El ‘Juego de tronos’ de Marc Márquez: así urdió su plan para salir de Honda y recalar en Ducati en menos de un año
El ocho veces campeón del mundo lo arriesgó todo para subirse a la moto que marca la referencia y decidir, sensaciones y resultados en mano, si seguía corriendo o se retiraba
En menos de un año, Marc Márquez ha pasado de replantearse su futuro como deportista de élite a conseguir el mejor asiento de la parrilla de MotoGP con Ducati, una jugada maestra que bien podría llevar la firma de George R.R. Martin, creador de Juego de tronos. El ocho veces campeón del mundo ha sabido mover todos los hilos del paddock a su favor desde que optó por abandonar Honda, el equipo de su vida, para determinar si el problema era suyo o de la moto. El corazón le decía que, a pesar de los cuatro años de calvario físico y deportivo, él seguía siendo un trueno sobre el asfalto. Y no se equivocaba.
Una vez solventados los problemas en el húmero, tras cuatro operaciones en un par de años desde su dura caída en el GP de España de 2020, otro par de contratiempos físicos en 2023 hicieron tocar fondo a Márquez. “A nivel mental es el momento más duro de mi carrera deportiva, descontando la lesión”, decía desde Assen, después de haber renunciado a competir, dolorido y hastiado, en los grandes premios de Alemania y Países Bajos. Aunque ir en moto era, es y será su gran pasión en esta vida, también su plan habitual para celebrar su cumpleaños, la máquina japonesa le había llevado al borde del precipicio.
‘Sayonara’, Honda
“No se quiere ir, pero se ve obligado a pensárselo”, confesaban fuentes de su entorno a EL PAÍS hace justo un año. Los trompazos en Assen y Sachsenring, precisamente las dos próximas paradas del Mundial este 2024, empezaron a esbozar la decisión definitiva de Márquez. Había dejado de disfrutar encima de la moto, y en su fuero interno fue creciendo la noción de que solo había una vía de escape en dicha situación. Cortar con Honda y mucho más. Sacrificarlo todo, desde su familia en las carreras, el equipo de ingenieros y mecánicos que le acompañó desde sus tiempos en Moto2 (algunos incluso antes), hasta su condición de piloto oficial, por no hablar de la renuncia al mejor contrato de la parrilla.
“Desde que decidió salir de Honda quiso subirse a la mejor Ducati”, apuntan ahora desde su equipo. El plan estaba muy claro desde que tomó la decisión de despedirse de la fábrica japonesa, algo que terminó anunciando públicamente en octubre. Pronto trascendió que iba a subirse, el próximo curso, a una Ducati satélite de la mano del equipo Gresini, donde le recibiría el mismo grupo humano que recuperó la sonrisa y la mejor versión de su hermano, Álex. Era el entorno ideal para cumplir con su principal objetivo este curso: volver a divertirse y, con suerte, sentirse de nuevo competitivo.
El mejor ingeniero
Gigi Dall’Igna ya participó, entre bambalinas, en ese fichaje que sacudió al paddock el año pasado. Por aquel entonces, al menos públicamente, todos los dirigentes de la marca de Bolonia llevaban meses echando balones fuera. Incluso ponían en duda la idoneidad de meter al zorro dentro del gallinero. El máximo responsable de Ducati Corse, sin embargo, no quería dejar escapar la oportunidad de poder trabajar con el piloto más laureado de la parrilla, algo que ya había intentado en 2017, durante los años dorados del español en Honda.
“Yo estoy en Ducati por Gigi Dall’Igna”, reconocía anoche Márquez en una entrevista con El Larguero. Su plan no era simplemente subirse a la mejor moto y llegar, a la larga, al mejor equipo del momento, sino trabajar codo con codo con el gurú técnico de la categoría reina. “Es el ingeniero que ha hecho ganar todo lo que ha tocado. Una de las frases que yo le dije cuando empezamos a hablar fue: ‘Para mí lo más importante del 2025 y 2026 es que tú sigas en Ducati, porque si no, ni hace falta que nos sentemos”, desarrollaba el 93.
El año pasado, según pudo saber EL PAÍS, Honda intentó contratar al ingeniero italiano de 57 años, su última carta para intentar retener a la joya que les reportó seis títulos, 59 victorias y 104 podios en doce temporadas. Esa ofensiva a la desesperada no funcionó, y eso terminó de convencer a Márquez.
Vuelve la diversión
En siete carreras con la Ducati GP23, el prototipo del año pasado, Márquez no solo ha demostrado que ha vuelto a su mejor versión a base de resultados —acumula seis podios y es tercero en la tabla del Mundial a 35 puntos del líder, Jorge Martín—, sino que se ha ganado la admiración de los ingenieros en Borgo Panigale gracias a lo que revelan sus datos. “Marc es un piloto con una enorme experiencia, un gran campeón, y para mí es importante entender los puntos débiles que detecta en nuestra moto, porque siempre hay margen de mejora. Recibir sus comentarios es magnífico”, apuntaba Dall’Igna a este periódico en Montmeló, hace tres semanas.
