Juan Pablo II hace un nuevo llamamiento en favor de la unidad con la Iglesia ortodoxa
El papa Juan Pablo II formuló ayer un nuevo llamamiento en favor de la unidad de la iglesias católica y ortodoxa, y de la contribución de ambas a la paz entre los pueblos del Este y del Oeste de Europa. En esta ciudad del suroeste de Italia, capital de la región de Puglia, considerada como un puente natural hacia el Oriente por sus tradiciones históricas y comerciales, el Papa realizó una peregrinación al sepulcro de san Nicolás, venerado tanto por los cristianos occidentales como por los orientales.En representación del patriarca ecuménico de Constantinopla, Demetrio I, primer jerarca de la Iglesia ortodoxa, estuvo presente Crisóstomos Konstantinidis, metropolita de Mira (actualmente la pequeña ciudad turca de Denire) y que es, por tanto, sucesor de san Nicolás, quien fue obispo de Mira a finales del siglo III y principios del IV.
En la basílica que contiene los restos del santo oriental desde finales del siglo XI, el Papa y el metropolita de Mira pusieron aceite ofrecido por las iglesias de Puglia y de Constantinopla en una lámpara, cuya llama simboliza "la comunión entre las dos iglesias hermanas, católica y ortodoxa", e intercambiaron un abrazo de paz.
"El obispo de Roma" -dijo Juan Pablo II al contestar al metropolita, quien le había saludado como "el primer obispo de la cristiandad y veneradísimo patriarca de Occidente"- "viene como peregrino al sepulcro del santo obispo de Mira y en él tributa homenaje a la Iglesia de Oriente". Juan Pablo II precisó que la deseada unión entre la Iglesia Católica y la Ortodoxa "no es absorción ni fusión".
Tras referirse a la "vocación ecuménica de la Iglesia de Puglia", que formó parte del patriarcado de Constantinopla hasta el siglo XI, Juan Pablo Il destacó que "en el sepulcro del santo de Mira y de Bari se reúnen las corrientes de tradición cristiana", que han tenido en "las sedes de Roma y de Constantinopla sus mayores centros de irradiación".
"Europa, tanto del Este como del Oeste, no puede entenderse a sí misma", insistió el Papa, "si no tiene en cuenta la tragedia del mutuo alejamiento entre Roma y Constantinopla".
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