El nacimiento del profeta del Islam
Los más de 1.000 millones de creyentes musulmanes celebran hoy el aniversario del nacimiento de Mahoma (Muhammad). El autor recuerda el origen y vida del profeta, el momento de la revelación y los primeros pasos de su doctrina.
El año 570 de Jesucristo inscribe en la historia universal- páginas inmortales:El Ejército etíope, con respaldo bizantino, al mando del general Abraha, invade la península de Arabia. Ya en las puertas de La Meca, a punto de destruir la Kaaba (templo construido por Abraham y que los idólatras transformaron en panteón de cuantioso politeísmo), una huracanada tormenta de arena destruye las esperanzas invasoras y libera a los árabes del peligro afroeuropeo. También en ese año muere Abdullah Ibri. Abdel Muttalib, en Yatrib, al regreso de un viaje comercial a Siria, cuando contaba veinticuatro años de edad y a los siete meses de su matrimonio con Amina Bint Wahb Ibn Abd Manaf, y de ella nace Muhammad (mal llamado Mahoma).
Muhammad Ibn Abdullah (Mensajero de Dios), nació, pues, el 12 de Rabiâ al Awal (tercer mes del calendario lunar, que este año corresponde al 7 de enero. Muhammad no tendrá la dicha de ver, ni una sola vez, el rostro de su progenitor, y Amina, desolada, viuda, no podrá amamantar a su bebé. La tristeza secó sus pechos.
Muhammad contribuyó, desde los primeros años a aliviar, en lo que puede aportar un niño de ocho años, la indigencia de la familia. Acepta cualquier tipo de trabajo: aguador, recadero, dependiente de comercio. Trabaja como pastor de rebaño menor, de ovejas y cabras. En su oficio merodea por los altos de La Meca y del Hedjaz, de los valles medianitas, por los montes Sarat y Asir. Los pastores, cuando no hay rebaño accidentado, se alimentan de jerbos, alcachofas y palmeras silvestres, del fruto espinoso arrak y de lagartos. En su soledad desarrollan el sentido. de la observación y se entregan a la meditación.
En el año 59Sde Jesucristo, Muhammad esposa a Jadiya Bint Jualid, viuda de excelentes costumbres y bienestar económico. La diferencia de edad (ella le supera en quince años) no es óbice para que el matrimonio sea un modelo de felicidad conyugal. Seis son los hijos de su amor: Al Qasim, Abdullah, Dainab, Ruqaya, Umm Kultum y Fátima. Pese a la holgada situación económica de Jadiya, Muhammad prefiere la vida austera a la molicie de la gente adinerada. La vida de los altos prebostes del comercio, con la práctica de la usura y otras inconfesables secuelas, le disgustan y molestan. Lo suyo es fraternizar con el pueblo; vencer la sed y fatiga del desierto; apacentar rebaños: invocar a Dios. Así lo comunica a Jadiya, que le comprende y libera de sus responsabilidades comerciales.
Muhammad, cuando ya había alcanzado los cuarenta años, acostumbraba a frecuentar una caverna, en el monte Hira, cerca de La Meca. Allí, con la práctica ascética, se sentía más liberado. Una noche de la segunda quincena de Ramádán del año 610 de Jesucristo, la oscura gruta se inunda de luz. Una figura, vestida de blanco, le dice: « ¡Lee! », y le muestra una tela escrita. No sé leer, responde Muhammad. La celestial figura le insiste: «¡Lee en nombre de tu Señor, el que creó. Creó al hombre de un coágulo (álak). Lee, tu Señor es el más generoso. Enseñó con la pluma (kalom). Enseñó lo que (el hombre ignoraba)». Después le dice: «Oh, Muhammad, tu eres un profeta de Dios. Yo soy el ángel Gabriel». La revelación se ha cumplido, mediante distintas apariciones del ángel durante veintidós años. Los mensajes que le transmite el ángel Gabriel, en su letra y espíritu, se compilan en Al Quran (El Corán): Libro de Dios.
