Tadej Pogacar: “Las victorias más espectaculares llegan cuando haces algo loco”
Entrevista con el ganador de dos Tours de Francia antes de cumplir 23 años, que ganando una etapa en Gredos en la Vuelta de 2019 descubrió a los 20 “su estilo de correr”
Tadej Pogacar sigue pareciendo el niño que era cuando llegó al ciclismo como una bomba, hace ya casi cuatro años. Ya tiene 24 (nació en Komenda, Eslovenia, el 21 de septiembre de 1998), pero es la misma mirada entre sorprendida y divertida de cuando le llamaban Pogi por lo diminuto que era, de chaval con mofletillos que descubre las maravillas de la vida y se lanza hacia ellas, y hacia todos los obstáculos, siempre sin miedo al qué pasará, del adolescente despreocupado que intenta posar serio y no se aguanta la risa, sus ojillos. En solo cuatro años de profesional ha ganado dos Tours, y ha sido segundo en otro, tres monumentos, dos Tirrenos, 51 victorias ya y sumando, lo que el 99% de los ciclistas del pelotón no ganará en toda su carrera. Pero, dice, su hambre no se ha agotado. Ni sus ganas de dejarse guiar por el instinto cuando compite, de atacar de lejos sin miedo a qué pasará, y de, pese a todo, vivir relajado, sin estrés ni agobios. Habla de todo ello, y del Tour que perdió, al día siguiente de ganar una carrera en Jaén después de atacar a más de 40 kilómetros de la meta en la cuesta de un camino de gravilla y arena. “Las victorias más espectaculares llegan cuando haces algo loco”, dice, y, se le podría bautizar el caníbal risueño, podría añadir que también así cultiva sus derrotas magníficas.
Pregunta. Usted llega al ciclismo grande antes de cumplir 21 años y ya parecía un artículo acabado, como demostró en la etapa de Gredos de la Vuelta de 2019, un ataque lejano, devastador, y un pelotón persiguiéndole inútilmente…
Respuesta. Aquella etapa de Gredos fue realmente especial. Ya había ganado dos etapas [en Andorra y en Los Machucos], pero ambas con un ataque en la última subida, y, sí, claro, me sorprendía a mí mismo día tras día, pero la etapa 20, la de Gredos, fue algo alucinante. Me descubrí a mí mismo. Aquello abrió para mí un nuevo camino en el ciclismo y, creo, en mi estilo de correr.
P. ¿Pensó aquel día, quizás, que era aún mejor de lo que creía? ¿Que no tenía límites?
R. Puede ser, puede ser. Es difícil hablar de aquello ahora, ha pasado tanto tiempo… Pero es un recuerdo fantástico que nunca olvidaré. Fue una etapa fabulosa. La recuerdo bien, y fue muy emocionante.
P. Desde entonces, con ese estilo, ha ganado dos Tours, dos Tirrenos, dos Lombardías, una Lieja… Tiene 24 años y ha ganado ya lo que habitualmente los grandes campeones han acumulado al final de su carrera. ¿Hasta cuándo tendrá hambre?
R. Los años pasan realmente muy rápidos, no son largos en absoluto. Parece que fue ayer, un instante, lo que pasó hace tres o cuatro años… Han pasado como si nada, tan veloces. Así que creo que mantendré la misma motivación de ganar todas las carreras por lo menos los próximos tres o cuatro años.
P. Parece que el tiempo no pasa, pero el cuerpo cambia y empieza a dejar de aceptar lo que antes era normal. ¿Ha empezado a quejarse su cuerpo ya de lo mucho que le exige?
R. ¿Quejarse? No sé, no me he dado cuenta. He crecido un poco más, creo. Ya no soy el chavalillo del que hablábamos antes. Pero me siento bien, mi cuerpo aún se siente bien, y espero que siga así tanto tiempo como sea posible.
P. ¿La cabeza tampoco se queja de la vida de ciclista, de la disciplina? ¿Qué es más duro mentalmente, una etapa dura del Tour o la preparación, la vida de monje necesaria para llegar en plena forma?
R. No diría que es peor la preparación, pero son dos cosas completamente diferentes. El proceso para llegar bien al Tour es mucho, mucho más largo. Y lo que lo hace más duro es que no genera apenas adrenalina y todos los días hago lo mismo más o menos, pensar en el Tour, solo pienso en el Tour todo el tiempo. Lo prepararé seguramente en altura en Sierra Nevada. No es seguro, pero me encanta el sitio, de verdad, me encanta. He estado ya dos veces y allí logro entrenamientos de mucha calidad, y el tiempo siempre es bueno. Y cuando llego al Tour todo cambia, surge la adrenalina, hay emociones, más estrés, y el tiempo vuela en el Tour. Uno solamente espera haber llegado con buena preparación, estar en buena forma y a partir de ahí, adelante.
