Isco en la verbena
El mediapunta del Madrid se prepara para sustituir a Cristiano en medio del optimismo del vestuario Ancelotti detecta disfunciones graves en la defensa del Barça
Los mensajeros se dirigían a Carlo Ancelotti en procesión tras la derrota del último clásico. Ejecutivos con despacho en Padre Damián, empleados del departamento de comunicación, miembros del cuerpo técnico bien relacionados con la directiva, o funcionarios de apoyo, todos trasladaron al entrenador la sugerencia de que —puesto que su modelo táctico parecía fracasar— pusiera a Isco de titular. Así, en el peor de los casos, se estrellaría de un modo estético, dejando un sabor agradable en el paladar del hincha, y, sin duda, contentando al presidente Florentino Pérez.
La romería se intensificó tanto en las semanas previas al viaje a Dortmund que el entrenador se planteó dejar fuera del equipo a Di María para hacerle un hueco al habilidoso mediapunta del Arroyo de la Miel. Esta idea fugaz iba contra las convicciones de Ancelotti, que cree que un sistema con tres puntas descolgados —Bale, Benzema y Cristiano— no puede asumir un cuarto elemento con tendencia a descolgarse. En pleno periodo de reflexión, el destino proporcionó una solución cruenta: la lesión de Cristiano hizo posible que Isco recuperase un lugar preeminente en el ataque sin alterar el equilibrio táctico. Los deseos de la directiva se harán realidad mañana ante el Barça, en la final de Mestalla.
El club sugirió al entrenador que le diera la titularidad tras el último clásico
Francisco Román Alarcón, conocido como Isco, es un muchacho de 21 años con toda la carrera por delante. Fichó por el Madrid el pasado verano a cambio de 30 millones de euros y muchos en su lugar habrían bajando la testuz a la espera de una oportunidad en la plantilla más opulenta del planeta. Pero Isco no. Él se siente diferente. Único por sus aptitudes de malabarista. Listo para medirse al Barcelona, rival que Ancelotti observa propicio a su regate y su pase interior.
El personal del Madrid se entusiasmó desde el día que vio el Barcelona-Valencia (2-3), el 1 de febrero. En el intercambio de información constante que existe entre los madridistas y sus amigos en el club azulgrana, en Valdebebas comenzaron a componerse una idea precisa de lo que le ocurría al rival. El progresivo trabajo del Tata Martino, su entrenador, y la colaboración de un Piqué cansado de vivir al borde del fuera de juego, había descompuesto el sistema defensivo de Guardiola y Vilanova, abriendo una brecha entre los zagueros y los volantes. Si los técnicos catalanes promovieron una defensa adelantada que salía de su zona y practicaba la anticipación, Martino prefirió protegerse mandando a Piqué al borde de su área a la mínima amenaza. El resultado fue juzgado con satisfacción por los jugadores del Madrid: “Es una defensa de verbena”.
Ancelotti advierte a sus hombres que los laterales y los defensas del Barça tienen orden de replegarse cuando rompen su primera línea de presión, abriendo un espacio incomprensible a la espalda de los volantes, que dudan entre apretar y retroceder. Para aprovechar esta disfunción ha señalado a Isco, Di María, Bale y Benzema que estén atentos y ataquen este hueco tal y como hicieron durante la primera parte del clásico de Liga, hasta el 2-2. Allí verificaron que, una vez dentro del área, Mascherano pierde todas sus virtudes para la marca y es proclive a cometer penaltis. Los jugadores del Madrid están convencidos de que si no golearon al Barcelona ese día fue porque, sorprendentemente, reapareció Messi.
El plan es aprovechar los repliegues descoordinados de los zagueros azulgrana
Hace dos meses le preguntaron a Ancelotti si había sido justo con Isco y el entrenador se revolvió: “¿Justo? Yo no estoy aquí para trabajar por un jugador o por otro. Estoy para conseguir lo máximo para el Madrid, y para hacer esto puede que no sea justo con algún jugador. Puede que Isco no esté tan contento”.
Los futbolistas aguerridos protestan buscando el contacto físico para liberar su agresividad, y los creativos, cuando se sienten marginados, expresan la rebeldía con indolencia. No hacen nada, o hacen lo que les da la gana. Así se comportó Isco cuando demostró su enfado a Ancelotti por no jugar. Los veteranos le clasificaron como “artista”, epíteto que, entre los profesionales tiene connotaciones de excelencia lo mismo que de poca fiabilidad.
Los madridistas visualizan un partido de signo favorable aunque no juegue Cristiano y su lugar lo ocupe Isco. Postergado durante casi toda la temporada por razones tácticas, Isco volverá a escena en el día más importante en lo que va de campaña y en sustitución del jugador más importante del club. Sin complejos, a pesar de todo, porque pertenece a la especie de los insolentes. A él le fastidiaba que su entrenador no le considerase al mismo nivel que Bale, Cristiano, o Di María.
Frente al Barcelona se situará tirado a un costado para moverse con libertad cuando el equipo tenga el balón. Cuando no lo tenga, deberá cubrir la banda, pero eso es algo que le resulta extraño. No tiene vocación defensiva. Según sus colegas, Isco no está en este negocio para correr detrás del lateral contrario.
Isco es imprevisible pero nunca le falta atrevimiento. En Mestalla, ante un rival con tendencia al caos, vivirá su día trascendental.
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