Banderas
La ‘estelada’ ha pasado a formar parte del paisaje del Barça con cierta naturalidad, pero la UEFA la considera “inapropiada”
La estelada es una bandera que ha pasado a formar parte del paisaje azulgrana con una cierta naturalidad, muy especialmente en el Camp Nou, un estadio en el que, por otra parte, se reivindica la independencia en cada partido cuando se cumple el minuto 17.14, pues 1714 fue el año en que Cataluña perdió la guerra ante las tropas de Felipe V. La gent blaugrana se ha acostumbrado con el tiempo a la presencia de la iconografía secesionista: se suma o no a la causa, no repara en si es mucha, poca o suficiente y considera a fin de cuentas que pertenece a la idiosincrasia del Barça. La bandera está en el estadio, en los balcones de las casas, en la calle y en las manifestaciones, no hay constancia de ninguna orden que mande su retirada, y si la hubiera seguramente serían multitud quienes apostarían por la desobediencia como hace la CUP. Nadie puede negar el vínculo del Barça con Cataluña.
Aunque el club y el equipo se visten con la senyera reglamentaria, son muchos los seguidores que incluyen la estelada en su equipaje cuando viajan por el mundo y por la Champions. Tan familiar se la supone que en su día llegó a formar parte de un cartel promocional del Mundial de Clubes en Japón. No ha habido final en la que el capitán del equipo, ya fuera Puyol, Xavi o hasta Abidal, no se haya fotografiado con la bandera independentista, ya sea en París, en Roma, en Londres o en Berlín. No había sido prohibida formalmente sino que su exhibición se consideraba una declaración de intenciones particular, de manera que cada aficionado sabía el riesgo que corría cuando se desplazaba por los campos de la Liga. El problema es que su presencia ha aumentado en consonancia con la situación política de Cataluña.
Así se explica que la UEFA multara al Barça después de la última final de la Copa de Europa. Al informe complaciente del delegado Harry Been, que felicitó al club por el comportamiento de su hinchada, siguió una denuncia sorprendente de la abogada ucraniana Anna Bordiugova, miembro del equipo de inspectores de la Comisión Disciplinaria, por la presencia masiva de estelades en las gradas del estadio de Berlín. Bordiugova no se fijó en la señal internacional sino que tuvo en cuenta la transmisión de Televisió de Catalunya (TV-3). La UEFA decidió sancionar con 30.000 euros al Barça. La entidad azulgrana no recurrió extrañamente la multa sino que optó por hacer pedagogía y explicar por la vía diplomática la historia de la estelada, una opción ruinosa porque al siguiente partido, disputado contra el Bayer Leverkusen en el Camp Nou, la UEFA aumentó la pena a 40.000 euros.
A la UEFA no le parece que la estelada forme parte de la pluralidad del Barça sino que la considera una “bandera inapropiada” y le aplica el artículo 16.2 , que castiga el “uso de gestos, palabras, objetos y otros medios para transmitir un mensaje no apropiado en un acontecimiento deportivo, especialmente mensajes que son políticos, ideológicos, ofensivos o de naturaleza provocadora”. Una norma genérica, propensa a los agravios comparativos y cuya aplicación depende del informe del delegado de la UEFA, ahora mismo a la caza y captura de banderas independentistas. El Barça ha puesto el grito en el cielo porque considera que se atenta contra la libertad de expresión, no se atiende al contexto político catalán y se toleran en cambio pancartas y actitudes violentas, al tiempo que sospechan de la presión de una mano negra española que tortura a Cataluña.
El escenario que se prepara para el próximo partido europeo contra el Bate Borisov, puede tener cierto parecido con el de la última final de la Copa del Rey disputada ante el Athletic. Aquel día la pitada al himno fue monumental porque se había amenazado con la posibilidad de no disputar el trofeo si había bronca en el Camp Nou. Ahora, para el 4 de noviembre, se espera una “explosión” de estelades, para utilizar una palabra de un directivo azulgrana, después del llamamiento previsto por las entidades soberanistas (Plataforma Pro Seleccions Catalanes, ANC y Omnium). El contencioso se prolongará ante la falta de acuerdo entre el Barça y la UEFA. Al igual que ya ha ocurrido con la FIFA, no se sabe quiénes son los interlocutores del club azulgrana, penalizado por el contencioso Cardenal-Villar, y ya se sabe que la UEFA no atiende a razones en la Champions.
Al Barcelona, despersonalizado y victimista, le pierde la ambigüedad y su carácter reactivo, incapaz de tomar la iniciativa, ahora mismo a merced de una grada multicolor, mientras que la prepotencia y su afán recaudador comprometen a la UEFA, más severa con la exhibición de estelades que en el lanzamiento de bengalas, tan obsesionada con empapelar los estadios exclusivamente con sus anunciantes y logos que un día acabará también por poner a sus propios espectadores, siempre respetuosos con el modelo de negocio, no necesariamente con el fútbol. No es fácil gobernar hoy al Barça ni tampoco a Cataluña. ¿Y la UEFA? No hay sheriff que valga, pero se aplica la ley. Tal y como está hoy el país, no le hace ninguna gracia que el Barcelona sea més que un club.
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