Un oro que marca época en el balonmano español
La extraordinaria reacción de la selección de Jordi Ribera en el segundo tiempo, de la mano de Sterbik, voltea la final ante Suecia (29-23) y le da su primer título de Europa en su quinta final
Un oro al final del túnel. Un oro para toda una vida. Un oro que puede marcar una época. España superó a Suecia tras una remontada fulgurante que la redimió de todos sus sufrimientos en el primer acto y que le congracia con la historia del balonmano tras haber perdido las cuatro finales que había disputado en el Europeo. A la quinta fue la vencida. Y fue un triunfo con todas las de la ley. Un triunfo de todo el equipo, empezando por su entrenador, Jordi Ribera, que acabó haciendo buenas todas sus estrategias y su magisterio. La final, en cualquier caso, tuvo un nombre propio, el del guardameta español de origen serbio, Arpad Sterbik. Pletórico a sus 38 años, se constituyó en un muro contra el que se estrellaron un montón de ataques suecos.
ESPAÑA, 29; SUECIA, 23
España: Corrales; Solé (5, 3p), Gurbindo (1), Sarmiento (1), Raúl Entrerríos (4), Valero Rivera (1) y Aginagalde (1) —equipo inicial—; Sterbik (ps), Balaguer (5), Alex Dujshebaev (4, 1p), Cañellas (0), Morros (0), Goñi (1), Ariño (4), Gedeón Guardiola (1) y Figueras (1)
Suecia: Appelgren; Ekberg (4, 1p), Arnesson (1), Darj (0), Nielsen (5), Henningsson (2) y Wanne (3) —equipo inicial— Palicka (ps), Jeppsson (1), Tollbring (0), Petersson (0), Gottfridsson (2), Cederholm (0), Otslund (0), Zachrisson (3) y Nilsson (2).
Marcador cada cinco minutos: 3-2, 4-5, 5-7, 7-9, 10-12 y 12-14
(Descanso) 15-14, 18-15, 20-16, 13-17, 26-20 y 29-23 (Final)
Árbitros: Gubica y Milosevic (Croacia). Excluyeron por dos minutos a Gurbindo, Morros, Zachrisson y Darj (2).
Arena de Zagreb. 9.000 espectadores.
La puesta en escena del equipo español respondió a sus líneas maestras: el primer gol por el extremo izquierdo de Valero Rivera, el penalti forzado que transformó el casi infalible Ferran Solé, algún obús como el de Raúl Enterríos. Se sabía de antemano. Los flancos de la defensa sueca se cuentan entre sus puntos más vulnerables. Y una de las virtudes del equipo español a lo largo de todo el campeonato ha sido su capacidad para laborar y embestir por el centro y forzar así muchos penaltis y exclusiones de sus rivales.
Pero apenas pasó la primera oleada, fueron los suecos los que impusieron sus directrices. Juego rápido, de vértigo, y llegadas en superioridad. Una parada de su portero Mikael Appelgren resultaba mortal de necesidad para la portería española, por paradójico que parezca. Los suecos corrían los 25 o 30 metros de rigor como auténticos bolts. Y Appelgren paró a base de bien. Wanne y Nielsen mortificaron a la defensa española. Suecia formó un ovillo en el centro de su defensa que enredó a los lanzadores, a Cañellas, a Sarmiento, a todos. Los suecos navegaron con las velas henchidas durante el primer tiempo, repetidamente con tres goles de ventaja.
Jordi Ribera situó a Sterbik bajo palos en el inicio de la segunda parte y apostó por una defensa 5-1, con Alex Dujshebaev en la proa. El guardameta que sustituyó en pleno campeonato al lesionado Gonzalo Pérez de Vargas arrancó con dos paradas consecutivas. Suecia, atascada en ataque, se vio atrapada con sus propias armas. De repente fue el equipo español el que corría, el que tomaba la cancha sueca totalmente desguarnecida. David Balaguer las metía todas, como Aitor Ariño, que además forzó dos recuperaciones en esa fase.
Kristjan Andersson, el seleccionador sueco, pedía tiempo muerto. Su equipo estaba medio noqueado. Transcurridos 11 minutos de la reanudación solo habían sumado otro gol a su cuenta y España, media docena. Del 11-14 a poco para el final del primer tiempo, al 20-15 en el minuto 42. Suecia se veía obligada a forzar, enseguida a la desesperada. Atacó sin portero. Pagó los riesgos Y España fue entonces la que se lanzó como una posesa a por la victoria, a por el título, a por el oro que la redimía de las cuatro finales continentales que había disputado y perdido hasta entonces.
Abierta la espita, Gurbindo, Álex Dujshebaev, Dani Sarmiento, todos contribuyeron a la tormenta perfecta en que se convirtió el partido desde la perspectiva española. España llegó a dominar por ocho goles (25-17) cuando faltaban siete minutos y a partir de ahí el partido fue suyo. Administró con el oficio propio de un equipo que cuenta con nueve jugadores que superan la treintena. Era su gran oportunidad para consagrarse, para alcanzar la cima, la gloria. No la dejaron escapar. Ya sueñan con los Juegos de Tokio 2020. Ahora, superada la asignatura pendiente en el Europeo y también con dos oros Mundiales en la vitrina, es único título que le falta a España es el olímpico.
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