'¡Suspense!', de Clayton, una interesante reposición
Mañana, lunes, hay ocasión para revisar una película que en su tiempo, 1961, ejerció mucha influencia en los directores de cine europeos, y españoles,y que hasta marcó algunas pautas en los gustos de los aficionados al cine. Tal influencia, aunque fué intensa, o tal vez por eso, pasó pronto y la película, tal vez injustamente, fue olvidada. De ahí el interés de su emisión en la pequeña pantalla.Se trata de un filme del británico Jack Clayton inspirado en un relato de Henry James titulado Otra vuelta a la tuerca. El título inglés era The innocents, que en España fue arbitrariamente suplantado por un ridículo ¡Suspense!, que solo a medias reflejaba el contenido de la película.
El filme merece la pena por tres razones. La primera, que en su tiempo, cuando la vanguardia la dictaban los franceses de la llamada nueva ola, esta película supuso una opción, otra alternativa que la de los Godard, Truffaut, Rivette, Chabrol y compañía, que ya comenzaban a saturar a los aficionados al cine. Si estos pretendían tomar el relevo de la diáspora de cineastas que originó el desmantelamiento de Hollywood, Jack Clayton, en cierta manera conjugaba los gustos de la producción norteamericana clásica con el regusto de novedad de los franceses.La segunda se debe al guionista de ¡Suspense!, ni más ni menos que Truman Capote. Que uno de los más refinados y más famosos escritores norteamericanos se metiera al árido trabajo de guionista, es algo que lo ocurría desde que William Faulkner y Scott Fitzgerald se fueran, el primero a su casa y el segundo a su tumba, decepcionados por su paso por el cine.
La tercera razón venía implícita en el revulsivo del propio asunto de la película. Y esto se entenderá si se recuerda cual e a el cine dominante en Europa durante los primeros años sesenta. Aparte del cine sobre cine que impusieron los franceses de la nueva ola, la tónica general seguía siendo impuesta por las variantes del realismo social de los cineastas ligados a partidos politícos de la izquierda, todavía empecinados en mantener en sus programas, como residuo estalinista, un hipotético credo estético.
Este filme y otro, de Joseph Losey, Ceremonia secreta, ambos políticamente radicales, rompieron la baraja y se salieron del carro. El cubo de agua fría despertó a muchos cineastas que sesteaban todavía en el sueño dogmático. Aunque solo fuera por esto, ¡Suspense! hubiera merecido la pena. Película barroca, con desarrollo retorcido y no totalmente honrada, pues jugaba excesivamente con trucos, brillaba por una excelente dirección de actores, por una sabia reconstrucción de ambientes victorianos interiorizados, y porque replanteaba las difíciles conexiones entre cine y literatura -James y Capote estaban tras las enrarecidas imágenes- con aires nuevos, aunque no profundos.
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