El último grata artesano

Mikis Theodorakis está en ese punto difícil, hosco a veces, del que no llega a conceptuarse como clásico, pero que ha sido arrastrado por su propia capacidad creativa a esferas muy distantes de la estricta música popular. La consecuencia de ello no es, en principio, ni positiva ni negativa. Es simplemente peculiar. Como música clásica su Canto general cojea a menudo en el matiz y, sobre todo, en la hiperdependencia temática. Es una cuestión de planteamientos que se inscribe en la ya asumidadicotomía propuesta / resultado. A partir de este punto, Theodorakis toma, como músico, la envergadura que la historia acabará por darle. Nadie como él ha sabido trabajar los arreglos populares y, en pleno siglo de la imagen, su labor en este sentido es monumental y de una voluntad casi legionaria.

Vista desde el punto musical y no político -punto de vista este último que no hay que infravalorar-, es realmente sorprendente pensar en la lectura musical que Theodorakis debió de hacer del largo texto de Pablo Neruda. Sorprendente es, también; su capacidad para fusionar la melodía literaria con la musical. Theodorakis a buen seguro que será bien tratado por la historia y se le concederá el papel que se merece: el de uno de los últimos grandes artistas con auténtica conciencia artesana.