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El abrazo en el vestuario entre un futbolista ucranio y su compañero ruso

Ruslan Malinovskyi y Alexei Miranchuk, centrocampistas del Atalanta, son amigos y demostraron su unión en el vestuario delante del resto de compañeros

El ucranio Ruslan Malinovskyi (izquierda) muestra un mensaje en contra de la guerra junto a Rafael Tolói durante el Olympiacos - Atalanta de la Liga Europa.
El ucranio Ruslan Malinovskyi (izquierda) muestra un mensaje en contra de la guerra junto a Rafael Tolói durante el Olympiacos - Atalanta de la Liga Europa.NurPhoto (NurPhoto via Getty Images)
Daniel Verdú

Un rincón del fútbol italiano, justo en el norte del país, tiene como inquilinos del mismo vestuario a un ruso y un ucranio. El Atalanta, el club de la ciudad de Bérgamo, el lugar más golpeado por la pandemia en Italia, es el único equipo de la Serie A en el que conviven dos jugadores de las nacionalidades que hoy se enfrentan en una guerra a miles de kilómetros del estadio de la Dea. Son el ucranio Ruslan Malinovskyi (29 años) y el ruso Aleksey Miranchuk (26 años), los centrocampistas ofensivos con los que cuenta Gian Piero Gasperini y que este lunes juegan contra la Sampdoria, donde también milita un futbolista de origen ucranio, Vladyslav Suprjaha. Este último llegó el pasado mes de enero y como ha dicho su entrenador, si no hubiera fichado por el equipo genovés, “ahora mismo estaría empuñando un fusil y yendo hacia el frente con sus coetáneos”.

La situación del Atalanta, sin embargo, es única. E invitaba a pensar en algún tipo de tensión que no ha existido. Al contrario. El miércoles anterior, el equipo había ganado al Olympiacos en Atenas 0-3, logrando el pase a octavos de la Liga Europa con un doblete de Malinovskyi, que corrió a la banda, se levantó la elástica azul y negra del equipo y exhibió una camiseta donde podía leerse: “No a la guerra en Ucrania”. Su compañero moscovita pudo solo verlo por televisión. No disputó el encuentro debido a una lesión y no participó de la celebración en el campo. Pero al día siguiente, ya en el campo de entrenamiento del Atalanta, ambos se fundieron en un abrazo que luego difundieron los compañeros de equipo.

Aleksey Miranchuk durante un partido del Atalanta contra el Udinese en la Serie A.
Aleksey Miranchuk durante un partido del Atalanta contra el Udinese en la Serie A. Giuseppe Cottini (Getty Images)

Ruslan Malinovskyi, nacido en Zhytomyr, a 150 km al oeste de Kiev, y Aleksey Miranchuk, de Slavjane-na-Kubani, en la región de Krasnodar, son amigos. De hecho, el ucranio habla ruso y cuando en el verano de 2020 Miranchuk llegó a Bérgamo -un año después que su amigo- fue él quien le hizo de guía e intérprete para ayudar a que se adaptase lo antes posible. Se da la circunstancia de que ambos compiten también por el mismo puesto en el equipo, pese a que el ucranio tiene más galones que el ruso en este momento. Matteo Pessina, centrocampista también del equipo y titular de la selección italiana, explicó en un post en Instagram la situación que se vive. “En nuestro vestuario los dos pueblos implicados en la guerra tienen el rostro de Ruslan y Aleksey. Mali es un chaval introvertido, disponible y un carácter fuerte. Mira es un tío sencillo, quizá el más bueno que conozco, tímido y con pasiones muy parecidas a las mías. El otro día, mientras la locura de la guerra enfrentaba a Rusia y a Ucrania, ellos se abrazaron en Zingonia (el campo de entrenamiento del Atalanta). Y nosotros estamos con ellos y continuaremos estándolo en estos momentos difíciles”.

Malinovskyi no ha escondido en ningún momento su disconformidad con el conflicto. De hecho, hace unos días colgó en sus redes sociales un post de su esposa Roksana -estilista en Bérgamo- donde denunciaba la invasión y el horror de la guerra. Algunos aficionados comenzaron a pedir a través de las redes sociales que el ucranio pudiese lucir esta noche el brazalete de capitán como símbolo de reconocimiento y solidaridad a su sufrimiento y al de sus paisanos. El club, quizá con mayor sentido diplomático que algunas naciones estos días, consideró que no se hubiera tratado de un gesto agradable para el ruso Miranchuk y desestimó la idea para evitar ningún atisbo de conflicto dentro del vestuario.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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