_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Después de Cataluña

Creo sinceramente, dice el autor de este artículo, que los resultados de las elecciones al Parlamento catalán tienen una importancia cuya glosa es difícil condensar en poco espacio. En primer lugar hay que reconocer que en ellas no hay más que un vencedor, Converència i Unió, a cuyo triunfo no pueden ponerse peros. Es el fruto de una política y un estilo moderados, de un riguroso trabajo de ensanchamiento de su base social y de un liderazgo firme y persuasivo. Cabe tan sólo, al reconocer y felicitar a CiU por su victoria, expresar la esperanza en una adminsitración generaosa e integradora de la misma, atenta al bienestar de todos los ciudadanos de Cataluña.

El segundo hecho trascendente que se deriva de estos comicios es el alejamiento a los confines de la fantasía del proyecto hegemónico del partido socialista. Los pobres resultados del PSOE (ha perdido el 45% de los votos que obtuviera en octubre de 1982) no tienen -por mucha cosmética con que se los quiera maquillar- más lectura que la de validar un diagnóstico que las encuestas y el pulso de la calle venían ofreciendo en los últimos meses: se han resquebrajado los cimientos de la esperanza que llevó al PSOE al Gobierno. Los electores retiran masivamente su confianza a un proyecto que ha revelado no poca inconsistencia interna y una notable pobreza de soluciones para enfrentarse a los graves problemas de este país. Después de los resultados obtenidos por el PSOE en el País Vasco y, sobre todo, en Cataluña, los dirigentes socialistas debieran impulsar en su Gobierno y su partido un ejercicio de humildad y no esconder la, cabeza debajo del ala o acudir a la falsa arrogancia del "aquí no ha pasado nada". Técnicas que, por otra parte, ya utilizó UCD, con los frutos que se recuerdan. Y no cabe tampoco, a mi juicio, acudir a explicaciones reduccionistas del tipo de las que se están esgrimiendo por el PSOE, como si la derrota en una región de un partido que gobierna en toda España pudiera entenderse sólo en clave de política regional. No me cabe duda de que los electores han castigado al PSOE con su voto (a otro partido) o con su abstención (que es, por cierto, otra forma de voto de castigo y no un fruto del azar o la meteorología), no por lo que hayan hecho o dejado de hacer los socialistas catalanes, sino, sobre todo, por lo que ha hecho o dejado de hacer el Gobierno de la nación.Finalmente, el tercer elemento digno de análisis es el resultado de la Coalición Popular, que, a mi juicio, debe calificarse de insatisfactorio. No queremos en modo alguno utilizar tal resultado como arma arrojadiza contra nada, y mucho menos contra nadie. A mi entender, el retroceso experimentado en Cataluña pone de relieve la necesidad de transformar la Coalición Popular en una gran coalición, notablemente más centrada y ensanchada sobre bases de diálogo y cooperación con las fuerzas democráticas del centro y la derecha. Una coalición plural en su concepción y flexible en su articulación, que en las próximas elecciones constituya una contraoferta atractiva por sí misma para la sociedad española y no una mera respuesta inercial al fracaso socialista. A este empeño dedicará el PDP un serio esfuerzo de análisis -crítico, sincero y constructivo- en los próximos meses.

Estos resultados han provocado una convulsión general entre la llamada clase política, y es lógico que la expectativa que abren a quienes, no comparten el proyecto socialista provoque algún apresuramiento o alguna lectura desenfocada. Lo importante es ahora no frustrar una esperanza. Y para ello, nada mejor que templar el entusiasmo mediante la reflexión y sustituir la prisa por el sosiego. Se puede ganar al socialismo. Pero más importante que la victoria en sí es que ésta se funde sobre bases serias y no sobre meros arreglos tácticos. De esta forma, mediante la contribución a crear las condiciones que hagan posible la cooperación, estaremos contribuyendo a la alternancia. Y mediante ella contribuiremos nada más y nada menos que a oxigenar y estabilizar el sistema democrático.

es diputado por Madrid y presidente del Partido Demócrata Popular (PDP).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_