Morbidelli, campeón en Malasia antes siquiera de subirse a la moto
El italiano, ganador de ocho carreras este curso, sube al podio en Sepang después de proclamarse campeón por la mañana ante la baja de Luthi por lesión
Las formas fueron peculiares. Franco Morbidelli, 22 años, el casco colorido, la bandera italiana en el lado izquierdo, la brasileña en el derecho, se enteró de que era el nuevo campeón del mundo de Moto2 por la mañana. Estaba lavándose los dientes cuando un amigo, de los que a menudo rondan por Tavullia, el pueblo de Valentino Rossi, con quien el chico se entrena desde hace años, le dio la noticia. Y unas palmaditas en la espalda. Al chico le hubiera gustado proclamarse campeón en la pista. Pero ya ni siquiera necesitaría siquiera salir a correr el gran premio de Malasia para llevarse el primer título mundial de su palmarés.
Sin embargo, lo hizo encantado. Y se subió al podio, la mejor manera de celebrarlo. Corrió liberado de toda la presión que reconocía estar soportando, con gusto, todo este fin de semana, en que, era consciente, se convertiría casi con toda seguridad en campeón de la categoría intermedia, su primer título desde que ganara el Europeo de Stock 600 en 2013. Por la mañana, pasadas las ocho, le daban la noticia: su rival en el campeonato, Thomas Luthi, no podría competir. El día anterior, durante la sesión de clasificación, había sufrido una aparatosa caída. Fuertes golpes en la cabeza y unos cuantos giros sobre sí que dejaron una lesión con la que no podría subirse a la moto: fractura del astrágalo izquierdo.
Así, sin Luthi en la parrilla de salida, Morbidelli era automáticamente el campeón de Moto2 de este 2017. El piloto del equipo MarcVDS patrocinado por Estrella Galicia, ya sin las tensiones que acarrea una carrera por un campeonato del mundo, intentó ampliar su nómina de victorias, que eran y siguen siendo ocho. Salía desde la pole position, pero no pudo con Oliveira, lanzado desde la primera vuelta, cuando logró ya sacarle seis décimas, un segundo una vuelta más tarde.
El portugués fue ampliando su ventaja al frente del pelotón con cierta facilidad, cómodo sobre su KTM. Y el líder del Mundial, con su Kalex, peleó por el podio con Binder y Bagnaia, un trío muy bien avenido: jóvenes, talentosos, ambiciosos. Pero como es un tipo listo, además de tranquilo, entendió que no era el momento de pelear más cuando empezaron a caer cuatro gotas en la pista. Apenas llovía, pero todos bajaron un poco el ritmo, por precaución, Binder le adelantó, Bagnaia aflojó deliberadamente, y él –#frankysaysrelax era la etiqueta que había promovido su equipo, consciente de que el que pone la calma en el box– decidió que con subir al podio y terminar tercero la fiesta estaría completa; mejor eso que arriesgarse a fallar. Porque la carrera se completó. Faltaban tres vueltas y chispeaba. No había que ser temerario.
El piloto italiano sigue aspirando a igualar, al menos, el número de victorias de Márquez y Rossi, que fueron nueve en el año en que ganaron el título de 250cc. Lo volverá a intentar en Valencia, la última carrera del año, el 12 de noviembre.
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