cuenta con varios escenarios: el Busan Cultural Center, el Cultural Alley, el Gwangalli beach y la Kyungsung University. “Busan tiene una gran industria de artes visuales desde hace tiempo y pensamos que había llegado el momento de dar a conocer las artes escénicas y la música”, explica Jongho Lee, director artístico del festival, a este periódico. “En los últimos diez años se está viendo un impulso en la creación de danza, teatro, música o circo aquí en Corea y queríamos darlo a conocer en un mestizaje de tradición y contemporaneidad”, concluye.
Precisamente, la palabra mestizaje es lo que mejor acaba definiendo esta gran muestra de artes escénicas y musicales. Y en varios sentidos, además. Por un lado, lejos de concentrar la programación en propuestas coreanas y conscientes de la importancia de una bidireccionalidad escénica, el festival también acoge trabajos de otros países. Sin ir más lejos, la encargada de inaugurar esta feria fue la agrupación canadiense Machine de Cirque con el espectáculo de circo contemporáneo La Galerie. Y de España, han visitado la feria el colectivo Glovo, compañía de danza con sede en Galicia que ha presentado su pieza Alleo, y la banda musical catalana Always Drinking Marching Band, que ha participado en el festival de calle que también integra esta muestra.
El mestizaje también se desprende de uno de los espectáculos más hermosos e interesantes que han podido verse en el Busan Performing Arts, titulado Youngnam Moo-Ak, que curiosamente se basa en la danza más tradicional coreana pero a la vez, como todas las manifestaciones artísticas de raíz, acaba tocando a otras en algún punto. Los movimientos de las intérpretes, ceremoniosos y cálidos, bien podían recordar a cierto flamenco en cámara lenta, pero también a los bailes tradicionales de Marruecos o la India, como así comentaron programadores de estos lugares cuando finalizó el espectáculo. “Todo habla de la naturaleza”, explica a este periódico la bailarina Eunju Shin, legendaria intérprete coreana de la danza tradicional. “Por esta razón, danzas de cualquier punto comparten cierto imaginario”. Preguntada por la situación de la danza contemporánea coreana, Eunju Shin viene a señalar algo que es fácil de identificar en todas las propuestas que se han visto, la mayoría de ellas en el apartado de creadores emergentes: “Se cuida mucho la técnica, el acabado final. Hay una excelente formación y eso se nota en los intérpretes”.
De todas las artes escénicas coreanas que se reúnen estos días en el festival, seguramente la danza sea la más conocida fuera de Corea. El lenguaje universal del cuerpo sin necesidad de traducción se presta a ello y en España son varias las agrupaciones que llevan años mostrando sus trabajos. Natividad Buil, directora del Festival Trayectos Danza y miembro de la red Acieloabierto, que agrupa festivales en espacios no convencionales del país, subraya esta calidad interpretativa. “Pudimos trabajar con varios colectivos de Corea durante algunos años mostrando sus trabajos en nuestro festival y el eco que todo aquello nos ha dejado es que antes de ver el resultado de una pieza de danza de Corea, sabemos que la parte técnica de precisión va a estar, se cuente lo que se cuente”, explica por teléfono a EL PAÍS. Algo en lo que coincide la programadora Laura Kumin, única presencia española como delegada internacional en la muestra, directora del Certamen Coreográfico de Madrid. “Son espectáculos muy acabados y cuidados que buscan complacer la mirada del público desde el rigor y el virtuosismo”, explica.
La música en vivo, con actuaciones como la de Yeongyeol Ko y The Latin Touch, también ha acentuado ese viaje de ida y vuelta entre la cultura coreana y la del resto del mundo, tejiendo conexiones y cercanía artística. “Conectar la tradición artística coreana con la contemporánea y conectar la cultura de Corea con otras alrededor del mundo, es uno de los objetivos de este festival”, cuenta su director artístico en un discurso cercano y hospitalario salpicado de frases en español. “Me gusta mucho el idioma, lo he estudiado seis meses”, aclara y sonríe. La muestra se cierra esta noche con el espectáculo de danza Gornisht, de la compañía israelí Roy Assaf Dance.
Babelia
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