Un genio en grave peligro
Carlsen, inseguro, se juega este miércoles el título en el desempate rápido, ante Caruana, por 2ª vez en dos años
El genio es el favorito según las estadísticas, pero el portento está en alza y con capacidad para destronarlo. El noruego Magnus Carlsen, de 27 años, ya mantuvo el título hace dos años en Nueva York, ante el ruso Serguéi Kariakin, en un desempate rápido como el que disputa este miércoles en Londres (a partir de las 16.00, hora peninsular española) con Fabiano Caruana, de 26, tras doce empates consecutivos en las partidas lentas, algo que no ha ocurrido en 500 años de historia del ajedrez moderno. Los premios suman un millón de euros.
La impresión que dio Carlsen este lunes en la 12ª partida no es la que se espera de un gran campeón: ofreció tablas en una posición ventajosa y con más tiempo en el reloj. Entre los millones de decepcionados por esa actitud está nada menos que Gari Kaspárov, número uno entre 1985 y 2005, y entrenador del escandinavo durante un corto periodo, antes de que lograse el título en 2013: “A la luz de esa asombrosa oferta de tablas (…), ya no lo veo como favorito en las partidas rápidas. Los desempates requieren unos nervios tremendos, y parece que él no los tiene”, escribió pocas horas después en Twitter.
Otros jugadores de élite se han expresado en parecidos términos. Y en especial Vladímir Krámnik, quien destronó a Kaspárov en 2000: “La primera palabra que me viene a la cabeza tras ver cómo Carlsen ofrece tablas cuando tiene ventaja sin riesgo, es vergüenza (…). Algo va mal en él, parece que no aguanta la presión”.
Esa actitud del campeón es justo la antítesis de lo que hizo en Chennai (India) en 2013 cuando destronó a Viswanathan Anand: aceptó el riesgo de jugar la última partida a ganar, a pesar de que le bastaba el empate (terminó en tablas). Pero aquel joven y vigoroso genio hambriento de gloria es hoy un campeón tambaleante, mal preparado, falto de confianza, con grandes dificultades para motivarse.
Por el contrario, Caruana está en plena línea ascendente: 2º en la lista mundial, a solo tres puntos del noruego; hubiera bastado una sola victoria suya en cualquiera de las doce partidas de este Mundial para que además de la corona tuviese el número uno. Lo único que está en su contra son los números: en el escalafón de partidas rápidas (el desempate de hoy empieza con una serie de cuatro, con 25 minutos para cada uno), el estadounidense es el 8º, a 91 puntos de Carlsen (1º); y el de las relámpago (en caso de empate tras las cuatro rápidas, se disputarán un máximo de cinco tandas de dos, con 5 minutos por bando), Caruana es el 16º, a 172 puntos del líder, Carlsen. En el improbable caso de que aún persistiera el empate tras esas catorce partidas, muerte súbita: cinco minutos para las blancas, obligadas a ganar, y cuatro para las negras.
El progreso de Caruana es las dos modalidades aceleradas -su punto débil- es evidente, hasta el punto de que en los tres últimos años, su balance con Carlsen es de 2-2 en las rápidas, y 2,5-5,5 a favor del noruego en las relámpago. Quizá haya otro factor más influyente en el ámbito psicológico: Carlsen ha ganado los nueve desempates rápidos que ha jugado desde 2007. Pero también es cierto que nunca había dado una imagen tan gris, con su genialidad aletargada en una larga siesta de la que no termina de levantarse.
Hace dos años, Carlsen admitió en Nueva York que su principal punto débil era el control de las emociones, y anunció que iba a trabajar con ello; cabe suponer que se refería a contratar los servicios de un psicólogo especializado en el alto rendimiento deportivo. Pero fuentes muy cercanas a él han confirmado a EL PAÍS que no lo ha hecho, porque no lo considera necesario. Es probable que durante el duelo de Londres haya cambiado de opinión, pero sin tiempo para corregir ese error. Su posesión del título corre serio peligro.
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