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Una inyección de treinta mil millones de dólares

La evolucion de la economía americana durante la mayor parte de 1976 constituye una justificación más a la conocida tesis liberal, según la cual, cuanto menos interfiera el Estado, mejor. Pocos presidentes podrán igualar el récord inhibicionista de Ford. Aparte de sus numerosos y casi siempre baldíos vetos a las medidas del Congreso por aumentar el gasto público, poco o nada hizo el presidente republicano por estimular la economía. La marcha de los acontecimientos parece haberle dado la razón.

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Después del principio de año muy fuerte, en el cual el país creció algo más de un 9% en términos reales -véase gráfico 1-, los trimestres, centrales del año marcaron una «pausa» en el crecimiento, debido, sobre todo, a que la inversión fija no tomó el relevo de la inversión en existencias, componente básico a la hora de entender el salto de los primeros meses.En las semanas anteriores a las elecciones el panorama volvió a cambiar. Las expectativas de los consumidores mejoraron sensiblemente. La industria automovilista, pieza clave de la producción, tuvo que revisar a la baja sus planes de producción, pero esa revisión fue mínima -10.200.000 automóviles frente a 10.500.000- quedó más compensada por perspectivas optimistas de la construcción. Por su parte, las encuestas sobre planes de inversión de las empresas últimamente realizadas son unánimes al señalar un nivel de movilizaciones satisfactorio para 1977. Como sintetizando esas impresiones, el índice componente de los principales, indicadores señalaba en noviembre un ligero aumento del 0,2%.

Las perspectivas para 1977

Sobre ese telón de fondo -fundado en una base estadística y de técnicas de predicción envidia de extraños-, los economistas americanos se lanzaron en el mes de diciembre a hacer sus pronósticospara 1977. La unanimidad fue notable. La opinión común era que ese año registraría un crecimiento real, en torno al 5%, con unos precios que no sobrepasarían el 5,5. En líneas generales, parecía que el crecimiento sería más equilibrado que en 1976, sin diferencias excesivamente notables entre sus trimestres.

En opinión de los expertos americanos esa tasa de crecimiento real tendrá en el consumo privado uno de sus pilares básicos -los gastos en consumo se podrían situar en tasas de crecimiento del -10,5 -11 %-. La gran interrogante reside en la inversión. Ciertas proyecciones del Departamento de Comercio señalaban un cierto estancamiento de la inversión durante los seis primeros meses de 1977; sin embargo, no pocos economistas siguen creyendo en la posibilidad de un crecimiento real de la inversión cercano al 6%, y citan en apoyo de su afirmación el espectacular crecimiento de los beneficios empresariales en 1976: 28%.

El aspecto más oscuro de este brillante panorama está en el paro. Las cifras que se manejan para este año oscilan entre el 7,1 y el 7,4%. Fue esta consideración, más el temor a que la economía no tenga suficiente empuje autónomo para mantener un crecimiento elevado a lo largode todo el año 1977, lo que creó un cierto consenso respecto a la necesidad de montar un moderado plan de ayuda a la reactivación.

El plan Carter

En consonancia con las expectativas osadas de que la llegada de Carter a la Casa Blanca significaría la vuelta al tradicionalismo demócrata en el terreno de la economía, Carter dio a conocer hace una semana escasa un complejo plan que abarcaría dos años y cuyo rasgo más destacado sería el de inyectar en la economía unos 30.000 millones de dólares.

Como se indicó antes, todos los pronósticos parecen apuntar a la continuación de una tasa de inflación muy moderada en 1977. Partiendo de esa premisa el nuevo presidente podía, sin grandes riesgos, hacer algo para reducir la tasa doméstica de inflación y apoyar al crecimiento del comercio mundial.

Y éste es el objetivo del plan de estímulo que en febrero se someterá al congreso.

Buscando esos objetivos, los asesores económicos de Carter han diseñado un plan de obras públicas y deducciones fiscales y de la Seguridad Social que, piensan, puede generar nuevos puestos de trabajo con cierta rapidez.

Las deducciones fiscales, que ascenderían a unos diez u 11.000 millones de dólares, se materializarían en forma de aumentos definitivos en los mínimos exentos en el impuesto sobre la renta -unos 4.000 millones-, y reducción en un 5% en.las cuotas pagadas por las empresas a la Seguridad Social -2.000 millones aproximadamente-. Esta última fórmula se ha preferido a los conocidos incentivos a la inversión al estimar que ayudarían antes a alcanzar el objetivo de reclucir el paro en algo más de un punto en los próximos años.

El plan de obras públicas, todavia sin precisar, supondría un incremento anual del factor público del orden de los 8.000 millones de dólares. El efecto conjunto sobre el déficit público en el año en curso sería de unos 14.000 millones de dólares, con lo cual éste alcanzaría el elevado nivel de 74.000 millones.

La reacción ante el plan Carter ha sido generalmente positiva, aun cuando no hayan faltado críticas. Los sindicatos han mostrado dudas respecto al impacto que el mayor gasto público y las reducciones en la Seguridad Social puedan originar en el empleo, los círculos empresariales critican la ausencia de medidas en favor de la inversión, y los expertos en economía internacional dudan que 30.000 millones sean capaces de estimular el comercio mundial. Sin embargo, la Bolsa y la cotización del dólar han subido.

Las cosas comienzan bien para Carter en economía.

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