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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Fischer Z, entre la histeria y el sentimentalismo

Fischer Z es un grupo inglés de lo que podía llamarse segunda fila en Inglaterra, pero que aquí, en España, y gracias a una intensa programación por las FM, han conseguido convertirse en una primera división. Hace unos meses estuvieron actuando en el Colegio Mayor San Juan Evangelista y es muy posible que quienes acudieron entonces repitieran estos días (el pasado miércoles, ayer y hoy mismo) acudiendo al Marquee, de Madrid, para volver a escuchar lo que se contaban.En estos meses, el grupo ha cambiado mucho. Siguen haciendo una buena mezcla de rock, pon y reggae, pero han cambiado otros aspectos. Aparte de alguna variación en el personal del grupo, lo que se nota es una dulcificación de su música o, mejor aún, en la forma de hacerla. No es que estuviera mal, de hecho fue todo lo contrario, que aquello sonaba a las mil maravillas (o casi), que las canciones siguen resultando pegadizas de lo más y que los músicos pasan de ser simplemente capaces. Pero, eso sí, la tensión, casi histérica, que surgía de su primer elepé o de sus actuaciones hace seis meses se ha calmado.

Por allí se sugería que esto sucede a resultas de un intento de penetración en el mercado estadounidense, poco dado a las estridencias (a pesar de lo cual el último elepé de B'52 se ha colado en los primero s puestos de ventas). Esa puede ser una razón, pero, desde luego, no explica que las letras del segundo disco de Fischer se hayan alejado casi por completo de la crítica y sátira que les hacía tan atractivos en Word Salad, su primero.

Con todo y con haber perdido en agresividad, Fischer Z han ganado en otras cosas, como, por ejemplo, en sonido. También podía ser cuestión de la sala, pero ahora las cosas parecen más redondas, los ritmos más claros y las nuevas canciones, que, en general, son menos brillantes que las antiguas, se convertían en muy convincentes. Al menos eso le parecía al personal, con ninguna o muy pocas excepciones.

Lo que en Police (término de referencia casi obligada por la cosa del reggae blanco) eran aplausos casi de compromiso se convirtieron en la primera sesión de Fischer Z en unas ovaciones continuadas que obligaron al grupo a dos repeticiones bastante largas para lo que suele ser habitual.

Un tema cuestionable era el del local, que es un club con capacidad para unas quinientas personas. Puede haber quien diga que de esta manera se encarece mucho la entrada (quinientas pesetas), lo cual parece un razonamiento lógico. Pero también es cierto el que de esta manera, en locales como este, se crea una comunicación mucho más completa entre músicos y audiencia.

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