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Premios Oscar
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Excesivos premios Oscar para ‘Anora’

La película triunfadora de la noche me entretuvo y su protagonista me resultó creíble, pero me cuesta trabajo recordarla. Sin embargo, ‘The Brutalist’ permanece en mi retina

Sean Baker y Samantha Quan, director y productora de 'Anora', posan con sus cinco Oscar. Foto: DANIEL COLE (REUTERS) | Vídeo: EPV
Carlos Boyero

No se cuál es en los últimos tiempos la audiencia televisiva de los premios Oscar fuera de Estados Unidos, pero sospecho que está en alarmante decadencia. A mí nadie, excepto los profesionales cuya obligación es quedarse despiertos esa noche, me comenta que haya estado despierto hasta cerca del amanecer para constatar quiénes son los nuevos reyes de Hollywood y disfrutar con esa marcha de pompa y circunstancia, agotadores agradecimientos e interminable desfile de presunto glamur.

El negocio central está la baja, las plataformas imperan, lo de ir al cine durante casi un siglo estuvo de moda, era un ritual permanente, pero ya no, se consume abrumadoramente en casa, solos o en compañía de otros, con las interrupciones que le dé la gana al receptor. Pero el gran templo mantiene las apariencias. O sea, todos hermanados para decidir quiénes son los mejores del año. Las habituales carantoñas entre ellos y un estratégico silencio hacia el estado de las cosas en su país, ya que el impresentable Trump y sus gorilas también pueden intervenir en el negocio. O sea, que calladitos. Si les fue bien ejerciendo en la cultura woke, habrá que adaptarse a los impunes delirios y salvajadas del nuevo dueño del reino. Los que inventaron las comunicaciones tecnológicas enganchando hasta el alma al complacido universo, no han dudado en acudir presurosos (imagino que con el propósito de ganar aún más poder y dinero) a la corte de Atila.

Los premios Oscar han sido predecibles entre gente informada, también del público que se sintió enamorado de la película encuadrada en el cine independiente Anora. Reconozco que tiene mucho mérito haberla rodado con el exiguo presupuesto de seis millones de dólares (como resulta esperanzador que apartándose del derroche habitual y ancestral la excelente The Brutalist se realizara en 32 días de rodaje y que costara diez millones), que ganó la Palma de oro en el cada vez más decaído Cannes, pero no permanece en mis mejores recuerdos cinéfilos del año. Me entretuvo, lo cual es bastante, seguí con interés el ardor sexual y acelerado idilio de esa joven puta experta en supervivencia y el drogota y enloquecido hijo de un oligarca ruso. Hay personajes, situaciones y diálogos con cierta gracia en el guion, la actriz Mikey Madison resulta hiperactiva, lista, sensual, estupefacta y creíble en su papel, pero me cuesta trabajo recordar esta película aunque la viera hace unos meses. Y se ha llevado los trofeos más trascendentes. Y me alegro de que se rompieran los pronósticos favorables respecto a la meritoria interpretación (nada más) de la resucitada Demi Moore en esa tontería sanguinolenta e insoportable titulada La sustancia. Sin embargo, la atmósfera, la turbia historia y la estilosa forma de ser contada que exhibe la oscura y fascinante The Brutalist permanecen en mi retina y en mi oído. Es la película que más me ha impresionado este año, junto a la española Los destellos. Y lamento que hayan olvidado la cálida y verosímil biografía del Dylan juvenil en A Complete Unknown.

Y ha sido todo muy extraño, anticinematográfico y farisaico lo que ha ocurrido alrededor de la antes aclamada Emilia Pérez. Convirtiéndose en apestada por las antiguas e impresentables declaraciones de su protagonista, Karla Sofía Gascón. Como si eso tuviera que ver con su interpretación. Yo no me creía que el capo más brutal de México decidiera convertirse en mujer, borrar todas sus antiguas huellas e irse a vivir en plan solterona al opulento lago Como, aunque añorando trágicamente a sus hijos. También se apuntaban algunos bailes y canticos. Alguno era bonito. Pero que los mismos que la habían aclamado ahora la desprecien por los pensamientos de su protagonista, huele a la peor farsa.

Al menos han reconocido el magnífico trabajo de la hermosa Zoe Saldaña. Y la capacidad para emocionar de Walter Salles en la trágica y conmovedora Aún estoy aquí. Y nada que objetar a la inquietante y compleja interpretación de Adrien Brody dando vida y angustia otra vez, como en El pianista, a un judío acorralado. La brillantez de su trabajo es incontestable. Como también lo es la del niñato Timothée Chalamet encarnando a Dylan. Pero solo había sitio para uno. Lástima.

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