Si Suárez se marcha de UCD
YA PARECE casi evidente que Adolfo Suárez abandonará en breve el partido que él creó y que ha gobernado la transición española durante estos años. En efecto, aun que oficialmente el ex presidente guarda silencio, la realidad es que la noticia de su marcha se la ha comunicado por persona interpuesta al Rey antes de su viaje a Venezuela, la ha sabido por escrito el actual presidente del partido y son legión los periodistas que han oído ya de sus propios labios que piensa formar un nuevo movimiento político de centro. Es, sin embargo, criticable la actitud de Suárez, que, no desmintiendo los rumores e informes publicados en torno a todo esto, tampoco los ha confirmado. La impresión que produce es que, en efecto, ha decidido abandonar el partido, pero que desea hacerlo por sorpresa, en el momento más adecuado para sus todavía no clarificados planes. La falta de esta clarificación tendría un motivo obvio: lanzarse a la arena política exige una financiación que Suárez no posee por el momento. Según fuentes fiables, sus esperanzas de que algunos países árabes contribuyeran a financiarle un nuevo partido han fracasado y está encontrando dificultades en la obtención de otras ayudas tanto internacionales como nacionales. Pero, pese a esta aparente indecisión del duque, que Ie permite contar todavía con una abundante información interna de lo que sucede en UCD, todo parece indicar que Landelino Lavilla prepara el recambio en el secretariado del partido y la estrategia electoral desde el dato de que Suárez y su gente -¿cuánta gente?- no estarán allí.La salida de Súárez plantea notables incógnitas sobre el futuro de una UCD vaciada de sus principales líderes históricos, el fundador incluido, y en manos casi por completo de la ideología democristiana y de un aparato burocrático que basa sus fidelidades más en la capacidad de poder del partido que en su proyecto político. Pero la fuga del duque supone también interrogantes sobre su propio futuro, su ubicación en política y sus oportunidades electorales. El fundador de UCD cometió numerosos errores en su gestión política, pero mantiene un capital de popularidad y adhesión nada desdeñable. No sólo porque gobernó magistralmente la destrucción del régimen y las instituciones dictatoriales, sino porque encabezó en dos elecciones generales las listas del partido más votado y nucleó en amplios sectores de la derecha moderada y del populismo conservador los deseos de transformación que en aquellos momentos tenía todo el país. Y en la valoración de aspectos sólo indirectamente vinculados a la política práctica, parece obligado reconocer que Adolfo Suárez, después de una provechosa y rápida carrera en el anterior régimen movida por una desnuda ambición, demostró una admirable coherencia personal con los valores democráticos al desafiar a los asaltantes al Palacio de Congreso en la infausta tarde del 23 de febrero.
Adolfo Suárez se enfrenta en realidad con el dilema de abandonar UCD para emprender una incierta aventura o de continuar en sus filas al servicio de quienes, haciendo caso omiso de los estatutos de UCD y de los sondeos de opinión, le desplazaron de una posición de liderazgo conquistada por dos veces en las urnas. No es seguro que éstas vuelvan a ser generosas con él si se presenta en solitario. La ley Electoral castiga duramente a las candidaturas secundarias, y ni siquiera el hecho de superar el listón del millón de votos garantiza a un partido la formación de un grupo parlamentario propio. De otra parte, las posibilidades combinatorias entre las diferentes siglas que vivaquean a la derecha del PSOE son tan numerosas que cualquier intento de predecir la política de alianzas corre el riesgo de perderse en una complicada maraña de posibilidades alternativas. Suárez, si definitivamente da el salto, tiene que perfilar su programa, elegir sus colaboradores, confeccionar las listas, definir su espacio electoral y buscar los fondos necesarios para sufragar una costosa campaña. Y le queda muy poco tiempo para todo eso. Sus oportunidades dependen además, en buena parte, de la estrategia que adopten sus competidores y adversarios, ya que en el panorama de nuestra vida pública el estornudo de un grupo puede matar de pulmonía a sus vecinos.
La primera incógnita a despejar es adivinar la amplitud de la coalición presidida por Fraga. La segunda, la estrategia centrista, que podría considerar la tentación de la gran derecha si Suárez se va, pero que según todos los indicios se perfila por el momento como un intento de continuidad maquillada respecto al pasado. Las oportunidades de coalición para Adolfo Suárez son mínimas, ya que el ex presidente excluye como cuestión de principio los acuerdos con Fraga, y tampoco podría, salvo que desnaturalizase el gesto de su eventual ruptura, llegar a un entendimiento por fuera con UCD. La única vía de coalición que le queda abierta es que el PAD de Fernández Ordóñez renunciara a la idea de parasitar las listas del PSOE y considerara la posibilidad de negociar con Suárez una plataforma común de centro. Por otra parte, la inclusión de Fernández Ordóñez en las listas socialistas ha generado ya algunos enfrentamientos internos en el propio PSOE, que se alimentarían con la posibilidad de crear ese partido bisagra entre Ordóñez y Suárez.
Es evidente, en cualquier caso, que por todas partes donde se mire la indecisión aparente del duque y su silencio desbordante resultan motivo de perturbación general. Un pronunciamiento público suyo parece urgente si no quiere ser acusado, esta vez con razón, de torpedear la normal preparación de las elecciones y de contribuir a la inestabilidad y la confusión en que el partido del Gobierno y el Gobierno mismo han sumido a este país en los últimos meses.
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