La crisis del pensamiento católico
La condena de Hans Küng, el proceso a Edward Schillebeeckx por el ex Santo Oficio o los acercamientos del obispo integrista francés Marcel Lefebvre a Roma no son sino la historia de la crisis del pensamiento cristiano, de la libertad de conciencia católica o, si se prefiere, de uno de los conflictos básicos de la identidad de un Occidente angustiado y sin raíces, mientras un tercio de la humanidad se somete a una nueva identidad filosófica, la marxista, y el grupo de pueblos de mayor riqueza petrolífera recrea la identidad del Islam.
El pasado día 24 de octubre, las páginas de Opinión de EL PAIS incluían una tribuna libre de Hans Küng, firma ya polémica en la historia de la Iglesia de nuestro tiempo, ese complejo mundo de ideas, sentimientos, actitudes y creencias que está en la raíz de nuestra forma de vida. El artículo publicado en EL PAIS, y en otros diarios europeos, volvía a tocar un viejo tema en la historia de la Iglesia, y de todos los grupos humanos: la autoridad del Papa.Esa misma autoridad, y en su nombre la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha acusado al teólogo suizo de «desprecio al magisterio de la Iglesia», y le ha privado de su cátedra.
La condena de Roma ha suscitado ya, a las veinticuatro horas de producirse, vivas reacciones, incluso entre algunos creyentes. Por ejemplo, la de Antonio Tovar, profesor jubilado de la misma universidad en la que Hans Küng ya no podrá enseñar más teología católica, en la ciudad alemana de Tubinga. «Hans Küng ha sido siempre un hombre humilde que aceptó las advertencias de Roma», comenta el profesor Tovar. Tal vez por ello, este lúcido teólogo fue llamado por el papa Juan XXIII como asesor del Concilio Vaticano 11.
«La reconciliación del Papa», prosigue Antonio Tovar, «con el orgulloso Lefébvre, que desafió varias veces a Pablo VI y que fue a la misma Roma a celebrar misas heréticas, contrasta con la condena a Küng. Léfébvre siempre adoptó posturas arrogantes, mientras que Küng ha sido, siempre, un hombre humilde... Esto es intolerable. »
Tal vez la clave de esta diferencia radique en que la propia autoridad del Pontífice romano o, en palabras de Küng, «el primado del dominio clerical marcado por el absolutismo romano», es fortalecido por Lefébvre cuando lo desafía, mientras que esa misma autoridad es desmontada en su absolutismo cuando la humildad de Küng y el pensamiento moderno creyente que él representa se someten a un Papa que debe ser, en palabras de Küng,' «un hombre abierto al mundo..., un líder espiritual..., un auténtico pastor ..., un obispo en clave colegial ..., un mediador ecuménico y un verdadero cristiano». A un Papa así es al que se somete, con la máxima humildad, el teólogo suizo ahora condenado. Es la suya, por tanto, una rebeldía más profunda, aunque menos arrogante, que la del obispo Lefébvre.
Esta historia, sin embargo, comienza mucho antes de la condena al suizo-alemán Hans Küng o de las citaciones al belga-holandés Edward Schillebeeckx. Porque no es otra sino la historia de la crisis del pensamiento cristiano, de la libertad de conciencia católica o, si se prefiere, de uno de los conflictos básicos de la identidad de un Occídente angustiado y sin raíces, mientras un tercio de la humanidad se somete a una nueva identidad filosófica, la marxista, y el grupo de pueblos de mayor riqueza petrolífera recrea la identidad islámica.
Tubinga, católicos y protestantes
Tubinga es uno de los núcleos originarios de la actual crisis del pensamiento cristiano. «Tubinga era un centro de teología muy importante», sigue contando Antonio Tovar, quien recuerda viejos tiempos. «Allí estaba el famoso teólogo hegeliano Christian Baur que fue, en su tiempo, muy importante y renovador. De allí salió la famosa Vida de Jesús, de David Strauss, a quien le costó salir de la Iglesia, Evangélica, que condenó su obra como herética.»
