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El mensaje oculto de Griezmann

El pequeño mediapunta francés ha rebajado su adrenalina y su imagen díscola para asentarse en la Real

Alejandro Ciriza
Griezmann, en el Camp Nou.
Griezmann, en el Camp Nou.David Ramos (DIARIO AS)

Un escueto mensaje, oculto bajo cuatro sencillos pliegues e introducido en uno de sus bolsillos, iba a fraguar su destino. “Se acercó, me dio la nota y me dijo que no la leyera hasta llegar a casa”, recuerda Antoine Griezmann (Mâcon, Francia; 1991), atacante de la Real Sociedad, rival mañana del Madrid; “el camino se me hizo eterno. Nada más cruzar la puerta, leí la propuesta y llamé de inmediato a mis padres, que estaban de vacaciones en Túnez. Al principio pensaron que se trataba de una broma, pero una sola llamada fue suficiente”. Engatusado por la velocidad y el desparpajo de aquel muchacho rubio, a prueba con el Montpellier durante un torneo disputado en París, el ojeador de la Real Sociedad, Eric Olhats, no dudó en echar mano del catálogo persuasivo de Florentino Pérez para tratar de reclutar al delantero.

Poco importó a los responsables de Zubieta su escasa estatura y su tallo menudo (mide 1,74), barrera que sí frenó al equipo francés. “En Francia siempre tenían la misma respuesta: era demasiado pequeño. Ningún club quería ficharme por mi altura. Surgió la opción de la Real y no me lo pensé”, recuerda Griezmann, que con solo 13 años hizo las maletas e ingresó en el vivero del equipo donostiarra. Una decisión que costó más de una lágrima a sus padres, Alain e Isabel. Y también a él. “En ese momento no te das cuenta lo que significa salir de casa. Fui a Bayona, a casa de Eric, y todo iba a muy bien. El primer día comencé a dar a todos la mano, uno por uno, pero me dijeron que aquí no se hacían así las cosas. No sabía nada de español, no hablaba con nadie... Había noches en que lloraba mucho. Durante el día estaba bien, pero cuando iba a dormir todo era más difícil”.

En Francia ningún club quería ficharme: era demasiado pequeño"

Mimado por técnicos y compañeros, quemó etapas a una velocidad de vértigo y escaló hasta el primer equipo. Con la Real enfangada en la Segunda División y él todavía en edad juvenil, el preparador Martín Lasarte le alistó para completar la pretemporada. “Fui el máximo goleador”, apunta con orgullo el mediapunta francés, protegido en aquella época por los pesos pesados del vestuario. Impetuoso, a mil revoluciones siempre sobre el césped y lejos de él, el club trató de rebajar su adrenalina y su imagen díscola, alimentada por algunos episodios de excesiva locuacidad que le distanciaron de la parroquia de Anoeta. Sobre todo cuando expresó su deseo de emigrar y firmar por el Atlético. “Era demasiado joven. No me daba cuenta de lo que decía. Quizá quise ir más rápido de lo que debía, pasar de ser un desconocido a ídolo de la afición”, justifica ahora.

Reconciliado ya con la grada y asentado como uno de los estandartes del cuadro de Philippe Montanier, comenzó la temporada como un cohete, pero un inoportuno escarceo nocturno durante una concentración con la selección francesa sub 21, que le privará de jugar con los bleus hasta 2014, le puso freno. “El problema ha sido más de cabeza que de piernas. Empecé muy fuerte, me encontraba como nunca. Después me lesioné y ocurrió lo de la selección... Perdí la confianza y me agoté mentalmente”, explica el galo, que guarda como oro en paño el pantalón que le regaló Zidane en una de las visitas del Madrid cuando él era aún recogepelotas. “Es mi mayor tesoro”, dice.

Admirador del juego de Zidane y del estilismo Beckham, aspira a seguir la estela de Aldridge, Kodro o Kovacevic

Admirador de Zizou y del estilismo y los centros de Beckham, el duelo del domingo llega para la Real en un momento dulce, con el punto de mira fijado en Europa. “Debemos ser ambiciosos, ¿por qué no? Ahora los equipos nos respetan más, tenemos gente de calidad”. Enfrente, la incógnita de si estará o no Casillas bajo el marco. “Al principio piensas: ¡Joder, Iker suplente! Mourinho, sin embargo, tendrá sus razones. Juegue quien juegue será muy complicado”, concluye Griezmann, quien no pierde ocasión para batirse en duelo con amigos como Vela, Elustondo o Ifrán en la Play y que aspira a hacerse un hueco en la historia de la Real como ya lo hicieran otros extranjeros como Aldridge, Kodro o Kovacevic; “soy feliz en Donosti. La ciudad es preciosa y mi novia es de aquí. Poco a poco voy aprendiendo euskera… ¿Qué más puedo pedir?”. Y todo, gracias a un simple mensaje en un bolsillo.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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