El animador cultural: ni líder ni dirigente
Como orientación sociocultural se entiende una actividad crecientemente profesionalizada, orientada hacia procesos de cambio, que reconoce como valor organizativo fundamental el respeto del individuo, de la comunidad en que se inserta y de su propia cultura.Al proyectar su acción, especialmente dirigida al grupo en tanto que reconoce la importancia del mismo para el desarrollo de la potencialidad de la persona, no se plantea liderarlo ni dirigirlo. Tampoco pretende trabajar con los aspectos inconscientes o de su emocionalidad. Su campo son los procesos racionales conscientes, y en gran medida el intento de tornar más racional y consciente la vida de relaciones es la utopía que intenta alcanzar y una de sus principales contradicciones.
El campo ocupacional en que se apoya la actividad del orientador sociocultural depende, obviamente, de las circunstancias político-sociales, de la financiación de sus tareas, del margen de permisividad de la estructura social y del grado de conciencia y resolución de sus necesidades que tenga una comunidad.
Reiteradamente se asocia el «tiempo libre» con la orientación sociocultural, asignándole al animador el papel del tecnólogo manipulador de su consumo. Aunque formado para desempeñar su actividad en cualquier circunstancia, el animador suele desarrollar su trabajo en el tiempo libre, en razón de una más manifiesta necesidad social y porque permite una mejor aptitud creativa del grupo en estos momentos. Esto no descarta que también la animación del tiempo económico, hoy planteada desde el Consejo de Europa, se empiece a tener en cuenta. Consecuentemente, los distintos elementos que puede. aportar al grupo (actividades expresivas y lúdicas, trabajos de elaboración y recreación, etcétera), o bien los conocimientos especializados que tiene de formas de organización social (cooperativas, clubs, centros vecinales, etcétera) son circunstanciales a su objetivo principal: la puesta en acción de la potencialidad creativa y transformadora del grupo ya apuntadas. Por tanto el hecho de que los animadores son especialmente hábiles en alguna actividad o en un conjunto de ellas no los agota en éstas, ni su calidad puede ser ponderada por la destreza con que las ejecuta. Lo decisorio es que el grupo en que se ha insertado sea el protagonista y él, a lo sumo, un catalizador.
Para lograr una formación adecuada, la Escuela de Orientación Sociocultural del CEOP, que tiene una estructura colegiada de profesores-alumnos, desarrolla el ciclo formativo a través de tres «moculos» que se integran con actividades permanentes y obligatorias de expresión corporal, lúdicas y aire libre.
El primer módulo pretende dar una formación que apunte a los conocimientos de personalidad, procesos de grupo, sociales y de cultura, básicos en la relación de convivencia. Esta formación se brinda a través de psicología, psicología social, experiencias de grupo, sociología, antropología cultural y metodología y técnicas de investigación.
Él segundo módulo se orienta a la determinación del contexto político cultural en la que están insertos los grupos y el aprendizaje, por parte de los alumnos, de tareas organizativas. Esto se obtiene a través de estudios de estructura jurídica española, estructura socioeconómica, historia social, antropología filosófica, sanidad y planificación.
El tercer módulo tiene como objetivo fundamental la formación específica para el proceso de cambio, su organización y puesta en práctica. Esta formación se ad quiere a través de pedagogía, comunicación, técnicas de expresión, técnicas de grupo y organización y administración de proyectos. Simultáneamente los alumnos participan en los cursos monográficos de trabajo manuales, teatro, música, juegos y actividades de aire libre.
Todas estas materias integran la teoría y la práctica con la realidad actual. Los contenidos de las mismas y su metodología están en función de los intereses de la orientación sociocultural.
Como toda pretensión de formación sistemática, quedan lagunas y contradicciones. Tras siete años de experiencia pedagógica se ha intentado diseñar un plan que equilibre las deficiencias y facilite de alguna manera la solución de esas contradicciones. Todo ello a caballo de la siempre crítica disponibilidad de profesores que aúnen experiencia, conocimientos teóricos y vocación para todo esto.
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