Por qué España ha estado en Nueva Delhi
Parece un difícil ejercicio en España -y en parte también en el mundo occidental- informar a la opinión pública de lo que significa en las relaciones internacionales el Movimiento de los Países No Alineados.De entrada existe un prejuicio cultural (subconsciente, cuando no abiertamente racista) sobre el papel a jugar por unos países a los que muchos califican, cuando menos, de vociferantes y otros de tercermundistas, lo que equivale, ya se sabe, a negros, árabes y otras gentes de mal vivir. Incluidos los representantes de diecisieta naciones iberoamericanas, miembros de pleno derecho del Movimiento.
A continuación viene la seguridad, nunca constatada, de la incapacidad de estos pueblos de actuar seriamente en la política internacional. No son ni el primero ni el segundo mundos, son el tercero e incluso el cuarto mundos. No conocen las reglas del juego.
Son, por otro lado -afirman algunos ignorantes- "un instrumento de los países alineados con la URSS", desconociendo que Cuba, máximo representante de la teoría de la alianza natural con la Unión Soviética (teoría siempre en minoría en el seno del movimiento no alineado), hace tiempo que está ideológica y prácticamente marginada en el interior del mismo.
Al interrogarse sobre qué ha hecho una delegación oficial del Gobierno español asistiendo a la séptima cumbre de la organización, que se ha celebrado en la India, algunos se lamentan de que España ha estado allí de observadora, ignorando incluso las categorías de participación en las reuniones de los no alineados (tan sólo estábamos como invitados), Simultáneamente ensalzan como ejemplos del mundo desarrollado a Suiza, Suecia y Austria, países que, como España y Portugal, éste miembro de plenísimo derecho de la OTAN, asisten a las reuniones de los no alineados, mucho antes que nuestro país, en calidad de invitados.
Al preguntar airadamente que ha hecho España en Nueva Delhi (¿qué habrán hecho, digo yo, Suecia, Austria, Suiza?), escriben: "¿Qué intereses esenciales para España se han jugado en Nueva Delhi? ¿Qué aliados económicos, militares y políticos habremos encontrado allí? ¿Qué tratados comerciales habremos firmado ... ?".
Afortunadamente para la opinión española, la redacción de Internacional de EL PAIS replicaba indirectamente a algunos de estos desvaríos cuando, informando sobre la cumbre no alineada, titulaba en primera página: "La moderación de Gandhi sucede al radicalismo de Castro en los no alineados" (8 de marzo de 1983), o bien: "La conferencia de países no alineados, escenario de múltiples contactos multilaterales sobre el conflicto de Oriente Próximo" (9 de marzo de 1983).
Y múltiples contactos sobre otras zonas y otros temas. Sobre cuestiones políticas,, militares, financieras y comerciales. Otra cosa es que uno desee mantener el "¡que inventen ellos!" y reducir la política a los aspectos puramente domésticos.
Pero, además, hay que tener en cuenta que el movimiento no alineado produce auténtico y fundamental impacto en las relaciones internacionales. Así, las discusiones y acontecimientos habidos durante la cumbre anterior, celebrada en 1979, influyeron directamente, entre otros eventos, en la composición del Consejo de Seguridad de la ONU, en los acuerdos que obligaron al Reino Unido a conceder la independencia a Zimbabue, en la convocatoria de la séptima sesión especial de emergencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre Palestina y en las deliberaciones de la undécima sesión especial sobre las relaciones económicas Norte-Sur.
Los objetivos socialistas
La miopía y la cortedad de miras producen en la política efectos tan desastrosos como en cualquier otra actividad humana. Cuánto más en la política internacional, que en numerosos casos condiciona, si no determina, la nacional.
Entre los objetivos esenciales de la política exterior de un Gobierno socialista o simplemente progresista figuran la contribución a la paz y a la construcción de un nuevo orden internacional político y económico. Se critican las divisiones existentes entre los países no alineados. ¿Acaso no hay diferencias en el seno de la CEE? Desde una óptica progresista es absurdo atacar por ello a las Comunidades Europeas, que representan un importante avance en la afirmación de las instituciones internacionales y, por ende, de la paz, y del desarrollo. El mismo progreso supone la consolidación de las estructuras del movimiento no alineado (muy avanzado ya en su nivel organizativo-institucional interno) y tan absurdo resulta su rechazo. Máxime cuando agrupa a un centenar de Estados independientes y a un par de movimientos de liberación, OLP y SWAPO.
Desde la perspectiva occidental inteligente caben dos actividades ante la consolidacion paulatina (¿podría ser de otra manera?) de los puebles económicamente subdesarrollados -esto es, la mayoría del planeta-, de los cuales el rnovimiento no alineado constituye su manifestación organizativa más legítima y universal: una, egoísta pero congruente, que consiste en promover la existencia de un interlocutor válido, de la misma manera que el capitalista inteligente fomienta la existencia de sindicatos fuertes con los que poder pactar. La otra, que podríamos denominar escuela del interés mutuo y que tiene por lema "Ayudar al Tercer Mundo es ayudarnos a nosotros mismos", busca una auténtica, equitativa, cooperación con estos países, persiguiendo simultáneamente su desarrollo y el de Occidente. En cualquier caso, ninguna de las actitudes, en disonancia con el eslogan unamuniano, ignora el movimiento no alineado.
Por eso, la diplomacia española, en congruencia en este aspecto con los postulados del programa socialista, ha estado en Nueva Delhi. Igual que, entre otras diplomacias occidentales, han estado las de Austria, Portugal, Suiza y Suecia. Han estado allí porque no es lo mismo ser tercermundista que tener una política exterior coherente que incluye la adecuada atención al Tercer Mundo. Han ido porque estar en Nueva Delhi, como cualquier otro día en Bruselas, Washington o Moscú, no es tener una política indefinida, sino todo lo contrario. Ha estado allí porque así se defienden los interes.es nacionales de España, políticos, económicos y morales. Porque, como escribía en mayo de 1982 el hoy ministro de Exteriores, Fernando Morán, una potencia media, como es España, incluso perteneciendo al campo occidental, debe saber evitar supeditar todos sus intereses (lo contrario, en mi opinión, atenta precisamente contra el interés nacional y beneficia los de las grandes potencias) al único criterio de cómo afectan las relaciones internacionales al campo al cual se pertenece.
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