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El terrorismo internacional puede haber financiado la matanza de Bolonia

Mientras en Italia crece el número de los que ven la «mano extranjera» en el atentado de la estación de Bolonia, y en esa dirección parece dirigirse las pesquisas de los investigadores, ayer se celebró un Consejo de Ministros extraordinario dedicado exclusivamente a tratar los graves problemas del orden público planteados por el atentado fascista del sábado. Tres niños, heridos entonces, fallecieron ayer.

Entre los ministros y el presidente del Consejo, después de que Cossiga leyera un informe secreto, se produjo, también en el más estricto secreto, un debate que duró más de cuatro horas, Sólo después la presidencia del Gobierno dio publicidad a un comunicado oficial con una llamada a todas las fuerzas sociales y políticas para que se movilicen y colaboren con el Gobierno en «este dramático momento que atraviesa el país».El Gobierno ha asegurado a la magistratura y a todas las fuerzas del orden el apoyo más total y leal para «descubrir y castigar a los ejecutores y responsables del horrible delito de Bolonia». Y esto porque los ciudadanos exigen, afirma el comunicado, la certeza de que el Gobierno ejercerá en este momento el papel de guía política que le pide el país entero. ¿Sólo promesas? Lo cierto es que existe una diferencia fundamental entre el atentado de la estación de Bolonia y el de Piazza Fontana de Milán, de hace doce años, ya que esta vez ha sido el Gobierno quien ha afirmado desde el primer momento que los responsables son los fascistas.

Entonces. bajo la complicidad de altos cargos de los servicios secretos. se intentó culpar de las dieciséis muertes a la izquierda anarquista tomando como cabeza de turco al bailarín Pietro Valpreda. Hicieron falta doce años Y muchas muertes de testigos y magistrados para que los jueces descubrieran la verdad sobre la autoría fascista del atentado. Esta vez los magistrados. los carabineros. la policía política y los nuevos servicios secretos no han perdido ni un momento y desde ayer están entrando en cientos de casas de personajes de la extrema derecha en toda Italia. Ahora ha sido el Gobierno en pleno quien ha asegurado a los jueces de Bolonia encargados de la difícil misión del apoyo total del Estado. La promesa no basta. Pero es importante. Los mismos magistrados lo han declarado ayer, afirmando que hace veinte años que están pidiendo instrumentos necesarios para luchar contra la complicada telaraña del terrorismo italiano.

La hipótesis más sólida, hasta el momento, es que el explosivo utilizado pudo ser el T-4, más potente que la nitroglicerina, que estalla a casi 4.000 grados de temperatura (lo que explicaría las quemaduras en los cadáveres y heridos) y con una potencia explosiva de catorce toneladas por centímetro cuadrado.

Descubierto en 1889, es un explosivo relativamente viejo, pero insustituible todavía en minas submarinas, proyectiles perforantes y bombas de aviación, por la alta velocidad de su onda expansiva (entre 8.000 y 10.000 metros por segundo).

Seguir el rastro a ese explosivo, muy raro en Italia, pero bastante común en Francia, donde puede encontrarse en el mercado negro y goza de cierta fama por haberse empleado en un atentado contra el general De Gaulle y por haber sido utilizado para demoler los restos de la famosa línea Maginot, es una de las principales tareas de la policía italiana.

El diario milanés Corriere della Sera planteaba en su edición de ayer que la seguridad italiana sigue con especial interés la pista «extranjera» que podría llevar hasta el descubrimiento de un «terrorismo en estado puro». Sin color rojo o negro, sin ideologías de izquierda o derecha, pero financiado de forma neutra y profesional.

Si esa pista se revelara exacta, afirma el diario italiano, el Gobierno de Italia sería el llamado a descubrir, de una vez para siempre, el complicadísimo nudo de la complicidad internacional del terrorismo, comenzando por aquellos países que dan hospitalidad, más o menos desinteresada, a las milicias del terror.

Según los responsables de los servicios secretos y de seguridad, que han pedido a sus homólogos europeos que les entreguen todas, las informaciones susceptibles de ayudarles. habría que investigar en Alemania, donde los neofascistas italianos cuentan con el apoyo de los grupúsculos neonazis; en Libia, donde el coronel Gadafi amenazó recientemente con apoyar acciones que desestabilizasen el régimen italiano, y en Líbano, donde los neofascistas italianos han mantenido durante la guerra civil estrechas relaciones con las milicias falangistas.

Tres nuevas víctimas

A los treinta niños destrozados por la bomba se han añadido en el último momento otros tres que habían sido ya hospitalizados con pronóstico reservado.

Mientras tanto ha llegado la noticia de que hoy estarán presentes en el funeral de Estado, que se celebrará en Bolonia, sólo algunos de los cadáveres de las víctimas. Además de los cadáveres de los dos taxistas cuyas familias han rechazado, en señal de protesta, los funerales oficiales, faltarán también los restos mortales de todos los extranjeros, cuyas familias han preferido llevárselos inmediatamente a sus países de origen y muchos de los italianos de fuera de Bolonia, cuyos familiares han preferido celebrar los funerales en sus ciudades.

Bolonia, la ciudad que ha dado un ejemplo al mundo entero de civismo, responsabilidad, solidaridad y madurez política, se preparaba anoche para asistir en masa al funeral de «sus muertos». De todas partes del mundo están llegando a la presidencia de la República, del Gobierno y al alcalde comunista de Bolonia telegramas de solidaridad y de pésame de jefes de Estado, hombres de cultura y de simples ciudadanos desconocidos.

La prensa internacional destacaba ayer la gran resistencia del pueblo italiano a la «guerra del terrorismo» y la vocación inquebrantable de este pueblo a la democracia y a la libertad conquistadas con una dura y heroica resistencia. Esta mañana, el funeral estará presidido por uno de estos hombres de la resistencia, el anciano Sandro Pertini, presidente de la República y el más amado de los ciudadanos de este país. En Bolonia, donde quiso, a sus 83 años, visitar uno por uno los cadáveres de las víctimas, gritó llorando y apretando los puños: « ¡Estos niños muertos, y pensar que aún existe quien defiende a estos criminales y asesinos!»

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