Una cita "de película"
A sus 20 años de edad, con tres medallas de oro y una de bronce colgadas del cuello, aquel estadounidense llamado Johnny Weissmuller había asido la gloria olímpica, pero no la imperecedera del superhombre soñado y hecho realidad. Ésta se la otorgaría el celuloide. Johnny se convertiría en el mono blanco que reinaba en la jungla negra. En un proceso irreversible, las lianas, los ríos desbordados y los cocodrilos hambrientos irían dejando al margen a los trampolines, las piscinas climatizadas y los competidores acreditados. La personalidad de Tarzán trascendió incluso sobre él mismo, sobre aquel actor improvisado que, en su senectud, no era capaz de reprimir en su garganta algún que otro grito selvático, como si pretendiera que el noble elefante acudiera a su encuentro por enésima vez para prestarle su fortaleza.Más tarde, recientemente, cuando los protagonismos fílmicos han tendido a humanizarse, a descender del pedestal de los invencibles, los británicos Harold Abrahanis, Eric Liddell y Douglas Lowe han contado, asimismo, con una ocasión para que se reflejasen sus esfuerzos.y sacrificios cotidianos, veraces, creíbles.... en la victoria y en la derrota, al ritmo de sus carros de fuego.Lo paradójico es que sólo los sobrios documentales y los reportajes objetivos se ocuparían del gran triunfador en la segunda cita olímpica pansiense, el atleta finlandés Paavo Nurmi, quien acaparó cinco medallas de oro.El centralismo francés
Cuando anunció su propósito de abandonar la presidencia del Comité Olímpico Internacional, el barón Pierre de Coubertin también se preocupó de concederle a París una segunda oportunidad. Su intención era que su imagen se rehabilitara después de los fallos de 1900. Pero, si Amsterdam se apresuró a retirar su candidatura a ser sede de los Juegos de 1924 con la promesa de que lo sería de los de 1928, el propio ayuntamiento de la capital gala se mostró reticente a asumir su organización. Sólo cuando De Coubertin, fino calculador, apuntó la posibilidad de que se desarrollasen en Lyon, el centralismo francés de la época reaccionó y el Gobierno apoyó la opción de París.Sin embargo, únicamente el estadio de Colombes fue construido al efecto. La ciudad olímpica prometida por la municipalidad como alternativa a la zona deportiva de los Campos de Marte, propuesta por De Coubertin para el desarrollo de los Juegos y próxima a la Escuela Militar, en la que podrían haberse alojado la mayoría de lo
participantes, se quedó en eso, en promesa; apenas se edificaron unas casitas de madera, poco confortables. Y tampoco se hizo realidad el complejo de piscinas del que se habló, por lo que hubo que recurrir a la de Les Tourelles, demasiado lenta para los nadadores De Coubertin, al cabo, no se pudo proclamar satisfecho de la organización de los Juegos, inaugurados el 5 de julio por Gaston Dournergue y con la asistencia del príncipe de Gales, más tarde Eduardo VIII; el príncipe Carol de Rumanía, el sha del Irán y el ras Taffari de Etiopía, luego emperador Haile Selassie.
Con 75 minutos de descanso
El finlandés Paavo Nurmi conocía cómo se habían programado las finales de los 1.500 y los 5.000 metros. Se tenían que disputar en el intervalo de una hora y cuarto Así que su inquietud le llevó a hacer ensayos en su ciudad, Abo, hoy Turku, y en un mismo día, tras superar una lesión de rodilla que, virtualmente, le dejaba fuera de concurso, estableció sendos récords mundiales en ambas distancias: 3.52.6 y 14.28.2, respectivamente.
Impasible y silencioso, Nurmi llegó a París con ellos y con los de una, tres y seis millas. y los de los 2.000, 3.000 y 10.000 metros. Nadie había juntado antes una colección similar.