La facultad de Teología Católica de Tubinia fue establecida por el rey de Württemberg porque este reino fue ampliado y la mitad de la población era católica. Los líderes del pueblo alemán siempre han permanecido muy atentos al equi-librio entre catolicismo y protestantismo, creencias ambas con fuerza popular. Incluso allí donde existe una influencia católica o protestante con carácter de predominio, normalmente se respeta la dominación ideológica y no se toman iniciativas que pudieran ofender el sentir popular mayoritario.
Sin embargo, el rey de Württemberg se atrevió a laproeza y creó en la misma Universidad de Tubinga, donde existía una brillante facultad de Teología Protestante Evangélica, otra católica, «con el mismo apoyo económico,. número de becas, etcétera», comenta Antonio Tovar. Y añade: «La Universidad de Tubinga es la única universidad de Alemania que tiene doble facultad de Teología.»
La Crisis en el Pensamiento Católico
Así nació un encuentro que no puede sino fomentar la búsqueda de las nuevas síntesis que necesita el cristianismo. «Aunque ambas facultades se mantiene separadas», concluye Tovar, «los alumnos asisten unas veces a las clases de la otra facultad. En este ambiente ha habido grandes teólogos en ambas facultades, la católica y la protestante. En la católica estuvo Rahner, actual arzobispo de Munich, quien ahora se ha pasado al bando conservador. También estuvo en Tubinga el teólogo Haag, sacerdote católico que ha discutido el problema del demonio; él niega la existencia del diablo.» En realidad, lo que comenzó a suceder en Tubinga ocurría al mismo tiempo en la ciudad holandesa de Nimega, en la que otro de los teólogos pues los en evidencia, Edward Schillebeeckx, que es también una de las más geniales mentes de la reconversión del lenguaje cristiano y contribuyó a la creación del Catecismo holandés.
Nimega, reformulación de símbolos
Tanto Küng como Schillebeeckx, y como ellos otros muchos pensadores de la nueva teología cristiana, católica y protestante, no están haciendo otra cosa sino replantear el lenguaje en el cual los viejos conceptos cristianos, cargados de una alta sabiduría vivencial del pueblo (Dios, Jesucristo, la resurrección del hombre, la virginidad de María), en lugar de ser destruidos o menospreciados como «fuente de salvación», es decir, como fundamento del sentir, el pensar y el actuar del hombre de Occidente, puedan ser aceptados por una población que abandona masivamente la condición de creyente o, al menos, de creyente practicante.
Esta reconversión de símbolos es la que parece afectar más a la Curia romana y al Papado, por el riesgo evidente de descomposición doctrinal que supone. Por ejemplo, el análisis de Küng pone en entredicho verdades que se cuentan entre las más básicas de la doctrina católica: la infalibilidad papal, la figura de Jesucristo y la identidad de María, la Madre de Dios.
Respecto a la primera, Hans Küng ha insistido reiteradamente en la evidencia histórica de que los papas se han equivocado frecuentemente, lo que pone en entredicho el concepto de infalibilidad que profesa la doctrina oficial católica. Sin embargo, frente a esta hipótesis, el Vaticano tiene la suya, y no considera los errores históricos (Juan Pablo II acaba de reconocer el desacierto de la condena de Galileo) como motivo para poner en duda la mencionada doctrina. Incluso el teólogo español José María González Ruiz, consultado por EL PAIS, afirmó que no quería opinar sobre la condena de Hans Küng, del que se considera amigo, mientras no disponga de información procedente de las dos partes. Para González Ruiz no es aconsejable definirse en el asunto hasta disponer de la máxima información.
Tampoco ha querido pronunciarse el obispo de Cuenca, José Guerra Campos, brillante en la Iglesia católica española de los años sesenta. Guerra Campos, que se distinguió por la valentía con la que en plena España franquista había estudiado el marxismo, valentía que contagiaba de entusiasmo a multitudes de jóvenes militantes católicos en su denuncia ante tanta injusticia doctrinal y de comportamiento, es considerado hoy por varios comentaristas como «representante del sector más ultra de la Iglesia española» y hombre que también optó por el poder eclesial. Consultado sobre la crisis de la Iglesia holandesa, Guerra Campos ha dicho: «Hace años estuve bastante conectado e incluso mantuve conversaciones con representantes de la Iglesia holandesa, pero ahora carezco de información precisa para poder hablar del tema de forma seria y objetiva.»
