Manuela Vos: “Soy la misma que antes pero en un cuerpo distinto”
La campeona mundial en ciclismo paralímpico estrena una obra de teatro en la que, a través de su vida, se quiere dar visibilidad a las personas que están fuera de lo normativo
“¿Necesitas una actriz tetrapléjica?”, le preguntó Manuela Vos (Leeuwarden, Países Bajos, 56 años) a Emilio del Valle la primera vez que se vieron tras el accidente de ella. Entonces, el dramaturgo contestó que no. Ahora sí la necesita, la necesita a ella, no a cualquiera. Vos es el eje sobre el que gira Manuela, el vuelo infinito, que se estrena mañana jueves 17 de octubre, en la sala madrileña Cuarta Pared y recorrerá Galicia, Cantabria, también Zaragoza, Valladolid... La pieza versa, mezclando música, vídeo y texto, sobre una mujer a quien se le rompieron el cuello (tiene dañadas la cuarta cervical, la quinta y la sexta) y la vida el 5 de julio de 2021 escalando las agujas de Tajahierro, en los Picos de Europa.
En poco más de tres años ha superado muchos obstáculos y ha llegado a muchas metas. La última —por ahora—, la que traspasó el 24 de septiembre en Zúrich. Al imponerse en su categoría, H1 (donde compiten quienes tienen más grado de discapacidad), se convirtió en la primera española (se nacionalizó hace un año) campeona del mundo en ciclismo paralímpico.
Pregunta. ¿Está preparada las sociedad para convivir con personas con necesidades diferentes a las mayoritarias?
Respuesta. Creo que no, aunque no puedo hablar por otra gente. En la obra trabajamos para normalizar, ese es el mensaje. Está basada en mi historia, pero esperemos que ayude a la gente que es diferente, a quien miramos como si fueran raros. Cuanta más gente distinta veamos, más aceptado estará.
P. ¿Siente esas miradas condescendientes?
R. Siempre hay de eso, entonces sonrío, la gente sonríe y se relaja un poco. Lo que me pasa mucho, y me molesta, es que si voy acompañada no se dirigen a mí, preguntan o hablan a la otra persona como si yo no fuera a entenderles o a enterarme. Me choca muchísimo.
P. ¿Los equipamientos culturales como museos, teatros, auditorios son accesibles?
R. Llevo tan poco tiempo en esto... Cada vez hay más accesibilidad. Me explico: hay más accesibilidad para otros, pero hay pocas personas tetrapléjicas como yo que tengan tanta actividad y para nosotros no es tan común. Cada vez los espacios son más accesibles para el público, pero ¿y los actores en silla de ruedas? Si alguien quiere hacer una audición o quiere estudiar teatro, ¿están los espacios preparados? [En la Cuarta Pared han habilitado un camerino para ella].
P. ¿Qué quiere decir con que lleva poco en esto?
R. Solo hace un año que me siento yo en mi cuerpo. Al principio estás en una burbuja. Es un drama tan grande, tan complicado de asumir, ni siquiera hablo de aceptar, aceptarlo no lo he aceptado. Tardas en sentirte tú. Desde hace un año siento que la que está aquí, en mi cuerpo, es la misma que estaba antes, no he cambiado. Antes estaba en un cuerpo más que móvil, hacía muchísimo deporte, y ahora estoy en este; pero mi mente no ha cambiado.
P. ¿Cómo convive con la vida de antes del accidente, con la memoria?
R. Lo toco poco... (se emociona). Las dos cosas más importantes en mi vida eran mis hijos y el monte, ahí encontraba mi paz. ¿Ahora dónde la encuentro?
P. ¿Ha vuelto a la montaña?
R. He hecho el descenso del Sella adaptado. No quiero que la gente piense que corro muchos riesgos, hay quien piensa que los corro por ir por la calle, pero tengo derecho a hacerlo. Del descenso hago la versión adaptada y hay gente que te ayuda por todos lados.
No me gusta cuando dicen... “claro, por escalar...” Escalar es seguro, me caí en una zona muy fácil. Estaba muy preparada, tenía el mejor material, me gasté un pastizal en los empotradores (puntos de seguridad y anclaje que se usan en la escalada), eran los mejores, de hecho, el último que puse me salvó la vida. La gente piensa que si practicas estos deportes eres una inconsciente, pero lo importante es hacer las cosas bien y yo necesito tener una vida.
P. Y Dios, que aparece en la obra, ¿juega algún papel?
R. No, no creo. Si existiera no ocurrirían las cosas que pasan, y no me refiero a mí, me refiero en el mundo. Pero entiendo que hay gente a quien le ayuda. Lo que sí creo, y no sé por qué, es que hay algo después de todo esto. Eso hace que no tenga miedo a la muerte. Cuando estaba en la UCI y no podía respirar recordé que la ley de la eutanasia se había aprobado unos meses antes.
P. ¿Cómo lleva que se la considere un ejemplo, una heroína?
R. Soy una persona normal, alguien que intenta encontrarse de nuevo. He pasado por bajones monumentales. Tengo mucho dolor. Tomo un porrón de pastillas. El dolor siempre está ahí, lo comparo con el ruido de una discoteca, que, de repente, cuando sales y no hay ruido, tienes esa sensación de “¡ah, qué alivio!”. El día que encuentren algo para quitarme el dolor será algo así. No pido andar, me basta con que me quiten el dolor, mi vida sería diferente, pero no quiero ser quejica.
Hago deporte para encontrar esa paz que antes hallaba en la montaña. Por sentirme sana. Y el teatro para tener una ocupación, para ser útil.
P. En el escenario también habla de sexo, ¿es tabú este tema con tetrapléjicos?
R. Sé que se tiene curiosidad, pero nadie se atreve a preguntar. Yo hablo desde el punto de vista de las mujeres. Emilio [del Valle] escribió que es como un volcán, que hace ruido, que está ahí, a punto de estallar. Y es como lo describe, como electricidad, se te enciende algo. Me puedo poner solo pensando, igual que antes. Noto esas vibraciones, tiene que ser mentira. No tengo sensibilidad, pero sí siento. Yo creo que trabajas mucho con los recuerdos. Tengo orgasmos, son distintos, pero son reales. Pensé: “¡Ostras, qué fuerte! Mola mucho”.
P. Y algo, quizá mejor, o no... El sentido del humor.
R. Sin humor no hay vida.
P. ¿Ha llegado a reírse de tu situación?
R. De momentos causados por mi estado. Momentos que me hacen llorar, pero luego, al contarlo, te acabas riendo. Yo antes decía que tenía incontinencia emocional, lloro mucho. Ahora digo que soy incontinente por todos lados, y la gente no se atreve a reírse.
Babelia
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