Escuela de Arte Dramático
Dados los nuevos aires de renovación que corren por la Escuela de Arte Dramático, a primeros de septiembre decidí hacer la matrícula en la misma, mas allí vino la primera sorpresa, ya que los aspirantes a ingreso debíamos pasar una serie de pruebas, durante un mes, y de las cuales sólo pasarían cuarenta, de los 220 aspirantes que éramos, como más tarde así fue.Todo esto puede resultar más o menos, lógico para el que piense que, dado el gran número de paro existente en el teatro español, ha de crearse una fuerte selectividad; pero siempre siguiendo un criterio lógico basado en el interés y las aptitudes de los aspirantes, que es justamente el criterio que falta a la hora de calificarnos.
El caso más claro fue el de la prueba C, en la que se nos hacía recitar un monólogo en público, con una semana de antelación para estudiarlo, y en la cual, voluntariamente, podíamos asistir a las clases de preparación de las mismas. En esta prueba la mayoría de las aspirantes eligieron una escena de «La zapatera prodigiosa », de Lorca. La interpretación de este monólogo por las alumnas, preparadas por los profesores, las cuales a un gran número de aspirantes y de alumnos nos parecieron sosas y anodinas, fueron aprobadas en su mayoría, mientras que el resto ha suspendido, cabiendo citar el ejemplo de otra chica, quizá la única, cuya interpretación fue hecha con gran personalidad y alejada de los cánones marcados por los profesores de interpretación de esta escuela y que mereció nuestros aplausos.
Puede imaginarse, ante este y otros muchos casos, cuál es nuestra indignación al ver cómo personas, que, con gran interés y varios años de actividad teatral a sus espaldas, no han podido ingresar en esta escuela, la única oficial en España, indignación que ha sido aumentada al explicársenos a algunos de nosotros causas de lo más sorprendente, tales como «demasiada profesionalidad», «marcado acento gallego», «aptitudes para la danza», y una larga lista de vagas respuesta que se nos iban dando a medida que nos interesábamos por la causa de nuestro suspenso, dándose el ejemplo de una chica, procedente de fuera , y cuya interpretación sobrepasó el tono medio de las pruebas, que al preguntar la causa de su suspenso le fue dada la respuesta, tan vaga como estúpida, de que debido a una herida que tenía en el diente no podría declamar bien, por lo cual no le era posible el ingreso,.
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