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El rey Juan Carlos

(...) Antes de la muerte de Franco, que lo había escogido y educado para ser el monarca continuador del franquismo, se le describía como un príncipe tímido, torpe, sin personalidad y sin talento. Se ha revelado un soberano culto, hábil, competente, consciente de sus deberes y de la amplitud de su tarea. Es verdad que ha tenido tiempo para formarse en su oficio de rey. Pero lo practica con elegancia y desenvoltura.Tiene un conocimiento perfecto, no solamente de la clase política francesa, sino también, lo que es más raro, de los asuntos internacionales. Tiene amigos personales en todos los países, en Europa, en Estados Unidos, en el mundo árabe y en América Latina. (...)

Juan Carlos recibe con la misma atención a Gerardo Iglesias, el secretario general en dificultades del partido comunista español, que le ha confiado sus "preocupaciones", y a los representantes de las cinco comunidades autónomas. (...)

Designó a Adolfo Suárez, una elección acertada, para dirigir la transición. El joven lobo de la camarilla franquista, amigo del Rey y convertido a la democracia, jugó una partida delicada con determinación. Se quemó en esa tarea, sin duda, provisionalmente. (...) Las relaciones de Juan Carlos con el duque de Suárez no son las mismas. Son mucho mejores con Felipe González, no menos representativo de las nuevas generaciones, pero que sabe permanecer en su sitio y tiene un estilo de gobierno menos cambiante que el de Suárez. (...)

Su carta maestra, y añaden los que le rodean, "felizmente, porque si no lo hubiera sido...", es su título de jefe supremo de las Fuerzas Armadas. Ha estudiado en las tres armas y ha conservado amistades muy valiosas entre cadetes que son ahora comandantes. Esto le ayudó mucho en esa noche dramática del 23 al 24 de febrero de 1981, donde desde el teléfono llamó a las guarniciones para imponer el respeto de la ley y del orden. El Ejército, profun damente conservador, lo aceptó en 1975 como heredero de Franco. (...) "Juan Carlos, traidor", esta inscripción injuriosa ha desaparecido de los muros de los cuarteles, pero el desencanto persiste entre algunos oficiales, que no han renunciado a obtener la rehabilitación de los condenados del 23 de febrero. (...) El peligro de un golpe militar, según la opinión española, ha disminuido mucho y disniinuye cada día.

4 de febrero

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