Girón
De qué fondo de leones, de qué retablo impuro, de qué angeología inversa de los 40/40 sale Girón, José Antonio Girón, José Antonio de Girón y Velasco; de qué Valladolid de los años treinta, campeón de las tabernas y las tunas, de cuál escudería con alas de machete y falangista voz, de qué, de dónde.Ahora, cuando la contrarrevolución se ha quitado o se ha puesto otra vez la venda, antes de que haya habido ninguna revolución, hoy, cuando España vuelve a ser dos, los peatonales y los incriminados, de qué Fuengirola exenta y no investigada, de qué playa vestida de amargura viene, amargo, el camarada Girón, pesada pesadilla de los cuarenta y los cincuenta. ¿Por qué, de dónde, para qué? No vamos a hacer el centón de sus militancias, dictaduras, demagogias, universidades laborales y otros inventos, no vamos a presentar la impresentable política que él hizo para el pueblo como ministro del pueblo, de legado por Franco desde el cielo con ciervos mal pintados. Sólo me alarma, hombre, estéticamente, ya que éticamente nada en él puede alarmarme, que este señor, este anciano de fauces, no se haya dado cuenta de que el mundo ha cambiado, España, el tiempo, de que ya incluso la derecha es otra" viste de otra manera, ruge de otra manera, y hay más erudición, humanismo, citas y cultura en un párrafo de Fraga, por ejemplo, que en las obras completas de Girón. Anoche me lo preguntaba Mercedes Milá por Radio Madrid:
-¿Qué hombres, según tú, Umbral, tendrían que salir por la televisión para explicar España a los españoles?
Pues los que hay, amor, o sea, los de siempre: Areilza, Felipe, Tierno Galván, Carrillo, Tamames, Antonio Garrigues, Sartorius, gente que dice cosas, no la parida ministerial de los ministros. Mientras yo decía esto, el anónimo telefónico o veneciano le daba un recado a Marisa Torrente, la otra bella del programa: «Ese Umbral no puede hablar como lo está haciendo, porque no tiene estudios». Me lo dijeron después, pero yo le habría contesta do al telefónico que a punto. estuve cuando niño de derechas, de entrar en una universidad laboral de Girón para hacerme ebanista, tornero, ferroviario, para hacerme obrerito español y valiente, tipo san José Obrero con demostración sindical en el Bernabéu. Pero la Fenomenología del espíritu, de He gel, que merendaba yo todas las tardes con el pan y chocolate de Juan Benet, me advirtió a tiempo de que la Historia no pasaba por las universidades laborales, una formidable y espantosa máquina sin tesis, antítesis, ni síntesis, nacida del «muera la inteligencia». Entre Girón y Hegel, me lo pensé una tarde, niño redicho como siempre he sido, y ya opté definitivamente por el analfabetismo ilustrado, la izquierda recreativa, la resistencia pasiva y la democracia transitiva. De dónde, pues, ahora, y por qué este Girón de la contrarrevolución pendiente, como un testero del castillo de la Mota, como león rampante de crucetilla de la Sección Femenina, como tigre de Kipling cruzado con los tigres de Angel Cristo y Bárbara Rey. Es anacrónico, el caballerazo español, y aparte la justicia histórica que no se le ha hecho, el proceso de los siglos y la investigación ha cendística, no hay en mí ira, ni re vanchismo, ni acritud (tesoros literarios que recaudo para mejor ocasión y personaje) contra esta gárgola anacrónica de aquel nuevo Estado viejo.
Es como si Baviera quisiese regirse por Luis II el Loco o Inglaterra por Lady Maebeth, o Francia por la loca de Chaillot. Es un despropósito histórico, una cosa fuera de lugar y época, una supervivencia para nada. El fugaz revival Girón, en estos días, me hace pensar que el anacronismo es nuestra ley histórica. Aquí puede volver hasta doña Urraca.
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