P. Y aun así, quiere repetir una y otra vez. ¿Nunca piensa, jo, qué aburrimiento?
R. Quizás en algunos momentos duros del Tour a veces me pregunto, ¿pero por qué estoy haciendo esto? Y cuando llego a París, al día siguiente ya estoy pensando, jopé, ya queda menos de un año para un Tour de Francia más. Ufff. Pero si lo haces con pasión, no es tan duro, creo. Es un deporte tan difícil que no es tan duro hacer sacrificios y sufrir un poco.
P. Hace unos días, al anunciar su retirada, el francés Thibaut Pinot daba gracias al destino por no haber ganado el Tour, aunque toda su carrera ha estado intentándolo, obsesionado, porque el éxito, la fama, le habrían transformado, para mal, como persona, le habría hecho como no le gustaría ser…
R. No quiero pensar mucho en eso. Quero decir, claro que cuando uno gana el Tour tiene más obligaciones, más atención por parte de los medios, más haters, más fans, pero todo eso forma parte de este juego, y en lo que respecta a mi vida, yo hago lo que hacía antes, entreno, me divierto, estoy a gusto en Mónaco con mi prometida [Urska Zigart, también ciclista eslovena], y nada cambia mucho.
P. Aunque piensa todo el año en el Tour, ¿ganarlo no se convierte en una obsesión como podría pasarle a Pinot?
R. Quizás nunca sentiré lo mismo que Pinot porque en Eslovenia no tenemos una cosa tan grande como el Tour de Francia, y pienso que para un ciclista francés es un pelín diferente que para los de fuera competir en el Tour. Quizás eso es lo que nos hace distintos.
P. ¿Perder es terrible?
R. Cuando pierdo no me siento tan bien como cuando gano, claro, pero perder forma parte del deporte, y al día siguiente salgo intentando ganar de nuevo. No es terrible terminar segundo, tercero o incluso el último, a veces. Saber que eres capaz de estar ahí, luchando con los mejores, ya es una sensación muy buena realmente.
P. Junto a victorias magníficas por la forma en la que las consiguió, como las Strade Bianche y la Tirreno, en 2022 sufrió tres derrotas, en San Remo, Flandes y Tour, que, sin embargo, en cierta forma le engrandecieron por la forma en la que peleó. Perdió por cometer el pecado de la valentía…
R. Cuando uno hace todo lo que puede en el escenario que se le presenta, cuando lo da todo, cuando da más del 100%, cuando uno pierde tiene que admitir que hubo alguien mejor en ese momento, y solo pensar en hacerlo mejor la siguiente vez.
P. ¿Qué pensaba en el Galibier, en el último Tour, cuando respondía a todos los ataques de Roglic y Vingegaard? ¿No pensó que quizás le iban a desgastar y que no tendría fuerzas al final, como así ocurrió?
R. Una vez que entré en la trampa no podía salir porque no sabía dónde estaba quién y solo pensé en hacerlo lo mejor posible y seguir adelante. Intentaba no gastar mucho cuando salía a sus ataques pero los dos son muy buenos, y sus ataques muy duros. Intenté salvar el día pero supe que iba a ser muy difícil ganar ese día. Es una de las etapas más duras que he corrido. Estuvimos volando todo el día.
P. Se dice que como usted se siente tan fuerte no ha desarrollado la astucia del débil, que entra a todos los trapos pensando que nada le puede…
R. Pero eso ocurrió solo un día. He corrido muchísimas carreras en todo el año y cada carrera es diferente. Eso ocurrió un día. No se puede juzgar a una persona por lo que pasó un día.
P. Y ese día, en el último puerto, el Granon, perdió el Tour. ¿Se olvidó de comer de verdad, como se dijo?
R. No me olvidé. Más bien, no pude. Hubo un avituallamiento en el que no pude coger una botella, y en una etapa tan exigente uno necesita alimentarse muy bien, tanto, que solo con no tomar un bidón con Isocarb [dos partes de maltodextrina, una de fructosa], que contiene 80 o 90 gramos de carbohidratos, ya estás perdido. Y cuando hay un gran ataque, como el de Jonas en el Granon, y toca pedalear full gas, uno no puede tomar geles o barritas. Se necesita mucha energía cuando se corre a tope, tope.
