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Reportaje:

Un negocio fácil.

Al norte de París, en las ciudades de Dieppe, Compiegne y La Palisse, se inicia la ruta de la colza desnaturalizada para usos industriales. Una ruta comercial cualquiera en apariencia, que merced a las prácticas fraudulentas de algunos industriales españoles y al descuido, tal vez, de un camionero, ha desembocado en una tragedia cuyo fin todavía hoy no se adivina: más de 120 muertos y más de un millar de hospitalizados.

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Dos empresas transportaron el aceite de RAPSA a Raelca

La trágica intoxicación puede haber desbaratado en sus inicios un impresionante fraude con el aceite de colza. Las últimas investigaciones, algunas de ellas enmascaradas en la redacción del Libro Blanco que prepara el Gobierno sobre este tema, han puesto de manifiesto dos amplios circuitos de adulteración de aceites que, desde las aduanas de Irún y La Junquera, atravesaban España. Un accidente fortuito, tal vez la mala limpieza de una cisterna de transporte de productos que se suponían industriales, ha desencadenado la tragedia actual. Pero el fraude generalizado y el desprecio por la salud de los consumidores hacía previsible que en cualquier momento se produjera este u otro tipo de accidentes. La sofisticación de las rutas del fraude, el número de empresas y personas implicadas en el delito y el crecimiento desmesurado de las importaciones de un producto sometido a régimen de comercio de Estado ponen de manifiesto la ineficacia de las autoridades en este grave asunto.

De Irún y La Junquera parten las rutas del fraude y de la muerte por aceite de colza

El fabuloso fraude, a la vista de las cifras de importaciones de aceite de colza desnaturalizado para usos industriales, pudo iniciarse de forma generalizada en los últimos meses de 1980 y en los primeros de este año, sin que las autoridades, a pesar de tratarse de un comercio de Estado y, por tanto, controlado, sospecharan de la avalancha súbita de solicitudes de importación de aceite de colza desnaturalizado para usos industriales o detectaran su delictiva presencia en sustancias que se venden como aceite de oliva al consumidor.Una de las principales firmas implicadas, la importadora RAPSA, de San Sebastián, cuyos propietarios, los hermanos Fernando y Miguel Bengoechea, se encuentran actualmente en prisión, han importado en los primeros seis meses de este año 635 toneladas de aceite de colza desnaturalizado (la importación española total de este producto en 1980 fue de 665 toneladas). Las importaciones de RAPSA han sido servidas en su mayor parte por la firma francesa Societé Robbe Hyfran, con sede en Compiegne y oficinas en París. En las gestiones realizadas por EL PAÍS cerca de las empresas exportadoras de colza desnaturalizada se ha comprobado que las firmas Compañía Oleagineux, Societé Robbe Hyfran, ambas de Copiegne, y Oleagri, SA, de París, pertenecen a un mismo grupo. En todas ellas remitieron para informar sobre este tema a un tal Taddei, que manifestó a nuestro corresponsal en París, Feliciano Fidalgo, que en ningún caso iba a facilitar los nombres de sus compradores españoles ni las partidas que les había enviado.

Más explícito fue el portavoz de la otra firma suministradora de RAPSA, la empresa Huilerie de la Palisse, que ha remitido en mayo y junio a la importadora donostiarra seis camiones (de veinte a veintidós toneladas por vehículo). «Más nos valía no haber entrado en relaciones con RAPSA», manifestó, «porque nos deben dinero y no nos pagan».

La colza, en todos los casos, era desnaturalizada en Francia con un 2% de anilina que suministraban las firmas galas Lambert y la compañía francesa BASF.

La firma Robbe Hyfran aparece de nuevo, pese a su reserva en cuanto a clientes españoles, como suministradora de la otra empresa importadora, Jorge Pich (Jorpi), de Prat de Llobregat, que desviaba la colza desnaturalizada hacia circuitos de consumo humano. En el primer semestre de este año, Jorpi importó de la mencionada firma francesa 68 toneladas y adquirió a RAPSA otras 49 toneladas.

Entre las exportadoras francesas aparece también la firma Societé Nouvelle Perrotte Poullard, de Dieppe, que ha suministrado colza a RAPSA en octubre de 1980 y mayo de 1981, según confirmó a EL PAÍS un portavoz de esta empresa. En este caso también las partidas fueron desnaturalizadas en origen con un 2% de anilina.

Dos circuitos de fraude

Hay otras importadoras de colza desnautralizada, como la firma Marco Dasch, que utiliza el producto para fabricar gomas de borrar, y Chemsa, de Vitoria, que la distribuye a la siderurgia, que están fuera de toda sospecha. Los circuitos del fraude parten de RÁPSA (San Sebastián), que es el que. ha desencadenado como secuela el envenenamiento, y de Jorpi (Barcelona).

