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TEATRO

La nostalgia y los viejos nombres dorados protagonizan la próxima temporada madrileña

La inesperada reaparición de Isabel Garcés, la de Amparo Rivelles; el estreno de una comedia, quizá dos, escritas por Fernando Fernán-Gómez, un estreno de Buero Vallejo, la venida a España de algunos grupos extranjeros importantes son algunos de los rasgos de la próxima temporada teatral. Como enigmas, el Teatro Español y el Centro Cultural de la Villa de Madrid. Y en los teatros nacionales, el cumplimiento de los proyectos personales de Nuria Espert en el María Guerrero y de José Luis Gómez en el Bellas Artes, después de iniciar la temporada -probablemente, con retraso- de algunas de las obras que programó Marsillach para el Centro Dramático.

Isabel Garcés reinó toda su vida en el Infanta Isabel. Hizo los papeles de «ingenua» de los grandes y menos grandes autores de la época. Tuvo un público fiel, unos críticos adictos. La edad la retiró del teatro que sigue regentando su esposo, Arturo Serrano, pero no de la afición. Por ella, y no por necesidades económicas, vuelve a la escena, aunque no en su teatro. Va a hacer un personaje famoso en la literatura policíaca, el de la señorita Marple: una sagaz anciana solterona que, desde su silla de ruedas, desenreda horribles y complicados asesinatos. La silla de ruedas seguramente ayudará a mitigar su cansancio; pero desde ella complacerá al público nostálgico, y no solamente a él.Amparo Rivelles se fue a México hace muchos años: dejó aquí el recuerdo de una gran belleza y de la escuela teatral naturalista de sus padres: María Fernanda Ladrón de Guevara y Rafael Rivelles. En México es reina del melodrama y de la alta comedia. Aquí estrenará una obra de Antonio Gala y otra de Santiago Moncada: llenará con ellas, si todo va bien, la temporada del Infanta Isabel.

Fernando Fernán-Gómez no es sólo el actor extraordinario, sino un escritor de vieja vocación: poemas, artículos, alguna breve incursión en el teatro. El año pasado obtuvo el Premio Lope de Vega por su obra Las bicicletas son para el verano. Su estreno es uno de los cuatro que el Ayuntamiento de Madrid y el Ministerio de Cultura deben a los premiados y al público. Puede, o no, que estrene esa obra esta temporada. Pero la que estrenará con seguridad -con la seguridad que se puede tener en el movedizo mundo del teatro- es Domingo burgués, en el Valle-Inclán. Sus intérpretes femeninas: Emma Cohen y Julieta Serrano.

La iniciativa privada más ambiciosa es la de Manuel Collado, que se ha propuesto una reconversión a fondo del teatro Martín. El estreno principal será el de Historia de un caballo, del soviético Rozowski, inspirada por un cuento de Tolstoi: un éxito de Moscú, que fue presentado en el Festival de Hamburgo. El intérprete -el viejo caballo agotado que evoca su vida- será José María Rodero; la actriz que le acompañe puede ser Carmen Maura o María Fernanda d'Ocón. Y el director, Collado, con escenografía de Cytrynowski. Estos actores y los que les acompañen -el reparto es numeroso- tendrán que cantar una partitura bastante amplia. La adaptación es de Enrique Llovet. La temporada continuará con el estreno de Plauto, del escritor catalán Carlos Trías, dirigido por el argentino Roberto Villanueva, que ahora está dirigiendo a Carlos Larrañaga y Marisa Paredes, con Juan Ribó, en P. D., tu gato ha muerto, de Kirkwood, que se estrena al comenzar julio en el Marquina, mientras la compañía de María José Goyanes hace una gira por provincias con La gala en el tejado de cine caliente -Carlos Larrañaga, sustituido por Miguel Ayones- Continuemos con el Martín: Collado prepara también otro espectáculo, dirigido por el venezolano Carlos Jiménez -Rajatabla-, que ya ha llegado a Madrid: no está decidido aún si será La lozana andaluza, en versión de Alberti, o La muerte de Lorca, del español-venezolano José Antonio Rial. Lo que pretende Collado en ese teatro es: 1, crear un instituto para la formación de actores dirigido por Roberto Villanueva y por él mismo; 2, dar paso a una serie de grupos españoles y extranjeros, a partir del que dará Cantando bajo la lluvia con el paraguas roto -a partir del 21 de este mes- el TSE con Penas del alma de una gata inglesa, I colombaioni -grupo italiano que ha trabajado en el cine con Fellini-, y algunos más no decididos aún; 3, abrir el teatro, tras la última función, hasta las tres y media de la madrugada, con un espectáculo de cabaret o café concierto; 4, dar cielos de cine infantil y para adultos.

