El Bilbao Basket noquea al gigante
El equipo de Katsikaris protagoniza un debut sobresaliente en la Euroliga ante el Olimpiacos
Un sólido Bizkaia Bilbao Basket vivió ayer un día histórico al estrenarse en la Euroliga con una contundente victoria ante el Olympiacos, el gigante griego. Al margen del currículum del equipo de Dusan Ivkovic, en el que figura ser campeón de la Euroliga en 1997, seis final four y numerosos títulos de Liga y Copa helenas, su plantilla es mucho más que completa y talentosa. Llega a ser, a veces, mágica. Pese a todo ello, el equipo de Katsikaris puso cabeza y corazón al partido, que llegó a dominar con 15 puntos de ventaja. El rutilante conjunto griego se topó con un muy motivado conjunto bilbaíno, exultante tras vencer en agónicos finales al Real Madrid y el Joventut en Liga.
Tres minutos y medio después del arranque del encuentro, el marcador solo señalaba un punto a favor del Bizkaia Bilbao Basket y cero para el Olympiacos. El dato da fe de que la defensa de ambos equipos se mantuvo dura, espinosísima, desde los primeros instantes. Banic declaró hace unos días que el de ayer era el día que llevaba esperando "toda su vida" y se notó. Marcó los primeros puntos del primer cuarto y los últimos del segundo. También había recalcado que no había que tener "demasiado respeto" al peligroso Olympiacos, que juega muy bien en velocidad e imponía de cualquiera de las formas. Fue una buena reflexión.
BIZKAIA B., 76 - OLIMPIACOS, 61
PARCIALES: 18-11, 19-20, 23-18, 16-12 .
BIZKAIA BILBAO BASKET: Jackson (11), Blums (3), Mumbrú (4), Banic (22) y D'or Fischer (16) -cinco inicial-; Grimau (7), Raúl López (-), Josh Fisher (2), Vasileiadis (9), Stevic (-), Hampl (2) y Hervelle (-).
OLIMPIACOS: Antic (4), Gecevicius (15), Papanikolaou (2), Mantzaris (2) y Papadopoulos (5)-cinco inicial-; Printezis (4), Howard (2), Hines (14), Spanoulis (9) y Mantzaris.
ÁRBITROS: Carl Jungebrand (FIN), Damir Javor (SLO) y Petri Mäntylä (FIN). Eliminado por faltas personales Printzetis
Bilbao Arena. 8.432 espectadores.
Jackson dirigió y cohesionó bien al equipo. Katsikaris, que se reencontró con su pasado en el encuentro —fue ayudante de Ivkovic en el AEK—, sabía que mantener al máximo la concentración era vital. Y es que los de Ivkovic no perdonan errores. No cometió el Bilbao Basket ninguno relevante hasta el descanso.
El técnico del equipo bilbaíno advirtió a sus chicos desde el principio que tenían que medir bien la presión que aplicaban al Olympiacos, un superviviente nato.
Grimau contribuyó a la causa desde la línea exterior y D'or Fischer aportó su peculiar astucia. Mumbrú y sus tres puntos en el último segundo del primer cuarto bordaron un esperanzador 18-11. Después llegó Hampl y puso nueve puntos arriba y una escapada de Hines, seguido del siempre estratosférico Spanoulis, columna vertebral del equipo, acortaron distancias y ambos conjuntos permanecieron clavados en un 22-19 demasiado tiempo.
Rompieron la inercia Jackson y Grimau, pero volvió a aparecer Spanoulis y la empresa, claro, volvió a complicarse. Un triple de Vasileiadis mejoró el resultado, que quedó en 37-31.
El tercer cuarto fue el asalto definitivo. El equipo de Katsikaris cogió aire y desbarató los planes y al estrategia griega. El tridente D'or Fischer, Blums y Banic hizo mucho daño a la defensa griega mientras Miribilla subía varios grados de temperatura. Con su público entregado, extasiado, el conjunto bilbaíno alcanzó los 15 puntos de ventaja dándose cuenta de cada paso, sufriéndolos y pensándolos.
En tres contundentes ataques del Olympiacos pareció deshacer en hechizo que vivían los de Katsikaris, pero la sangre no llegó al río.
El último cuarto fue para Vasileiadis, que aportó frescura y decisión en sus intervenciones. Banic seguía en su salsa y el resto le seguía entregado, convencido de sus posibilidades. Las canastas empezaron a volar. El ritmo comenzó a ser demasiado rápido como para poder calibrar bien sus consecuencias.
Katsikaris pidió tranquilidad y a tres minutos, cuando el Bilbao Basket sacaba diez puntos a su desorientado rival. Los locales lograron contener los nervios y la responsabilidad el tiempo suficiente como para que los griegos no se les escaparan vivos.
Banic, que cerró el partido como lo empezó, con unas ganas e ilusión contagiosas, dio paso a un Jackson encantado, que ya solo tuvo que dejar pasar los segundos y entregarse, con Miribilla y su equipo, al placer de la victoria merecida.
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