Marcelinho Huertas da otra clase maestra y sonroja al Barcelona

Es historia del baloncesto. Marcelinho Huertas no solo se convirtió este jueves en el jugador más veterano en pisar nunca la Copa (41 años y ocho meses), sino que con su infinita pasión y conocimiento del juego lideró la remontada de La Laguna Tenerife para apear al Barcelona en cuartos. Corazón y cabeza. Los azulgrana no se levantaron del golpe que supuso la lesión de Punter al comienzo de la segunda parte. Frágiles anímicamente, sin baloncesto para jugar ni orgullo para rebelarse, sucumbieron al magisterio de Huertas, autor de 22 puntos (12 de ellos en el último cuarto), seis rebotes y seis asistencias, registros que le emparentan con Sergio Llull y Sasha Djordjevic. El Tenerife y el Unicaja reeditarán este sábado en semifinales la final de hace dos años.

Un inicio sin tregua y de muñecas muy afiladas. El Tenerife golpeó desde el perímetro con tres dinamiteros (Fitipaldo, Scrubb y Kramer) y el Barça respondió por fuera con Parra y Satoransky y por dentro con Jabari Parker y Youssoupha Fall, el techo en la historia azulgrana junto a Roberto Dueñas (2,21m). La pelota quemaba en las manos de los 10 hombres en la pista. La baldosa más pequeña era aprovechada para levantarse. ¡Qué festival de canastas! En ese intercambio lucía armamento el Barcelona, muy veloz cuando Punter miraba el tablero (17-24). En medio de esa locura apareció el dúo eterno del Tenerife, Marcelinho y Shermadini, para echar agua al incendio. Nada de eso quería el Barça, que refrescó piernas con Núñez, Brizuela, Abrines, Metu y Willy. Un quinteto nuevo, el lujo de contar con un arsenal. El baile permitió al equipo de Peñarroya tomar una buena renta: 23-33. Los barcelonistas firmaron el primer cuarto más anotador en la trayectoria de la Copa gracias a un 78% de acierto en el tiro.

Shermadini le buscaba las cosquillas a Willy, de nuevo ante otra oportunidad (perdida) de reivindicarse. El Tenerife sumó a la ecuación a Jaime Fernández en busca de domar a un potro desbocado. Parecía imposible mantener esa velocidad y el partido entró en una fase de más control y menos aceleración (salvo para Txus Vidorreta, que se encendió y recibió una técnica por protestar). El Tenerife creció en el rebote y se arrimó a su oponente con los triples de Fitipaldo y al grito de ¡Sí, se puede! en el Gran Canaria Arena (43-49). La réplica barcelonista la entonó la doble P, Punter y Parker, dos solistas que funcionan por su cuenta. Había todavía mucha tela por cortar: 47-54.

A Punter le bailó el hombro izquierdo en la primera jugada de la segunda parte. El brazo le quedó colgando, muerto, el escolta enfiló el vestuario y ya no regresó. Sin Laprovittola ni Vesely, otro dolor de cabeza para el Barça en un curso de muchos obstáculos. Satoranksy tomó el relevo del caído, aunque un golpe así acaba produciendo un hematoma. El Tenerife olió la sangre y mordió, consciente de que se abría un nuevo escenario (55-62). Peñarroya alistó músculo con el inédito Anderson, pero había perdido esa velocidad de balón y de piernas con la que había amanecido. El contragolpe había desaparecido de la mesa y en el ataque estático padecía para encontrar un hueco, enredado y víctima de más de una pérdida. Jaime Fernández acercó a los hombres de negro a un dedo: 63-66. Al Barça le tocaba otra ración de sufrimiento.

Si tenía que perder, sería con las botas puestas. Marcelinho Huertas, el rey de las asistencias (único con más de 3.000 en la ACB), abrió el último baile con un bingo desde el perímetro. Hace de todo y todo bien el brasileño, un ejemplo de resistencia que espolea a quienes visten la misma camiseta. Como a Doornekamp para imitar el triple. O a Guerra para acuchillar la zona. Huérfanos de la sangre fría de Punter, al Barça le temblaban las rodillas y Huertas consumó el volantazo (76-75) al redondear un parcial de 10-2. Y había más... otro triple de Marce, un rebote y una falta de Núñez provocada en ataque (82-78). Colosal. Jabari Parker erraba dos tiros libres y el equipo azulgrana entraba en modo pánico: 33 puntos en el primer cuarto, 32 en toda la segunda parte. Al Tenerife le bastaba con jugar con el reloj, y nadie mejor que el hombre que ha estado en mil batallas. Tendrá casi 42 años, pero en el corazón de Marcelinho parecía latir más pasión que en todo el Barcelona junto.