“Tiene un talento que jamás había visto, y sabe adaptarse mejor que nadie. Si algo no va bien, puede encontrar la manera de sacar lo máximo de la moto”, decía Frankie Carchedi, su jefe de mecánicos en el Team Gresini. Su adaptación fulgurante ha sorprendido incluso a los más optimistas dentro de la fábrica. “Es Marc Márquez, no tiene otra explicación”, resumía su actual técnico, tras recordar que otros grandes campeones, desde Valentino Rossi hasta Jorge Lorenzo, también su próximo compañero, el tricampeón Pecco Bagnaia, tardaron mucho más en conseguir buenos resultados con la Desmosedici.
Aunque los motivos de marketing para contratar a Márquez sobran —su vídeo para anunciar el fichaje acumula 7 millones de visitas en 24 horas y es uno de los más vistos en el historial de las redes sociales de la marca—, el mensaje desde la estructura italiana es que se han guiado, tan solo, por lo que se ha visto sobre la pista y la capacidad de mejora que ven en el futuro. Dall’Igna define a su Dream Team de cara a 2025 y 2026 como el mejor equipo de la historia de Ducati. Con 11 títulos encima de la mesa, es difícil refutarle.
El golpe definitivo
Aunque el juego de tronos de Márquez empezó a urdirse hace un año, la ejecución definitiva ha resultado fulgurante e impecable. En menos de una semana, ha rescatado un plan que parecía casi descartado cuando Martín compareció en Mugello sintiéndose por fin el elegido. El principal error del madrileño fue dar por hecho el vínculo sin haber mojado el papel con su firma. El 93 ya había comunicado desde el primer momento a los jefes de Ducati que él no quería ir a otro equipo satélite, y nadie le había contactado para comunicarle la decisión inicial de la fábrica. Si batía al madrileño a final de temporada, el asiento era suyo. De lo contrario, el promocionado sería el 89.
Márquez no aceptó la propuesta, al considerar que no tenía las mismas armas que sus rivales, que llevan el último prototipo con ligeras mejoras de rendimiento. Fue contundente públicamente sobre el hipotético de aterrizar en el Pramac, vigente campeón del mundo por equipos. En privado, trasladó la misma idea a la plana mayor de la compañía. O vestía de rojo o se iba a Aprilia y KTM, las otras dos fábricas que le esperaban. Enseguida, la ejecutiva se dio cuenta de que debían elegir, como se temían, por uno de los dos candidatos tras haber intentado una solución intermedia. Claudio Domenicali, CEO de la compañía, llegó el sábado al circuito y acordó con Dall’Igna y Mauro Grassilli, director deportivo del equipo, optar por el ocho veces campeón del mundo. Tardaron un día en comunicárselo a ambos. Por eso, después de la carrera, Martín comparecía compungido y el catalán sonreía. “Estoy tranquilo”, se limitaba a compartir en relación con su futuro. En cuestión de horas, había salvado su arriesgada apuesta por el rojo y dado el golpe definitivo.
Su órdago no solo le aseguró el asiento deseado, sino que forzó la salida del actual líder del Mundial, rebotado, a la competitiva pero más modesta Aprilia. También arrastró al tercer candidato en liza, Enea Bastianini, a hacer los bártulos y preparar su desembarco en el grupo KTM. De una tacada, el español había alejado a dos de sus grandes rivales en pista, que de haberse quedado hubieran contado con sus mismas armas, por mucho que la moto tuviera un color distinto. El miércoles por la mañana, dos horas y media antes del anuncio oficial de su fichaje, Márquez firmaba el contrato por el que valió la pena arriesgarlo todo. Le costó pegar ojo, a sabiendas de que estaba a las puertas de culminar su estrategia.
Ahora quedan por pulir detalles y, entre otras cosas, determinar qué pasará con la mayoría de patrocinadores que le han seguido allí a donde ha ido. Las incompatibilidades comerciales, o el dinero, dejaron de importarle hace ya mucho tiempo. “Ya sacrificó a Repsol, que le acompañó toda la vida, y desde hace tiempo su única prioridad es deportiva. Quiere hacer todo lo que está en sus manos para volver a ganar”, subrayan desde su grupo de trabajo. Y está de camino a conseguirlo. “Tenía un plan en mi cabeza, una estrategia, y está yendo muy bien”, confiesa el protagonista. Tiene la vista fijada en el trono de MotoGP, quizás en 2024, seguro en 2025.
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