Creencia islámica
Al Quran es una enciclopedia religiosa, social, cultural y política. El contenido general del libro se compendia en 114 azoras, que contienen 6.239 aleyas. Dada la magnitud de su contenido hoy sólo no es posible hablar, y muy sucintamente, de las creencias y las «columnas» del Islam. El musulmán (sumiso a Dios) debe creer en Dios único, creador, Señor de los mundos, dueño del juicio final, eterno, el único que tiene potestad para perdonar los pecados. También es obligatorio creer en sus ángeles, profetas y libros sagrados (Viejo y Nuevo Testamento, en sus orígenes; Al Quran, en sus puras raíces).
La creencia islámica tiene dos vertientes: la fe y el testimonio, que consiste, en declarar, solemnemente, delante de dos testigos, que «no, hay más que un solo Dios y que Muhammad es un mensajero de Dios, un profeta ante la humanidad». La fe islámica se nutre con las cuatro columnas del Islam, que son: la oración (cinco veces al día); la limosna legal (que es un trasvase del acomoda do hacia el menesteroso); el ayuno (especialmente durante el mes de Ramadán), y la peregrinación (a La Meca, para quien esté en condiciones de emprender, económica y físicamente, el peregrino viaje). Hay también una serie de normas, como la fraternidad humana, la solidaridad social, el concepto comunitario, etcétera. También prohibiciones, como no matar, ni robar, ni mutilar. No cometer adulterio, no beber alcohol, no apostar en los juegos de azar, no comer carne de cerdo ni de animales infectos, etcétera.
La fe islámica, que implica la adoración a un solo Dios, no satisface los intereses económicos de los kuraichitas, que basaban gran parte de su economía en las peregrinaciones de los afroasiáticos al panteón politeísta de la Kaaba. Tampoco las normas morales estaban de acuerdo con la desenfrenada e inmoral conducta de los prebostes de La Meca. Todo ello desata una furia de pasiones, que concluyen, por parte de los líderes kuraichitas Abu Sufiyan, Abu Jalil y Abu Lahab, tras siniestro conciliábulo, en asesina decisión: matar al que se hace llamar profeta del Islam. Abu Sufiyan, que actúa de pregonero, ofrece cien camellos a quien entregue, vivo o muerto, a Muhammad; la paz sea con él.
La oferta es tentadora. El profeta, que había sellado un año antes un pacto con las tribus árabes de Yatrib, jazraditas y auzitas, el día 15 de julio del 622, de Jesucristo, inicia con Abu Bakr. y el guía beduino Abdullah Ibn Arqatz, la emigración a Yatrib, llamada después Medina del Profeta. Esta fecha inicia el calendario musulmán.
En el año 630 de Jesucristo: (octavo de la hégira), tras una serie de hechos históricos, se gana en la batalla de Badr, se pierde en Uhud; pues sólo a Dios corresponde siempre la victoria; el profeta, cuyos partidarios son ya legión importante, decide entrar en La Meca para acabar con la idolatría y establecer la religión de Dios único. La entrada es incruenta. La amnistía general, incluso incluye a Hind, la esposa de Abu Suriyan, que, tras mutilar el cadáver de Haniza (tío del profeta) en la batalla de Uhud, devora sus entrañas. Nunca la misericordia y el perdón alcanzaron tan hermoso ejemplo. La población mequense, primero con cierto temor; luego, con confianza, y, finalmente, con, entusiasmo, aceptan al que ya, y por siempre, aclaman por profeta.
A los 1.402 años de la hégira, la población musulmana supera los 1.000 millones de creyentes.
España, que durante ocho siglos tuvo fuerte presencia musulmana, no es insensible al renacimiento islámico. Hoy sus comunidades de Ceuta, Melilla, Madrid, Barcelona, Valencia, Granada, Zaragoza, Sevilla, Córdoba, por citar alguna de las más representativas, practican esta religión, procurando que el «tránsito terreno» se base en una convivencia fraterna, tolerante y pacífica, que facilite el «recto camino» hacia la misericordia de Dios.
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