La expectativa de la temporada está en el Tartufo de Llovet y Marsillach, que se repone a los diez años de su accidentado estreno. El adaptador -y creador-, el director y primer actor, parecen pensar que nada ha cambiado demasiado en España y que el tartufismo que ya denunció Moliére sigue teniendo las mismas características. Va a tener una trascendencia política, desde una crítica de la izquierda. (La crítica desde la derecha la hará Olano, con una obra nueva en el Alfil, y Eloy Herrera, que sustituirá su Cero a la izquierda con otro estrenó propio.)

Y el misterio, en lo que sucederá con los proyectos del TEC, con el trabajo de El Búho, estrenado en El Escorial y esperando su posibilidad en Madrid (De san Pascual a san Gil, de Domingo Miras). Desde la nueva Dirección General de Teatro se les mantiene en la suspensión de ánimo que será de sus subvenciones, sin las cuales no pueden trabajar.

Más misteriosa es la situación del Español y la del Centro Cultural de la Villa. Parece que el Ayuntamiento de Madrid mantiene su intención de que el Español lo programe el Ministerio de Cultura, como en los viejos tiempos; pero en los planes de la Dirección General de Teatro no se cita este teatro. Estará dispuesto para abrirse en septiembre: no se sabe con qué, con quién. El Centro Cultural sigue arrastrando la carga de la programación anterior. Convendría que se anunciara cuál es, y qué piensa hacer cuando la termine. No puede evitarse el pensamiento de que con el Español y las dos salas del Centro Cultural el Ayuntamiento podría crear un auténtico foco de cultura teatral. Pero su déficit presupuestario monumental se lo va a impedir.

Los teatros nacionales

Los dos teatros nacionales: la sorpresa del nombramiento ha caído sobre Nurla Espert y José Luis Gómez en momento inoportuno. Nuria está en Bulgaria: cuando regrese, tendrá que ocuparse intensivamente de los ensayos y luego de las representaciones de Medea en Roma. José Luis Gómez tiene que cumplir una estancia en Estados Unidos, que le retendría hasta enero. La intención es la de comenzar la temporada con algunas de las obras programadas por Marsillach. José Luis Gómez ha tenido ya una entrevista con Francisco Nieva para continuar estudiando la posibilidad de dar La velada de Benicarló, de Azaña, adaptada por Nieva, con dirección de José Luis Alonso. Puede haber serios problemas políticos, aunque si no se llevara a cabo ese proyecto siempre aparecerían otras razones. En todo caso, la temporada no terminará sin que Nuria ponga su Doña Rosita, la soltera, de Lorca, y Gómez su espectáculo de Calderón.Prácticamente, los estrenos de autores españoles vivos no serán más que dos mayores -Buero en Lara, Gala en el Infanta- y alguno menor. De los «nuevos», nadie dice nada.

Algunas otras novedades: Conchita Velasco, con Filomena Maturano -un viejo melodrama que se estrenó en el ya desparecido Fontalba por Pepita Serrador-; el regreso de Closas, que se presentará en el Reina Victoria, con Julia Gutiérrez Caba; Gómez Bur, en el Alcázar, con una obra cómica...

Predominio de la nostalgia, de los vicios tiempos, de «aquel teatro», de nombres antiguos y dorados...

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