En el caso de RAPSA, uno de cuyos propietarios es secretario general del Consejo Superior de Comercio (aunque no está encausado como actor del delito), el circuito mortal se inicia con una venta de 110 toneladas a la firma almacenista de aceite de oliva Raelca, de Alcorcón (Madrid). «Este aceite huele a muerto, pero tiene buen sabor», fue la frase que uno de los propietarios de Raelca, Ramón Ferrero López, empleó para cerrar el trato de suministro de coiza desnaturalizada con RAPSA, según las filtraciones del sumario. El aceite tóxico fue refinado para quitarle la anilina que lo desnaturalizaba y facilitar su enmascaramiento como oliva en Itache (Sevilla) y Danesa Bau (Madrid). Una vez refinado, Raelca, que entre otras irregularidades no figuraba legalmente como almacenista, directamente o a través de otra envasadora, la firma JAP, de Extremadura, distribuyeron al consumo el aceite mortal.

Pero RAPSA, la importadora donostiarra, también contribuyó al segundo circuito fraudulento, aunque en este caso no mortal, que se centra en Cataluña. RAPSA vendió no sólo 49 toneladas a Jorpi, como ya se ha dicho, sino también 330 toneladas a Industrias Químicas Salomó. De la primera, de Jorpi, parte una red de aceite fraudulento, en los análisis se ha descubierto colza y restos de anilina, que a través de las firmas Moba y Lípidos Ibéricos se bifurca hacia Levante y hacia Toledo y Extremadura. En el primer ramal, en la zona de Levante, a través de Relisa, el aceite adulterado se vende a Aceites de Valencia, que los comercializa con distintas marcas, o lo suministra a la firma Abascal Romero. En el segundo ramal vuelve a aparecer la firma JAP, relacionada ya con el aceite mortal de RAPSA, y Oleícola de Toledo, entre otras empresas.

Un almuerzo en Zaragoza

La descripción de estas redes encaja perfectamente con las filtraciones a la Prensa de algunas partes del sumario que se sigue por el envenenamiento del aceite tóxico de colza. Según estas filtraciones, la víspera del Corpus, en Zaragoza se celebró un almuerzo en el restaurante Las Vegas, al que,asistieron varios de los industriales encausados en la actualidad. En la reunión participaron los dos hermanos Bengoechea, de RAPSA; Alabart, de Reus; Salomó y Jorge Pich, que ha puesto en relación a varios de ellos. En el almuerzo, que se celebra ya después de numerosas muertes por la mal llamada neumonía atípica, uno de los comensales pregunta a los Bengoechea: «¿Vosotros no habréis vendido aceite de colza desnaturalizado a Madrid ... ?». Uno de los hermanos calla primero y después niega, pero el otro Bengoechea exclama irritado: «¡Sí! Hemos vendido. ¿Qué pasa?».

La reunión, que había transcurrido hasta entonces en cauces de normalidad, se crispó, según las filtraciones del sumario.

El pasado 18 de julio, pese a la negativa a facilitar cualquier dato a EL PAÍS por parte del director general de Política Arancelaria, José Ramón Bustelo, este diario publicó las firmas importadoras de coiza desnaturalizado y las cifras del comercio exterior de este producto. Estas cifras (que aparecen también hoy en cuadros adjuntos) planteaban la pregunta de cómo el Ministerio de Economía y Comercio, tratándose de un producto en régimen de comercio de Estado, no había detectado irregularidades a partir de la avalancha de solicitudes de importación en los últimos meses.

Política Arancelaria se justifica

José Ramón Bustelo, en declaraciones posteriores a la agencia Efe, justificó la postura de la Administracíón: «Ante el importante aumento de licencias de importación solicitadas para RAPSA durante el final de 1980 y los primeros meses de 1981, la Dirección General de Importación retuvo sus solicitudes de licencias, aún constando en todas ellas que se trataba de desnaturalizado para fines industriales, y citó personalmente a los responsables de la empresa, quienes manifestaron, sin dejar lugar a la menor duda en cuanto a su úso correcto, que el aumento de las importaciones era debido a que estaban empezando a suministrar como nuevos clientes a las siguientes acerías: Orbegozo, de Lezo; Siderasa, en La Coruña; Torras, en Barcelona, y Acerías, en Santander. También manifestaron que sus necesidades de este aceite eran entonces mayores por no encontrar suministro de aceite de cachalote».

Añadía José Ramón Bustelo que «para valorar este control hay que tener en cuenta que estas cifras, por grandes que parezcan hoy por sus devastadores efectos, son absolutamente mínimas en relación con las generalmente aceptadas como propras del fraude del aceite de oliva y, por supuesto, no se podía pensar entonces en su toxicidad. Además, era lógica su mayor demanda por el favorable precio frente al de otras grasas y lubrificantes, al ser éste su uso fundamental».

Un cultivo inocente

El nombre de la colza, desconocido hasta hace unas semanas por la mayor parte de los españoles,

De Irún y La Junquera parten las rutas del fraude y de la muerte por aceite de colza

corresponde a una planta herbácea anual perteneciente a la familia de las crucíferas, género Brassica (especies napus y campestris). La Brassica napus, variedad oleífera, es la colza oleaginosa.El aspecto de la planta es un tallo erecto, de altura entre 1,1 y 1,8 metros, una raíz principal y varias secundarias, hojas verde azuladas sin pelo (las inferiores lobuladas y pecioladas y las superiores lanceoladas y enteras) y flores amarillas agrupadas en racimos.

