Un Barcelona de pañolada: gana casi tanto como pierde y está fuera de la Copa
El equipo azulgrana cae en Gran Canaria a las primeras de cambio y mantiene el paso torcido durante el curso, incapaz de encontrar la regularidad
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Brizuela sacó sobre la bocina un tiro de bomba y descosió a un Tenerife que no las veía venir, pues recibió 33 puntos en el primer cuarto. Fue el récord de puntuación del primer cuarto en la historia de la Copa. Y fue el oasis que acostumbra a edificar este Barcelona, sacudido con un último capítulo raquítico que le apeó de la competición a las primeras de cambio. No carburó en ataque —2/7 en tiros de dos, 2/9 en triples y 3/6 en tiros libres— y tampoco se subrayó en defensa. Nada nuevo para un conjunto que hace un par de semanas ya vio pañuelos en la grada tras caer en casa ante el Baxi Manresa; que gana casi lo mismo que pierde (25-23; 52% de triunfos en el curso); que en la ACB ocupa la séptima posición y en la Euroliga es noveno. Números de equipo anónimo que ya no saben corregir desde el club, pues ya son varias las veces que el área deportiva y la directiva han bajado al vestuario para reclamar un compromiso que no llega, ni tampoco desde el área técnica, como si a Peñarroya le quedara holgado el traje Barça.
Los enfados de la directiva son reiterativos, misivas que han ido adaptándose a la gris realidad del Barça. Al inicio, explicaban con irritación que llevaban el paso equivocado. “No podía ser que se compitiera contra los grandes y nos abandonásemos en partidos de menor calado”, señala una fuente oficial del club. Después llegaron duelos de sonrojo, como cuando Obst (Bayern Múnich) quebró al Barça a base de triples —hasta 11— o como cuando el Milano le sacó los colores al plantel en el Palau. “El equipo debe estar metido en los partidos de principio a fin. Sufre desconexiones inexplicables”, exigían al camerino, ya con impaciencia. Pero tras el Baxi y ahora el topetazo copero, el mensaje es de alerta máxima porque el equipo puede sellar otro año en blanco como en el anterior. “Son demasiadas derrotas y es normal el descontento del aficionado. A los jugadores se les ha dicho que ya está bien de recibir tantos puntos, que ya es hora de asumir compromiso defensivo”, resuelve otra voz autorizada de la entidad. Y añade: “Ya es la hora de pedir resultados”. Más que nada porque desde la directiva se deslizó al inicio del curso que se competiría por todo, que no sería otro año de transición como con Grimau. Nanay de la China.
A Peñarroya le gustan los ataques rápidos para alegría de Punter y Parker, que se juegan todos los balones que les llega a las manos, que tiran más que piensan. Condición a la que se subleva Vesely, el verdadero líder del vestuario, mucho más académico y europeo que el estilo NBA que destila el Barça. Pero jugando así no le llega a este Barça, menos con Laprovittola lesionado por todo el curso y ahora sin Vesely (también en la rebotica por dos meses), desatendida la petición del técnico de fichar a un base, pues Neto se fue como llegó —tres meses de vacío— y cuando se acordó el fichaje de Heurtel, la directiva reculó por la tirria de la afición, que no perdonaba su traición al negociar y marcharse al Madrid con el curso de 2020 en marcha.
Sucede que el base ya no es el problema, sino la tiritona permanente en defensa y la tara sin remisión en el rebote. Sin Vesely, el Barça no tiene un pívot que imponga su ley en la botella. Fall tiene centímetros, pero no acaba de entender el juego y rehúye del contacto, del mismo modo que Willy Hernángomez es un ogro en el aro rival, pero también un agujero en el propio. “No hay pívots asequibles en el mercado que nos garanticen que mejorarán lo que hay”, señala una fuente del Barcelona, a la vez que sisea que Hernángomez no seguirá el año que viene si hay una buena oferta y el jugador acepta el cambio, más que nada porque es el mejor pagado de la plantilla —unos 4,5 millones— y no pasa de suplente. Aunque los focos, tras los cachetazos, ya señalan en Peñarroya.
Desde el club deslizan que el área deportiva está conforme con el trabajo del entrenador, que poca culpa tiene de que en los últimos minutos no entren los tiros. Pero desde la directiva se atiende con preocupación a los resultados, por más que todavía mantiene el discurso de que no es bueno cambiar sobre la marcha porque el equipo perdería más estabilidad, y que las notas se dan al final del año. Aunque la falta de acierto en el banquillo es una rémora contumaz, ya que desde que se marchara Xavi Pascual en 2016, por el banco han pasado seis entrenadores (Bartzokas, Alonso, Pesic, Jasikevicius, Grimau y Peñarroya) y ninguno ha sabido exprimir al plantel. Lo contrario al Madrid con Laso y la continuidad de Mateo, circunstancia que se explica con números, toda vez que el Barça ha ganado dos Ligas en la última década (por seis del Madrid), suma tres años sin ganar la Copa y nueve sin la Supercopa, por seis del equipo blanco. En Europa es peor, ya que hace 14 años que no se impone y desde entonces solo ha pisado cuatro Final Four por las 10 del Madrid, exitoso en tres de ellas. Y este año pinta a más de lo mismo. Las desconexiones grupales, la escasez de compromiso en defensa, la falta de entendimiento del estilo, las lesiones y la debilidad en un conductor del juego y en la botella han dado con un Barcelona de garrafón y, de paso, de pañolada.
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