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Al Madrid se le acabó la suerte

Tanto va el cántaro a la fuente que se puede romper en cualquier momento y por eso el Madrid cedió el domingo por la noche el primer punto negativo en su terreno. Cuando se juega mal la suerte no puede acompañar eternamente y el líder, aunque volvió a tener ocasiones para marcar y ganar, no tuvo la suerte de partidos precedentes ante un Español simplemente ordenado, sin más aspiraciones, pero que jugó mejor. Entre la impotencia madridistay el conformismo blanquiazul el aburrimiento debió ser general para toda España por televisión. En realidad fue justo que toda ella (la aficionada al fútbol, naturalmente) comprobara lo fatal que está el fútbol español, si los once señores de blanco que deambularon -poco más- por el césped de Chamartín son los que mejor lo deben hacer actualmente.El Madrid volvió a tener «ausencias». No bajas, sino esos bajones de juego parecidos a las pérdidas de consciencia en las personas. El equipo continúa haciendo algunas cosas bien, como el apoyo entre sus hombres o el desmarque apropiado desde la defensa, pero la falta de ideas entre el centro del campo y la delantera resulta lamentable. Como mucho, y de ahí vinieron los únicos peligros, las jugadas surgen como por encanto, por la inspiración momentánea de algún jugador, que viene desde atrás -San José o Stielike, sobre todo-, mira desesperadam ente a Juanito o Santillana y éstos le dan el taconcito para la pared fácilmente cortable por una defensa medianamente normal. De todas formas alguna vez puede salir y en los minutos veintidós y 31 de la segunda parte Juanito perdió dos claras ocasiones.

El otro tipo de impotencia atacante del líder -pues esta vez sólo hubo un centro bueno para la ca.beza de Santillana, que Urruti salvó también junto a su ángulo izquierdo- fueron los tiros lejanos. Pero aparte de no ser acertados, el problema fue que vinieron como fruto del no saber qué hacer para acercarse al marco rival, lo cual es más grave aún. El Madrid sigue sin extremos, ante la anarquía dé Juanito y Jensen, y si ellos no cumplen en su deambular individualista y excesivo por el campo el panorama tiende, lógicamente, a no marcar goles. De los seis tiros a puerta desde lejos, además, sólo dos, uno de Stielike, ligeramente alto, a los nueve minutos y otro de Jensen a los once de la segunda parte, que paró Urruti cerca de su ángulo derecho fueron estimables.

¿Qué sucedió para que, una vez, más el líder quedara en evidencia? Algo bien simple. El Español, aparte de tener un guardameta inspirado, contó con un centro de campo suficientemente armado como para frenar ahí el unico y posible juego de entidad rival. La defensa pudo así controlar la situación, favorecida incluso por los muchos fallos en la entrega por parte del Madrid -si no había orden, mal podía existir precisión- y sólo tuvo que contar con,la suerte para subsanar las dos ocasiones más claras de gol producidas al margen. El posible penalti de Padilla a Stielike, que se metía solo ante Urruti, en el minuto treinta, no lo pitó el árbitro, tal vez lejos de la jugada, y el poste izquierdo de Urruti en el 32 salvó el balón rematado por Santillana.

Los cuatro hombres del centro del campo blanquiazul fueron una malla elástica y acertada, cada uno en su labor. Fernández Amado fue un director de orquesta selecto, ridiculizando a Guerini. Osorio y Arabi se movieron de lado a lado, pero preferentemente por la izquierda. El primero jugó lo que quiso ante San José, que pudo haber profundizado más, pero no supo. El segundo cumplió de sobra ante Wolf, tan frío como siempre. Molinos, por último, trajo a raya a Stielike, lo cual ya tuvo mérito. Del Bosque no entró en juego, pese a pasar bien el balón, pero había ya demasiado desorden en el campo y como él no profundizó y tampoco Guerini, la soledad atacante blanca fue total. Lanchas y Verdugo pudieron a Juanito y Jensen, y Canito más todavía a Santillana, salvo aisladísimas jugadas. Menos mal para el Madrid que el Español tampoco tuvo profundidad, ni ganas. Sólo García Remón paró una falta a Marañón junto al ángulo derecho, a los 54 minutos. En la primera parte el torpe Pavón incluso pudo marcar una vez en dudosa posición y se le anuló claramente un tanto. Al final, tras pasar los agobios lógicos por el último empuje blanco, forzó hasta tres cómers seguidos. Así dejó claro que se llevaba un punto justo.

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