La sorpresa húngara
Alguna sorpresa han aportado los óscars de 1981. Cuando todos aseguraban que El hombre de hierro sería considerada como la mejor película extranjera, el premio a recaído sobre Mephisto del húngaro Istvan Szabo. La sutileza de la decisión adoptada por los 150 votantes de este óscar no es inapreciable. Premiar a Wajda podía haber sido aprovechado por la absurda campaña Dejad a Polonia ser Polonia; y no premiarla se podía considerar como un apoyo a los actuales dirigentes polacos, poco simpatizantes de la filmografía de este director. Mephisto tiene suficientes valores cinematográficos y políticos para ser premiada (narra la historia de un actor que considera su trabajo por encima de las circunstancias históricas, colaborando así con los nazis en la convicción de que su arte no podrá ser contaminado) y es, además, una película que proviene de los países del Este. Una decisión, pues, por encima de toda sospecha.Los más numerosos premios a la cinematografía norteamericana no han dejado tampoco de sorprender a los avisados. Pocos confiaban, por ejemplo, en que Carros de fuego, presentada con timidez en el último festival de Cannes (junto a El hombre de hierro y Mephisto), estrenada con poco éxito en Madrid (aunque en Barcelona continúe en cartel) y única aportación a los óscar de la casa Fox, venciera en la contienda. Incluso podía haberse sospechado que, decididos los 3.500 votantes de la Academia por una película de director europeo se inclinaran antes por Atlantic City, de Louis Malle, que ahora se considera la gran perdedora, al no haber conseguido siquiera un premio para Burt Lancaster.
El resto era fácilmente previsible aunque, afortunadamente, no hayan caído los votantes en la tentación de considerar Reds la "película del año". Basta con unos premios a su ambición económica y un reconocimiento con esto al talento de Maureen Stapleton, aunque no realice en esta película un gran trabajo.
Babelia
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