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La industria británica del automóvil, amenazada por la competencia y los altos costes

¿Quién no recuerda, entre los aficionados al motor, los nombres de Norton, BSA y Triump, por citar sólo tres, orgullo prestigio de la industria británica de motos durante decenas de años?Uno a uno fueron desapareciendo del mercado, como consecuencia de la competitividad de firmas extranjeras, principalmente alemanas y japonesas, y en la actualidad sólo constituyen un nostálgico recuerdo para los aficionados a la motocicleta.

El temor existente en algunos círculos británicos es que la en otro tiempo poderosa industria británica del automóvil pueda seguir los pasos de la motocicleta, a menos que el Gobierno introduzca unas barreras arancelarias para proteger a los fabricantes de coches británicos, representados principalmente por el gigantesco complejo de la British Leyland.

El presidente del sindicato más importante de la industria del motor, Terry Dulffy, de la Amalgamated Union of Engineering Workers, expresó estos temores ayer al secretario de Comercio, John Nott, a quien apremió a convocar una reunión tripartita entre sindicatos, Gobierno y British Leyland a la vista de las estremecedoras cifras de ventas de coches británicos en el corriente mes.

De acuerdo con estas cifras, todavía no oficiales, la venta de coches en el Reino Unido, en junio, ascenderán sólo a 100.000 unidades, de las que corresponden a British Leyland escasamente el 15% del total. Los japoneses casi alcanzan ese porcentaje, con un 13,6%, con la multinacional americana Ford en tercer lugar.

Según declaró Duffy, cuyo sindicato es el segundo en importancia de Gran Bretaña, «si el Gobierno no interviene, el daño será irreparable y nos encontraremos pronto con una repetición de lo que ocurrió con la industria de motocicletas».

Como consecuencia de las bajas cifras de ventas en junio, Ford y Vauxhall (General Motors) han colocado a miles de obreros en jornada reducida, mientras que Talbot ha procedido al despido de 1.400 trabajadores. La Leyland procedió al despido, de acuerdo con los sindicatos, de 25.000 obreros y al cierre total o parcial de trece fábricas en los próximos cinco años. Las esperanzas de British Leyland están puestas en el lanzamiento el próximo octubre de un nuevo modelo, el Metro, en sustitución del popular Mini, que ha estado veinte años en el mercado.

Los sindicatos accedieron al programa masivo de despidos de Leyland ante la amenaza de cierre total planteado por el presidente de la compañía nacionalizada, sir Michael Edwards.

Terry Duffy considera «catastrófico» que se permita a los fabricantes extranjeros vender libremente en Inglaterra cuando están en juego un millón de puestos de trabajo en British Leyland y en sus compañías subsidiarias. «Si hay un caso claro para introducir tarifas arancelarias es el nuestro», manifestó.

Sin embargo, la cuestión no es tan fácil de resolver con medidas proteccionistas, como propone el dirigente sindical, medidas que difícilmente aceptará un Gobierno como el actual, partidario de una total libertad de mercado. Aun aceptando un arancel proteccionista, la industria británica del automóvil tendría que resolver satisfactoriamente el tema de las deterioradas relaciones industriales, la calidad y la productividad para poder competir ventajosamente con los fabricantes alemanes y japoneses.

Según una tabla publicada recientemente, un obrero inglés, en las mismas condiciones de trabajo y con las mismas herramientas, tardaba exactamente dos minutos más que uno alemán en montar una simple cerradura de puerta de automóvil. Multiplíquese las horas de fabricación de un coche y se entenderán fácilmente las cifras.

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