Las escuelas, centros de animación sociocultural
Las llamadas Aulas de la Tercera Edad constituyen, hasta el momento, la única realización concreta entre nosotros de una política de animación sociocultural, que cuenta ya con una importante experiencia en numerosos países europeos y que los expertos del Consejo de Europa han definido como la «nueva política encaminada al cambio social». Eduardo Prado, coordinador de la Escuela de Animadores Socioculturales de Madrid, explica el concepto de animación sociocultural y escribe sobre las posibilidades de utilización de los centros escolares como soporte material de la animación sociocultural en los barrios.
La escuela, por encima o además de su función específica, es contemplada por la sociedad, consciente o inconscientemente, como un servicio que los poderes públicos prestan a la organización familiar y a las necesidades derivadas del horario laboral de sus miembros.En gran medida, el sistema educativo, su organización horaria sobre todo, ha estado condicionado por esta función, obviamente secundaria, pero de innegable importancia.
La regulación de la dedicación exclusiva de los maestros, con la consiguiente prohibición de las permanencias, ha tenido la virtud de poner de mayor relieve este problema. Los maestros reivindican como tiempo no lectivo todas las horas que sobrepasen la jornada tradicional de cinco, y el Ministerio pretende que esas cinco horas lectivas se eleven a seis con la evidente intención de atender a esa función secundaria de la escuela: que el niño sea «cuidado» por el maestro.
El creciente movimiento asociativo de los padres de alumnos ha encarado el problema con un evidente sentido de realidad. Los padres son conscientes de que la calidad de la enseñanza no puede confundir se con la cantidad, y en este sentido se solidarizan con las aspiraciones de los maestros; pero, por eres otra parte, reclaman de los poderes públicos la prestación de ese servicio secundario, y que el mismo no carezca de contenido educativo.
En este contexto se sitúa la alternativa propuesta por las propias asociaciones de padres y determinados partidos políticos. La colaboración del Estado con la organización familiar y sus problemas horarios no puede limitarse al campo de acción del Ministerio de Educación, y así reivindican la colaboración entre los ayuntamientos, las entidades ciudadanas y los ministerios de Cultura y de Educación para afrontar el problema.
Esta alternativa coincide con la vieja reivindicación de los movimientos juveniles, los cuales entienden que no sería necesario construir un solo edificio más para la creación de bibliotecas públicas, de casas de la juventud, locales de animación cultural, ateneos de barrio, etcétera, si todos los edificios escolares (institutos, colegios nacionales y universidades) fuesen utilizados al máximo de sus posibilidades.
Toda una tarea de animación sociocultural, inédita en gran medida entre nosotros, tendría su base y su punto de partida en los edificios docentes del, país, unos edificios que, como ha asegurado recientemente una cualificada personalidad del actual equipo directivo de Educación y Ciencia, no pertenecen a unos determinados alumnos o a los padres de éstos, sino a toda la sociedad.
La cuestión, a partir de ahí, reside en la necesidad de que el Estado español defina una política concreta de animación sociocultural, tal y como ha recomendado el Consejo de Europa a los Gobiernos que son miembros del mismo. «Se recomienda encarecidamente -dice textualmente el citado organismo europeo- que los Gobiernos definan una política precisa y completa de animación sociocultural, que tendría una importancia comparable, en la planificación nacional, a la educación, protección social, etcétera.»
El mismo Consejo de Europa señala como objetivos de dicha política los siguientes: atenuar, para finalmente eliminar, el hándicap sociocultural, y dar a todos iguales oportunidades en este campo; disminuir, para suprimirlo finalmente, el vacío sociocultural entre los estratos sociales, y crear las condiciones adecuadas que inciten al mayor número de personas a revalorizar plenamente su potencialidad, así como los recursos que pueden encontrar en su asociación con otros. »
Pero, supuesta la buena predisposición de todos los organismos afectados (ayuntamientos, Educación y Ciencia y Cultura), en orden a una utilización múltiple y flexible de los edificios escolares, el tema de la animación sociocultural no quedaría resuelto. Ni siquiera, aunque es un paso imprescindible, con una definición teórica de la política de animación sociocultural recomendada por el Consejo de Europa.
El problema fundamental reside en determinar quiénes van a ser los hombres y mujeres que pongan en práctica esa política. Las escuelas de formación de animadores no abundan, aunque sí el personal humano que, convenientemente formado, podría hacerse cargo de la tarea. Decenas de miles de maestros y de licenciados en paro constituyen ese potencial humano.
Actualmente existen en España unas cuantas escuelas ocupadas en la formación de animadores para las actividades de aire libre, vinculadas a los movimientos juveniles, que dependen en su práctica totalidad de la organización católica de Cáritas. Pero las actividades de aire libre, con ser un elemento importante de la animación sociocultural, no agotan el campo de actuación de la misma.
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