Lo curioso es que sus entrenadores no le inscribieron en los 10.000. Quizá se pretendió favorecer a un compatriota suyo, con el que, por cierto, estaba enemistado. Sólo así pudo imponerse Ville Ritola, cocinero de profesión y emigrado a Estados Unidos. Ritola, el 6 de julio, ganó y situó el récord mundial en 30.23.2. Pero Nurmi, pasados ya los Juegos, el 31 de agosto, quiso dejar constancía de su supenoridad y lo rebajó a 30.06. 1, una marca que se mantendría vigente durante 13 años.
En los 1.500 metros, aquel 10 de julio, Nurmi, con zapatillas playeras, se limitó a vencer. Controlando su tiempo mediante un relo de pulsera que solía llevar consigo, procuró ahorrar cuantas más energías mejor. No en vano los 5.000 le aguardaban 75 minutos después, con Ritola y el sueco Edvin Wide por principales aldversarios. En éstos, Wide marcó el ritmo hasta la mitad de la prueba,. A partir de entonces la dominó Nurmi, ya con zapatillas de- clavos, aunque- con Ritola tenazmente tras él. Al final, sólo dos décimas desegundo les separarían. Pero la gesta de Nurmi ya era un hecho. Dos días después, el 12, se disputaron los 10.000 cross-country, con 45 grados de temperatura y sin zonas sombrías en el recorrido. De 38 atletas participantes apenas llegaron a la meta 15. El primero de ellos, cómo no, Nurmi, que aventajó en 1.23 a Ritola y en 2.27 al estadounidense Johnson. Finlandia, claro, se adjudicó el éxito por equipos, lo que representaba, por anadidura, la cuarta medalla de oro de Nurmi. Pero debió de pensar que no existía la quinta mala. Y al día siguiente colaboró a otro triunfo de su país en los 3.000 por equipos, modalidad que, como los 10.000, fue retirada luego del cartel olímpico. Nurmi, a sus 27 años de edad, había volado y ya siempre sería considerado como elfinlandés volador.
Esperar y acelerar
Wait and kick, esperar y acelerar. La consigna británica en el medio fondo empezó a ser famosa con la victoria de Douglas Lowe en los 800 metros. Pero sus carros defuego, todavía sin música digna de un oscar cinematográfico, aún sonaron con suma fuerza en las distancias más breves a costa de los norteamericanos, que únicamente lograron el metal dorado en los 200 con Jackson SchoIz. Harold Abrahanis, un judío zancudo, ganó los 100, mientras que Eric Liddell, un estudiante de teología que había renunciado a competir en aquéllos por correrse en dómingo, lo que atentaba contra sus convicciones religiosas, obtuvo el bronce en los 200 y'el oro en los 400 con otro récord mundial, 47.6.
El esperpento de los estadounidenses se produjo cuando Robert Le Gendre batió el de longitud, con 7,76 metros, pero durante la prueba de pentathlon, ya que no había sido seleccionado para esa especialidad.' En ésta fue primero un compatriota suyo,del de Hart Hubbardo, mas con 7,44.
Tarzán, cuando aún era Johnny Weissmuller, un apolíneo . mozalbete de 20 años, nadé, sin cocodrilos por estimulantes, tan deprisa como para hacerse con tres medallas de oro en los 100 y 400 metros libres, así como en el relevo de 4x2OO, en el que fue reservado para la última fracción. Pero también se colgó el bronce formando parte del conjunto de waterpolo de Estados Unidos. Sus 59.0 constituyeron un récord histórico en los 100, prueba en la que destronó al príncipe hawaiano Kahanamoku.
Los mosqueteros encandilaban a la Francia tenística. Pero, en la postrera ocasión en que este deporte, al igual que el rugby, fue olímpico, los estadounidenses les arrancaron de sus exquisitos sombreros las plumas de los triunfos absolutos. Cochet perdió frente a Richards, en cinco sets, tanto la final individual masculina como la de dobles, en la que Brugnon y Huntet fueron sus partenaires respectivos. Jeanne VIasto tampoco tuvo más fortuna en la femenina ante Helen Wills. El desquite sería la Copa Davis, que el equipo francés ganaría en el curso de ese mismo decenio.
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