Paola Egonu, de abanderada del COI en los Juegos Olímpicos a dejar la selección de Italia de voleibol harta del racismo
La jugadora de 23 años dice adiós al equipo nacional cansada de que le pregunten cómo puede ser italiana: “Duele mucho esto”
Paola Egonu tiene 23 años. Nació en Italia de padres nigerianos. Es jugadora de voleibol, fue abanderada del COI en los Juegos de Tokio y no seguirá vistiendo la camiseta de la selección porque está cansada del racismo. El pasado sábado, tras conseguir el bronce en el Mundial de voleibol disputado en Holanda, mientras sus compañeras se quedaron festejando, ella se acercó a las vallas a pie de campo donde estaba su representante, Marco Raguzzoni. Y rompió a llorar. “No puedes entenderlo, no puedes entenderlo. Estoy cansada. ¡Me han preguntado cómo puedo ser italiana! Este es mi último partido con la selección. El último, el último. Estoy cansada”.
El desahogo de la jugadora, una de las estrellas mundiales de este deporte (dos medallas mundiales y dos europeas) a la que Forbes incluyó en la lista de los menores de 30 años más influyentes de Europa en 2021, fue grabado por un aficionado extranjero. Egonu llevaba el móvil en la mano, por lo que es muy probable -aunque ni su agente lo puede confirmar- que la enésima pregunta de cómo puede ser italiana le llegara vía redes sociales. En una entrevista posterior en La Repubblica Egonu dijo: “Me pregunto por qué, con la camiseta de la selección, tengo que representar a personas que me preguntan por qué soy italiana. Doy el alma y el corazón, nunca le he faltado el respeto a nadie y duele mucho esto”.
Lo que vive Egonu es lo que le pasó en su día a Mario Balotelli, al que en los campos de fútbol le cantaban “No hay italianos negros” o “no a la Italia multiétnica”. El episodio que ha sufrido Egonu ha hecho que vuelva a hablarse de racismo en el deporte en Italia. En un clima político, además, que no ayuda a sosegar las cosas con los nombramientos a las presidencias de Senado y Camara. El primero, a cargo de Ignazio La Russa, coleccionista de figuritas de Mussolini e hijo político del fascismo, el segundo, de Lorenzo Fontana, conocido por frases como esta: “Las uniones entre los homosexuales y la inmigración masiva borran el pueblo italiano” o “Queremos una Europa en la que el matrimonio sea entre un padre y una madre, las demás asquerosidades ni las queremos escuchar”.
Alerta Loukarelis Triantafillos, hasta el pasado mes de junio presidente de UNAR (Oficina nacional italiana de antidiscriminaciones raciales) bajo cuya presidencia se creó en 2020 el observatorio nacional contra las discriminaciones en el deporte, que hay centenares de Egonu en los campos de provincia y en categoría no amateur que dejan el deporte por al racismo y que ella es “solo la punta del iceberg”. Así lo detalla en conversación telefónica: “Casos ha habido, hay y seguirá habiendo y lo más inquietante es la repercusión psicológica que tienen estos actos en los que lo sufren. Es algo de lo que apenas se habla, pero el impacto es preocupante porque lo grave es que hay miles de niños y niñas que dejan el deporte por actos de discriminación. Hablo de nivel amateur, de niños y niñas que encuentran en el deporte una forma de socializar, pasarlo bien, distraerse y que lo dejan, se cierran y encierran y no piden ayuda. Esto es lo más feo del racismo, forzar a alguien a quitarte del medio o a renunciar a hacer deporte”.
El objetivo del observatorio, cuenta Triantafillos, era averiguar cuánto de relevante es el fenómeno del racismo en el deporte italiano.
Egonu nació en Cittadella (provincia de Padua, norte de Italia) el 18 de diciembre de 1998. Su padre, Ambrose, era camionero en Lagos; la madre, Eunice, era enfermera en Benin. Emigraron a Italia donde nació Paola y sus dos hermanos, Angela y Andrea. Es la única que se ha quedado en Italia, el resto de la familia se marchó a Mánchester hace unos años. Ella, ya enganchada al voleibol -deporte que empezó en la secundaria tras, según cuenta, ver los dibujos de Juana y Sergio- no quiso hacer las maletas. Contó en una entrevista que uno de los episodios que más la hirió fue con 14 años. “En un partido, los padres de las rivales empezaron a decirme insultos racistas, a hacer el sonido del mono. Fue horrible y es difícil ignorar maldades como estas”.
En verano de 2021 fue una de los seis deportistas elegidos por el COI en Tokio para llevar la bandera de los aros olímpicos y Mario Adinolfi, exdiputado, dijo en un tuit que había “al menos 30 deportistas italianos que tenían más curriculum y se lo merecían más que ella, pero que su culpa era ser blancos o heterosexuales”. Adinolfi es el mismo que estos días ha dicho que Egonu es una ególatra y que puede ser criticada como cualquiera y que esconderse detrás del racismo es una pillería.
Subestimar el racismo o directamente negar que existe es otro de los problemas graves de Italia, insiste Triantafillos. Así lo explica. “Si eres negro eres una víctima potencial, y más en las redes sociales, sobre todo cuando no ganas siempre. Es decir: hasta que ganas, me callo porque: ‘vale, eres negra, pero nos haces ganar’. Mi negro, el negro de mi equipo, lo tolero mientras gane; en cuanto pierden ya dejo de tolerarlo. Es algo que se produce desde hace siglos: es mi negro hasta que obedezca, si no, se le tortura”. Eso por un lado. “Por otro, después de la denuncia de Egonu, Mario Draghi la llamó. Durante algunos días se vuelve a abrir el debate sobre el racismo. Pero ahí se acaba, no hay continuidad a nivel institucional, la llamada no se traduce en ninguna iniciativa parlamentaria. No se toman medidas para que eso se castigue. ¿Por qué? Porque es más cómodo esconderse detrás de las palabras y de la solidaridad. Ningún partido político toma partido en eso porque no les compensa electoralmente”.
Recuerda el representante de Egonu una anécdota de 2018, cuando la selección femenina consiguió la plata mundial. La marca que patrocinaba al equipo masculino y femenino hizo dos fotos oficiales con su logo. En la masculina la marca de agua no tapaba a nadie. En la femenina a Egonu y Miriam Sylla, las dos únicas jugadoras de color. ¿Casualidad?, se pregunta Raguzzoni. Se entiende, por lo tanto, que Egonu haya estallado y haya dicho que el del sábado fue su último partido con Italia. Creen en su entorno que Egonu (que juega en Turquía, en el VakıfBank, el mejor equipo europeo) pasados unos meses, cuando haya recuperado energías mentales, tomará una decisión más en frío y esperan que sea la de seguir y luchar por una medalla en los Juegos de París 2024.
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