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La gran conjura del Eibar ante el Atlético

El Atlético pone a prueba la racha del equipo armero, que suma seis victorias y un empate en los últimos siete partidos

Sergi Enrich celebra un gol ante Las Palmas.
Sergi Enrich celebra un gol ante Las Palmas.Quique Curbelo (EFE)

Como si de una conjura se tratase, quién sabe si con San Fabricio de Tréveris o San Guetnocio de Bretaña, dos de los santos del día, aquel 5 de noviembre del pasado año, en Anoeta, el Eibar, que perdió 3-1 frente a la Real Sociedad, decidió poner fin a su descenso a los infiernos y que la ducha post partido le endureciese la piel. En 11 partidos de Liga había cosechado 7 derrotas, dos victorias y dos empates, anotando tan solo 5 goles y recibido 25 (entre ellos seis del Barça en el Nou Camp y cuatro del Celta en Ipurua). Los más optimistas pensaban que se repetiría el esquema no tan negativo: el Eibar cuando empezaba bien, acababa mal, y viceversa. Un visión simplista de un equipo sencillo, pero no simple. Cierto que su desplome en la segunda vuelta de la temporada 2014-2015 le envió al descenso, que finalmente evitó por los impagos del Elche.

En medio de esa mala racha, Mendilíbar lo había intentado todo: cambio de jugadores, defensa de cinco, aunque siempre manteniendo la idea central de ser un equipo invasor del área rival en Ipurua y voluptuoso en el contragolpe a domicilio. Pero nada salía. Además, el Eibar sufrió las bajas de larga duración del portero Yoel, Pedro León y Fran Rico. Luego las lesiones del veterano Ramis, así como la salida del club en verano del francés Lejeune (entre otros) en el habitual baile de fichas de los equipos que suplen dinero por imaginación.

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Sin embargo, desde esa conjura, el Eibar no ha perdido ninguno de sus siete partidos de Liga (fue eliminado de la Copa por el Celta) y ahora es séptimo en la clasificación gracias a sus seis victorias y un empate en Getafe donde falló un penalti en tiempo casi de prolongación. Tras Anoeta, donde dolió casi más la ingravidez del Eibar que la propia derrota, el equipo comenzó a funcionar.

Este sábado mide su racha triunfal ante el Atlético, “un partido que no se gana en el minuto uno pero que lo puedes haber perdido en el minuto 5”, según dijo Mendilibar, con algunos cambios en la plantilla en este mercado invernal. El técnico ha aligerado el plantel con las cesiones del central Gálvez ( Las Palmas) y Christian Rivera ( Barcelona B). A cambio ha conseguido la cesión con opción de compra de Orellana (Valencia), que tardó dos minutos en marcar un gol en su debut ante Las Palmas, y el fichaje de Pape Diop (Espanyol).

Modelo férreo y sencillo

Lo cierto es que más allá de las circunstancias puntuales, el Eibar estructuralmente se asocia a un modelo férreo y sencillo de combinar fútbol y compromiso. Por eso triunfaron futbolistas de tronío como Gárate, en aquellos tiempos, Xabi Alonso, Silva, Almunia y tantos otros que contradecían el tópico del Eibar como equipo cansaalmas, arraigado como nadie en Segunda División hasta el gran salto de 2014 de la mano de Gaizka Garitano, entrenador y ex jugador del club, dimitido tras aquel descenso no consumado en 2015.

Mendilibar le ha dado su toque personal a un equipo con la personalidad bien definida. Un aire que parece volcánico, aunque fuera del fútbol exhibe una educación y una calma como en un juego de espejos. En el campo, un volcán; luego, una brisa. Cuenta la leyenda que cuando Periko Alonso entrenaba al Eibar (entre 1995 y 1998), el club instaló una protección de goma en el saliente superior del banquillo. Dicen que Periko, golpeaba con su cabeza al banquillo cada vez que lamentaba o rumiaba un error, un fallo, una injusticia, y por muy Periko Alonso que fuera, la cabeza corría sus riesgos. Seguramente es una leyenda urbana. Pero seguramente, sea realidad o ficción, también define otra arista del modelo Eibar.

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