Otro portavoz de la jerarquía eclesiástica española respondió a la misma consulta que no se encontraba «en condiciones de opinar, ya que para opinar sobre este tema hay que seguirlo muy de cerca y sólo dispongo de la información que han dado los periódicos». Asegura, refiriéndose a la puesta en entredicho de Schillebeeckx, que sólo tiene ideas vagas sobre la crisis de la Iglesia holandesa.
El "Catecisino holandés", o volver a empezar
Las dudas, angustiosas en ocasiones para multitud de personas, y la exigencia de rigor en la toma de datos que denotan las respuestas anteriores, ponen en evidencia la complejidad del problema. Un problema que no es otro que el de la identidad de los creyentes.
Se vuelve a discutir, por tanto, sobre las grandes verdades del catolicismo. Además de la infalibilidad papal, puesta en entredicho por Hans Küng, su doctrina, según la opinión oficial católica, no subraya con firmeza «el carácter de la divinidad de Jesucristo» ni el papel de la Virgen María como Madre de Dios.
«Si alguien confesara la fe de Cristo o la Iglesia a pesar de haber visto que no es verdad, pecaría contra su conciencia.» Estas palabras, publicadas por el Catecismo holandés (edición española de Herder, página 359), pertenecen nada menos que a santo Tomás de Aquino, considerado para muchos como garante de la ortodoxia cristiana, aunque tratado como heterodoxo en su tiempo.
(Pasa a página 30)
La crisis del pensamiento católico
(Viene de página 29.) No es vana coincidencia el hecho de que los coloquios mantenidos en el ex Santo Oficio por Schillebeeckx, considerado por el semanario italiano L'Europeo como «uno de los más grandes teólogos vivientes», se produzcan pocas semanas antes del sínodo de la Iglesia holandesa, convocado extraordinariamente en Roma.Según Manuel Suances, filósofo español, buen conocedor de la nueva teología católica, mientras se proyectan nuevos viajes del papa Wojtyla, Juan Pablo II «podría haber planeado un viaje a Holanda para este fin; creo que el problema lo requiere». Sin embargo, el sínodo holandés se ha convocado en Roma, y allí acudirán los obispos de los Países Bajos.
¿Por qué esta llamada al centro de la cristiandad, esta puesta en entredicho de la nueva teología católica, este nuevo proceso a los novísimos teólogos del Occidente cristiano?
La identidad de Jesucristo, puesta en crisis en la herejía de Schillebeeckx, calificada como muy próxima al arrianismo, se torna también en figura de esperanza para la Iglesia de Holanda. «¿Quién es éste?», se pregunta el Catecismo holandés en la edición ya citada (página 144). Y concluye: «El más venerado de sus nombres, Jesús, sobre el que ya Pablo escribe: "para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla", y en la liturgia sólo al nombre de Jesús se inclina la cabeza. Lo expuesto nos muestra el esmero con que la Sagrada Escritura y la Iglesia cuida los grandes títulos de Jesús. Por ello conviene que también nosotros tratemos con el máximo respeto el nombre de Dios. Todos los títulos, y este particularmente, resumen en forma condensada todo el misterio de su persona.»
Así concluye la investigación sobre Ia identidad de Jesús. Aquí converge el sentir del Opus Dei, que presta su identidad al papa Wojtyla, con la crítica de los nuevos teólogos, condenados o en expectativa de condena. Porque la difícil síntesis que el pensamiento cristiano se plantea, en una apuesta ya perdida para la mayoría de los ciudadanos de Occidente, es la de tratar de encontrar en la polémica figura de Jesús el fundamento viejo y nuevo, a la vez, de la manera de pensar, sentir y vivir que testimonia el pasado de Occidente.
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