La paz y la pólvora
EL DISCURSO de Belisario Betancur, presidente de Colombia, ante una nutrida representación de diputados y senadores de las Cortes Generales ha sido una hermosa pieza que ha combinado, de forma armónica, un emocionado homenaje al pasado común de las naciones hispánicas, un dramático llamamiento a la solución pacífica de los conflictos que desgarran el presente americano y una visión esperanzada del futuro de nuestra comunidad idiomática. En el salón de Conferencias Internacionales del Palacio del Congreso, Belisario Betancur, que recogerá mañana el Premio Príncipe de Asturias por su labor en favor de la cooperación latinoamericana, mostró a los diputados y senadores españoles, cuya afición por las jergas tecnocráticas y el monólogo entrecortado ha roto nuestra brillante tradición de oratoria parlamentaria, que los discursos políticos pueden ser también recordados por el rigor de su construcción, la claridad de ideas, las amplias perspectivas de sus reflexiones históricas y la convicción de sus propósitos.Con palabras adecuadas para contrarrestar el espíritu de crítica demoledora que se ha apoderado últimamente de nuestra oposición conservadora, el presidente de Colombia, "revestido con un mandato de calle, plaza, intemperie y democracia" ha señalado que la historia de España cobra para Latinoamérica su pleno significado gracias a la que está tejiendo nuestro presente. "Lo que resulta pedagógico para América en su situación contemporánea es que, tras un largo duermevela democrático, España rescata una virtualidad de la democracia que concilia la energía de su pueblo y la diversidad de sus autonomías regionales con rasgos vivenciales de su tradición". El proceso democrático español, expresado en elecciones libres "presididas por la figura aglutinante y conciliadora del Rey y con la de un estadista moderno como Felipe González en la presidencia del Gobierno", ha hecho posible la capacidad de convocatoria de nuestro país en la antevíspera del V Centenario del Descubrimiento. La cita de 1992, "una de esas afortunadas ocasiones que la historia ofrece para acudir al pasado con voluntad dispuesta a servir el presente" deberá ser "el día primero de nuestro redescubrimiento". Si la más grave dolencia de América Latina reside en una crisis de confianza espiritual y cultural, España "surge como compañera de un proceso de introspección de los latinoamericanos en busca de sí mismos, de su propio redescubrimiento".
Belisario Betancur realizó ayer una sobrecogedora descripción de la situación latinoamericana en la década de los ochenta. Aunque los avances conseguidos durante los últimos 50 años, reflejados en los progresos de la industrialización, la urbanización y la productividad agropecuaria, permitieron elevar las tasas de alfabetización y escolarización y reducir las de mortalidad infantil, la crisis mundial está golpeando ahora brutalmente a los países latinoamericanos. "Llevamos dos años en que la región como un todo desciende en su crecimiento". La inflación (cuyo índice medio ponderado para América Latina sobrepasó el 80% en 1982), el desempleo y la subocupación generalizados, el deterioro de las relaciones reales de intercambio de los productos exportables, los déficit comerciales y la carga de la deuda externa (cuya magnitud se agrava por los altos tipos de interés, los plazos de amortización y las condiciones para su renegociación) son los principales rasgos macroeconómicos de ese sombrío panorama. Baste con recordar que América Latina envió remesas durante 1982, más allá de sus fronteras, de 34.000 millones de dólares por servicio de la deuda externa y utilidades de empresas transnacionales; esto es, el doble que en 1980.
No es de extrañar que "en tierra firme americana hay dondequiera un letal olor a pólvora". Crisis económica, desorden social y conflicto político forman un conjunto indisociable. "En nuestros territorios, el atraso, la pobreza, la desigualdad, son los verdaderos factores subversivos y desestabilizadores". Quienes no comprendan, o finjan no entender, las raíces sociales de las convúlsiones políticas latinoamericanas contribuyen, consciente o involuntariainente, a enconarlas. "Desatender esta realidad o atribuirla a causas ideológicas en la confrontación Este-Oeste siembra semillas de caos y de guerra". Recordemos que estas palabras no han sido pronunciadas por un líder izquierdista, sino por un político conservador de profundas convicciones democráticas, dispuesto también a señalar "los riesgos de un crecimiento económico no acompañado de equidad, democracia y afirmación de la identidad cultural", y a denunciar "la sorda ceguera de los centros de poder para comprender movimientos y reivindicaciones en un contexto que no sea el de la guerra fría ni el maniqueo de los buenos y de los malos, del enemigo interno aliado del externo, que nos asedia y acosa".
Belisario Betancur ha dedicado una especial atención a la situación centroamericana y a la defensa de las soluciones propuestas por el grupo de Contadora, integrado por Colombia, Venezuela, Panamá y México y apoyado por varios Gobiernos europeos; entre otros, el que preside Felipe González. "El espíritu y la filosofía de Contadora se niegan a admitir que se hayan cerrado los caminos de la solución política y repudian los atajos de la solución militar; consideran perjudicial ubicar los problemas centroamericanos en el simplismo Este-Oeste, y ven en esas interpretaciones una proclividad a incendiar la región, en un incendio que afectaría a los países de la gran cuenca raribeña y, por contera, al hemisferio y al sistema de relaciones hemisféricas". Las fórmulas de entendimiento y armonía, de cooperación económica y solidaridad, deben ocupar el lugar de las tentativas de terceros países para ensayar en el escenario centroamericano las doctrinas de "seguridad nacional". El presidente de Colombia expuso ante nuestros diputados y senadores el diseño de un ambicioso y detallado plan de desarrollo para la paz, en la gestión de cuyos fondos y recursos podrían participar representantes del Gobierno de Estados Unidos, de la Comunidad Económica Europea, del grupo de Contadora, de la OCDE, de la comisión Kissinger y de los organismos multilaterales de crédito.
Belisario Betancur finalizó su discurso con la reafirmación de su fe en el destino de América, que significa, a la vez, "la vuelta a la semilla" y el recuerdo de que "la historia común afianza los grandes lazos". Pese a que los países latinoamericanos cruzan por una de las fases más críticas de su existencia, "las naciones no se hunden como los buques ni quiebran como las zarzas secas". Si cruza por el aire el viento memorable de las grandes proezas, "ninguna hazaña tan perdurable como la de la paz, que trae vida nueva, la afirmación de la dignidad humana, la vida independiente de los pueblos". El desarrollo regional, la paz y la democracia exigen alianzas; y "la que se fortalezca entre España y América Latina es estratégica en la orientación futura de nuestros pueblos". Porque dentro de ese ambicioso proyecto -concluyó el presidente colombiano- "queremos y sentimos que el español debe ser el idioma de la paz".
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