Adaptabilidad a los suelos pobres

Los frutos son silicuas que llevan en su interior las semillas, en número de veinte o treinta, casi esféricas y de color negruzco. El contenido en aceite, según variedades, oscila entre el 38% y el 46%. La torta resultante en el proceso industrial contienen de un 36% a un 40% de proteína y una composición aceptable para sustituir parcialmente a la harina de soja. Este último extremo, y la adaptabilidad de su cultivo a nuestros suelos pobres, ha hecho que Agricultura esté subvencionando y promocionando su producción en España para reducir la salida de divisas por importación de haba de soja para piensos.

El aceite de colza ocupa el tercer lugar en el mundo en cifras de producción, tras la sola (catorce millones de toneladas al año), y el girasol (4,5 millones de toneladas). La producción mundial de colza se sitúa en 3,5 millones de toneladas/año, y la de oliva, en 1,6 millones de toneladas. Los principales productores son Canadá (700.000 toneladas) e India (550.000 toneladas).

En España el cultivo de la colza se inició con resultados contradictorios en 1969. Nuevas variedades han ido desarrollando lentamente este cultivo, que pasó de trescientas hectáreas en 1973, a 8.000 hectáreas en la campaña 1979-1980. En esta campaña se produjeron 12.300 toneladas de grano de colza, y 4.800 toneladas de aceite de colza. Para 1981 se prevé el cultivo de 32.000 hectáreas, con 20.000 toneladas de grano y 7.800 toneladas de aceite. El cultivo corresponde fundamentalmente a dos firmas: Koipe, de San Sebastián, y Cecosa, de Portugalete (Vizcaya). Cecosa tiene almacenada la cosecha del año pasado y no ha molturado el grano. Koipe ha molturado el grano en la campaña pasada y ha envasado «aceite de semillas» (mezclas autorizadas), con la marca Borjador. El aceite de colza es, por otra parte, el de mayor consumo en Canarias. De ahí que para esta área esté liberalizada la importación de aceite de colza, en tanto que para la Península y Baleares está sometida al régimen de comercio de Estado (hay que solicitar a Economía y Comercio la licencia correspondiente).

Fuentes próximas a la Administración han asegurado a EL PAÍS que en las últimas semanas se ha resentido el mercado mundial de colza como consecuencia de las intoxicaciones españolas. Las mismas fuentes atribuyen esta caída, al margen del eco de este trágico envenenamiento en nuestro país, a la acción de los cultivadores de soja, que han visto en los aceites de colza un peligroso competidor en el mercado mundial de la alimentación.

En España se ha interrumpido la importación de colza desnaturalizada para usos industriales, al menos momentáneamente, y ha descendido el consumo de boca en las islas Canarias.

Los desnaturalizantes

Los desnaturalizantes son sustancias que se añaden, en mayor o menor proporción, a otras con la finalidad de impedir que estas últimas puedan tener unos usos determinados, especialmente para hacerlas impropias para el consumo humano. En el caso de la colza, que es importante para determinadas industrias (el sector siderúrgico, especialmente), se ha obligado a los importadores para la Península que vaya acompañado de desnaturalizantes que impidieran -aunque como se ve, no ha sido suficiente para evitarlo- su desvío hacia el consumo humano. Para desnaturalizar el aceite de colza se aplican elementos organoeléctricos: anilina (le da un color parduzco, un olor fuerte y prácticamente no puede separarse del aceite una vez mezclado), ricino y nafténicos.

El fraude de la mal llamada neumonía atípica se centró, precisamente, en el desvío de la colza desnaturalizada (previa manipulación para intentar desprender los desnaturalizantes) hacia el consumo humano, comercializándolo como oliva.

La anilina, en sí, no es perjudicial en pequeñas cantidades y se consume habitualmente en productos tan cotidianos como los refrescos y los helados. De ahí que la intoxicación se haya debido más a otras sustancias, hasta ahora desconocidas, que a los restos de anilina que figuran en los aceites decomisados por las autoridades.

Junto a estos aceites fraudulentos detectados a partir de las importaciones de colza desnaturalizada, las autoridades han intervenido numerosos aceites con los contenidos más diversos, en muchos casos grasas animales que están prohibidas u otro tipo de sustancias dañinas para la salud, que ponen de manifiesto la precaria situación alimentarla que existe en España.

En cuanto a las causas últimas de este trágico fraude, todas las fuentes consultadas denuncian la tradicional adulteración del aceite de oliva en nuestro país. En las últimas décadas, este producto, al margen de las fuertes especulaciones de precio, ha producido escándalos y fraudes tan importantes como el de Redondela o el de los depósitos de aceite adulterado en el puerto de Barcelona en los años setenta, que todavía no han sido suficientemente esclarecidos.

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