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Homenaje a Eugenio D'ors en el 25.º aniversario de su muerte

«Eugenio D'Ors era, en política, antiliberal y antidemocrático. Por tanto, no está de moda», dijo a EL PAÍS el segundo de los hijos del escritor, Juan Pablo D'Ors, quien, con una grabación de la voz de su padre, abrió ayer en Madrid el primer acto de homenaje al catalán que bautizó e inauguró el novecentismo. Después, con una conferencia del profesor de la Universidad Nacional a Distancia, Rafael Gibert, culminó el primero de los actos con los que la galería Biosca, de Madrid, va a recordar la figura de Eugenio D'Ors, de cuya muerte se cumplieron ayer veinticinco años. Durante el próximo mes de octubre se celebrarán en la misma galería de arte, cuyo dueño fue amigo personal del escritor, otros actos en el mismo sentido.

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Por lo que se desprendía de su conferencia, el profesor Gibert no daba de D'Ors una visión tan combativa como la que ofreció el hijo del novecentista: el crítico de arte y filósofo del Glosari apareció en las palabras fáciles de Rafael Gibert como el caballero elegante, el crítico afortunado y sabio. Madrid, la ciudad de sus desencantos, cuya «almendra de vida» era el Museo del Prado, se manifestará, a sus ojos catalanes, terrible, pobre, oscura, para irse redimiendo en el tiempo y en la gente, en los momentos. Con habilidad, el profesor Gibert nombró cuando tenía que nombrar: vimos en torno a Eugenio D'Ors a Díaz Cañabate y a Rafael Alberti, la tertulia dell café Lyon y Manuel Azaña, la vida de Eugenio D'Ors y el Madrid de principios de siglo o de los años treinta.El hombre que se conmovía ante los pintores y ante las pinturas, el mismo que pedía «dos dedos de alfombra» como símbolo de respeto y organización global del arte, a la hora del salón de arte de Madrid, el contertulio nada dogmático aunque, según el profesor Gibert, como pensador lo fuera, apareció ayer en una visión, en fin, ambigua, colorista, un punto crítica y de alguna manera distanciada. Fue un discurso hecho a imagen y semejanza del escritor catalán.

La otra cara de Eugenio D'Ors la dio su propio hijo, quien dijo a EL PAÍS: «En la novela, Eugenio D'Ors buscaba el arquetipo; en la biografía, buscó el destino y es como si el hombre estuviese en una constante creación de su propio ángel; en la crítica de arte buscó D'Ors el entendimiento de los significados, de los significantes y de las formas; en la poesía, el ritmo indeterminado; en filosofía, la vida en el pensamiento y el pensamiento en la vida, y, por último, en historia buscaba Eugenio D'Ors los elementos constantes.»

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