Raffaela Carrà y el sueño americano de los inmigrantes de Albania en Italia
50.000 aficionados de la selección que dirige el brasileño Sylvinho toman Dortmund y rompen con el sentir de los italianos de que juegan en casa cuando compiten en Alemania
A primera hora de la mañana, la estación central de Dusseldorf era un hervidero de camisetas rojas. Centenares de hinchas albaneses aguardaban el tren con destino a Dortmund, donde su selección debuta este sábado (21.00) en la Eurocopa ante la madre Italia. Algunos grupúsculos de jóvenes desayunan con fruición salchichas y cerveza para reponer fuerzas tras una noche que se intuye fue sin límites. Separados ambos países por el Adriático, la distancia más corta por mar es de 270 kilómetros, la colonia albanesa es de las más numerosas en Italia y también una de las que mejor se ha integrado.
En los tiempos del telón de acero, los albaneses consumían televisión italiana y la primera generación que cruzó el Adriático dominaba el idioma gracias a programas que les describía la Europa Occidental como un paraíso. Uno de ellos, presentado por Rafaella Carrá, consistía en que la multidisciplinar vedette repartía grandes cifras de dinero al telespectador que acertaba vía telefónica cuántas judías había en un bote. Lamerica, un filme dramático del director italiano Gianni Amelio describe la primera oleada de inmigración de Albania a Italia tras el derrumbe del comunismo en el Este de Europa. El título de la película alude a que Estados Unidos fue para los italianos lo que Italia fue para los albaneses que buscaban el idealizado pero irreal sueño americano al otro lado del Adriático.
“Mi padre llegó en patera a Italia y me cuenta lo dura que era la vida. Mi madre me tuvo con 18 años y sufrieron mucho. Lo que mis padres hicieron por mi y por mu hermano no tiene precio, siento que no puedo pagárselo, pero lo intento”, relataba recientemente Kristjan Allani (Inter de Milán), uno de los nueve jugadores de Albania que militan en la Serie A italiana.
La presencia masiva de albaneses ha quebrado la sensación que los italianos tienen de que juegan en casa cuando su selección compite en Alemania por la numerosa colonia que allí reside. Así sucedió cuando se proclamaron campeones del mundo en 2006 y así suele ocurrir cuando sus clubes visitan a los alemanes en competiciones europeas. Las autoridades de Dortmund calculan que unos 50.000 albaneses, muchos de ellos con residencia en el país germano, tomarán la ciudad y serán superiores en número a los italianos. La sesión parlamentaria fue aplazada porque muchos diputados han viajado al partido. No será la primera vez que algo parecido sucede. En 2014, en un amistoso entre Italia y Albania, el estadio de Genova fue teñido de rojo y negro, los colores de la bandera, por 15.000 hinchas albaneses.
“Hay tantos albaneses por todo el mundo... Es una gran responsabilidad para nosotros representar a esta maravillosa gente. Todo el estadio se vestirá de rojo”, advirtió en la previa el seleccionador albanés, el brasileño Sylvinho. Bajo su dirección, Albania obtuvo su segunda clasificación para la Eurocopa, la primera fue en 2016, pero se ha preocupado por tratar de romper el perfil bajo con el que las selecciones modestas acuden a los grandes torneos. Sus futbolistas no se limitan a defenderse con orden, también tratan de aprovechar el talento para atacar.
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