P. ¿Fue esa la clave de todo el Tour?
R. Puede ser. Quizás, sí.
P. Dicen los nutricionistas que se necesita ingerir hasta 6.000 calorías en azúcares, proteínas e hidratos en días así, y que es necesario entrenar el sistema digestivo para quemarlos bien. ¿Usted lo entrena?
R. Mi estómago no es lo mejor, aún no. Pero lo mejoro, sí, durante los entrenamientos. Entrenamos tan duro que ya en los entrenamientos necesitamos comer un montón, cargarnos bien de energía, y luego en la carrera, lo mismo. Y en cada carrera me siento cada vez mejor, y también la marca de nuestros suplementos, Enervit, nos da buenos productos para el estómago. La nutrición cada día es mejor en este sentido, pero uno nunca sabe, el cuerpo le puede fallar en cualquier momento y acabas cagándote en los pantalones y no puedes hacer nada para evitarlo.
P. Pero esta muy bien que no todo sea controlable. El cuerpo no es una máquina…
R. Ja, ja, bonito… Digamos que a veces el cuerpo dice no y uno no puede hacer más que sufrirlo.
P. Íñigo San Millán, su preparador, dice que todos los días le pasa usted el fichero con todos los datos de su entrenamiento y de su cuerpo. ¿No siente como una pérdida de intimidad al hacerlo? ¿No es como si se desnudara?
R. Él es mi entrenador. Tiene que saberlo todo. Es normal enviarle los datos al entrenador, especialmente si no controla todos los días. Y a veces es mejor hacerlo, sobre todo si has tenido un buen entrenamiento.
P. El otro día, el campeón mundial, Remco Evenepoel, que tiene dos años menos que usted, contó que ha empezado tan joven a ganar que no cree que su cuerpo aguante más allá de los 30…
R. Estoy de acuerdo. Uno nunca sabe. Corremos tan fuerte desde jóvenes que quizás un día, de repente, el cuerpo diga, stop. Pero ya veremos cuánto duramos. No es algo terrible, algo para volverse loco. Se trata simplemente de que cuando ya vayas mal lo aceptes y sigas adelante con tu vida en lo que sea.
P. Si no fuera esloveno, si fuera de un país con más peso ciclista, Bélgica, Italia, quizás pensaría diferente, le preocuparía más…
R. Quizás los españoles vivan con más presión porque tienen la Vuelta, los italianos el Giro, los franceses el Tour, los belgas sus clásicas, pero en Eslovenia somos tan pocos corredores que para lograr que el ciclismo siga creciendo necesitamos triunfar más y más, así que también tenemos nuestra presión. Cada corredor, eso sí, quizás tenga una relación diferente con su bandera.
P. ¿Qué objetivos tiene este año? ¿Ganar todo lo que corra como siempre?
R. Sí, sí, por supuesto, todas y cada una de las carreras, jajajaja. No, en serio, San Remo y Flandes [los dos monumentos que no pudo ganar en 2022] son las clásicas más importantes para mí en primavera, me centraré totalmente en ellas. Antes me prepararé en la París-Niza para variar, después de hacer siempre Tirreno, y seguramente no haré las Strade Bianche. Y después, el Tour de Francia.
P. ¿La Vuelta?
R. No voy a decir nada sobre la Vuelta todavía. Por supuesto, la quiero ganar algún año, pero ya veremos.
P. En los monumentos le esperan Wout van Aert y Mathieu van der Poel, sus grandes rivales en las clásicas el año pasado. ¿Vio su lucha en el Mundial de ciclocross?
R. Sí, sí lo vi. Fue una carrera fantástica.
P. Y los aficionados ya se relamen pensando en verles peleando a los tres en los adoquines…
R. No sé lo que harán ellos [ambos han confirmado que en sus planes entran San Remo y Flandes], pero siempre ha sido una gozada y un honor correr contra Wout y Van der Poel. Son la clase hecha ciclista.
P. Los tres, y también Evenepoel, comparten, además, la misma filosofía de carrera, atacar para ganar sin miedo a perder.
R. Si nunca lo intentas nunca sabrás lo que podría pasar. Las victorias más espectaculares llegan cuando haces algo loco, así que pienso que esta es la nueva mentalidad de un montón de ciclistas que están llegando al pelotón. Cada vez vamos a ver más y más ataques locos desde lejos, corriendo por instinto y todo tipo de locuras.
P. ¿Si algún día antes de atacar se descubre demasiado racional, con miedo a hacer algo loco, qué pasaría?
R. En el momento en el que deje de ser bueno intentaré buscar otra pasión. Quizás me dedique a entrenar a jóvenes, o cualquier otra cosa, pero, ufff, creo que queda mucho para que pierda mi mentalidad atacante.
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